Franco, «ese niño»

Francisco Franco nació a las doce y media de la madrugada del 4 de diciembre de 1892, día de la celebración con morteros de la patrona de artillería, santa Bárbara, una fecha muy apropiada. Su casa, todavía se conserva como una reliquia, en el mismo casco histórico de la ciudad, cerca de la ría del Ferrol, en el número 108 de la calle Frutos Saavedra, actualmente, calle María. El 17 de diciembre fue bautizado como Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo: Francisco por su abuelo paterno, Hermenegildo por su abuela materna y su madrina, Paulino por su padrino y Teódulo por el santo del día, como era de costumbre.

Padres de Franco

Su padre, Nicolás Franco y Salgado-Araújo, llegó a ser intendente general de la Marina y su madre, María del Pilar Bahamonde y Pardo de Andrade, disfrutaban de una posición social parecida, de clase media baja, hija del comisario del equipo naval de la plaza, que provenía de una familia que también tenía una tradición de servicio en la Armada.  Sus padres, eran dos polos opuestos. La unión de un librepensador, Nicolás, con la conservadora y moralista Pilar fue un fracaso. No nació en un hogar feliz, ya que los caracteres contrapuestos de sus padres propiciaron el desencuentro de la pareja desde los primeros momentos, lo que acabó en ruptura. Ambos quedarían decepcionados mutuamente casi inmediatamente después de la boda. Nicolás no tardó en continuar con sus costumbres de oficial de colonias y Pilar se refugió en su religiosidad, resignada al cuidado de sus hijos. Sin embargo, tuvieron cinco hijos:​ Nicolás, el mayor de los hermanos, seguiría la tradición familiar como oficial de la Marina, su otro hermano, Ramón, fue un pionero aviador que llegó a ser muy conocido por sus hazañas aeronáuticas. Tuvo dos hermanas, Pilar y Paz, que murió a los cuatro años. Su padre fue un hombre poco dado a los convencionalismos y,  estuvo destinado en Cuba y en  Filipinas, donde tuvo un hijo natural, Eugenio Franco Puey, al que reconoció antes de regresar al Ferrol. Adquirió los hábitos del oficial de colonias: mujeriego, jugador de casino y aficionado a las juergas y farras nocturnas.

Eugenio Franco Puey

Cuando nació, su padre, el iracundo y alcoholizado, estaba en una casa de putas. Siempre fue autoritario, rayando la violencia, malhumorado, no admitía que se le contradijese, y los cuatro hermanos, Francisco en menor medida, dado su carácter retraído y apocado, sufrieron lo que hoy se consideraría malos tratos. Fue el más “normal” de los tres hermanos varones: Nicolás fue un chico listísimo, aunque muy mal estudiante, Paco fue siempre un chico corriente. No se distinguía ni por estudioso ni por desaplicado. Se podría decir que, curiosamente, todos le definían como el más templado de los pequeños, el menos «trasto» de todos ellos.

Este hombre solía maltratar a sus hijos, a base de correazos, les propinaba unas palizas antológicas, en una ocasión llegó a romper el brazo a su hijo mayor. Tuvo que sufrir una infancia absolutamente traumática debido a un “padre maltratador” al que, a día de hoy, hubiese perseguido la ley.

Pero lo que más dolor le causó, fueron los reiterados insultos de su progenitor que venían a reforzar unos comentarios que Francisco escuchó durante toda su infancia debido al timbre de su voz, enclenque y de voz aflautada, un tono: débil, ceceante y decididamente agudo. Su padre le llamaba ‘Paquita’ y cuando no le descargaba una paliza apoteósica tras una borrachera, se entretenía pellizcándole el pene. “¿Pero tú ves algo?”, le decía a Nicolás, su hijo mayor, quien remataba con inquina, mirando a Franco: “Bobalicón, cerillita”. Francisco pasó sus siguientes años entre golpes y las jugarretas de sus hermanos.

Su madre, siempre llegaba a rescatarlo llamándole “Merelillo, Paquiño mío”. Él se escondía entre sus piernas chupándose el dedo. Ella, que lo vio enclenque y llorón, lo acogía con un amor desmesurado y excluyente. Era conservadora, extremadamente religiosa y muy apegada a los usos y costumbres de la burguesía de una pequeña ciudad de provincias. Resignada y de carácter bondadoso, se refugió en sus hijos, inculcándoles tenacidad y esfuerzo para progresar en la vida y ascender socialmente.

A los cinco años fue al puerto a recibir a los repatriados de la guerra de Cuba, 250 familias se habían quedado huérfanas y El Ferrol se llenó del ruido de las patas de palo de los lisiados. A esta edad; la pérdida de Cuba habría pasado inadvertida para él, de no ser por la reacción que suscitó en la sociedad española, que se prolongaría durante su infancia y primera juventud. En el siglo XIX España, estuvo presidida por un prolongado período de inestabilidad política y guerras civiles; los intentos liberales chocaron en todos los casos con la reacción del Antiguo Régimen y la Iglesia, junto con revueltas y guerras civiles, unido a las guerras coloniales, propició un sistema político corrupto e ineficaz en una España empobrecida, atrasada y con fuertes desequilibrios entre clases y regiones. A Franco, como al conservadurismo de gran parte del siglo xx, pudo serle fácil identificar la grandeza del Imperio perdido, con los antiguos regímenes autoritarios, y el desastre de su pérdida, con las nuevas posiciones liberales. El Ejército, sin imperios de ultramar que defender, forzó, también como medio de lavar la derrota sufrida, las posteriores intervenciones en Marruecos, generalizándose en su seno un patriotismo exacerbado y un sentimiento de superioridad frente a la población civil, viendo en el afloramiento de los nacionalismos, principalmente el nacionalismo catalán, promovido por las élites catalanas que perdieron el mercado cubano, y en el fortalecimiento del pacifismo de la izquierda, elementos disolventes de la nación. La visión de una España en decadencia que perdía, entre otras cosas, con los últimos de Filipinas, los retales de lo que había sido su gran Imperio.

Pero el infierno no estaba sólo en casa. Los veteranos de la guerra de Cuba que le veían pasar por las calles del Ferrol, se burlaban de su enorme cabeza y su cuerpo de palo… No es ni mucho menos la estampa de un mártir pero sí una buena síntesis de los primeros años de quien se haría llamar Caudillo o Generalísimo durante más de cuarenta.

Fue un niño solitario, retraído hasta el extremo de un gélido desinterés. Según el testimonio de uno de sus compañeros de colegio, era siempre el primero en llegar y se ponía delante, solo. Cuando tenía ocho años, en una ocasión, su hermana Pilar le llamó cobarde, entonces cogió una aguja de coser, la calentó, y se la clavó en su propio brazo sin apartar la mirada de sus ojos, el solo comentó que olía a carne quemada. Su hermana atestiguaba, que su padre nunca le puso la mano encima. No porque no lo mereciera alguna vez. A mis hermanos sí, cuando las hacían demasiado gordas. Ahora se dice mucho que no se debe pegar a los niños, pero en aquella época era todo lo contrario; las palizas eran fuertes y frecuentes. Y recomendadas hasta por los maestros.

Con todo, el futuro jefe del Estado también era como cualquier otro chaval, le gustaba leer, Valle-Inclán estaba entre sus escritores predilectos. Cuando niño, dibujaba muy bien y en eso tenía mucha habilidad, y disfrutaba con cosas tan nimias como armar el belén o jugar con las espadas de madera que los Reyes Magos le traían en Navidad.

Nicolás y Franco

Al cumplir 12 años, junto a su hermano Nicolás y su primo Pacón, entró en la escuela de preparación naval dirigida por un capitán de corbeta, con la esperanza de, posteriormente, ingresar en la Marina al igual que su padre. Sus dos escuelas de primaria, el Colegio del Sagrado Corazón y el Colegio de la Marina, estaban especializadas en preparar a los niños para los exámenes de ingreso en la Armada. Muy delgado y de aspecto enfermizo, todo ello, unido a su escasa envergadura, provocó que pronto se ganase el mote de “Cerillito o Paquito”, los niños, que pueden ser muy crueles. Era un estudiante mediocre, aunque no se le podía negar su esfuerzo con los estudios. Su hermano logró en 1906 ingresar en la Escuela Naval de la Armada, con el beneplácito de su padre, pero él y su primo, al intentarlo el año siguiente, vieron negada tal posibilidad, las perspectivas navales de Francisco se truncaron. Esto le marcó de por vida. Incapaz de ganarse la aceptación de su padre buscó librarse del dolor negando su necesidad de afecto

Franco 1910-uniforme de alférez

En 1907, a los 14 años, junto a su primo, ingresó en la Academia Militar de Infantería de Toledo. El primer viaje fuera de Galicia lo acompañó su padre, cuando fue destinado a Cádiz  y posteriormente a Madrid, quedando muy impresionado por el paisaje castellano.
En Madrid su padre se quedó a vivir con su amante, y la familia se rompió definitivamente, abandonando a su mujer, a sus hijos y a su hogar. Su amante, Agustina Aldana, era una joven antítesis de su esposa. Su padre siempre sintió predilección por sus otros hermanos y Francisco fue el que más fuertemente se refugió en su madre. No es de extrañar que entre los legados que el joven heredó de su madre se encontrara un persistente y conspicuo catolicismo, una aversión por la promiscuidad sexual, su puritanismo, su moralismo y religiosidad, el alejamiento del alcohol y de las farras, y una fobia contra el liberalismo y la masonería, todo lo convierte en una antítesis de su padre. El odio al padre, el amor sin límites por su madre, a la que por las noches suplicaba «cásate conmigo», con cierto complejo de Edipo y el desastre de Cuba, marcaron a «Paquito» para siempre. Quizá fuese por esa infancia tan complicada por la que Franco se fue curtiendo y empezó a obsesionarse por demostrar su valor. Todo iba a cambiar en la Academia, o eso creía él. Y es que, las primeras semanas sufrió las novatadas de los veteranos y las burlas de sus compañeros por su baja estatura, su vocecilla y su bigotín. No cabe duda de que, aquellos días, se sintió tristemente como en casa. Así recordaba él mismo aquella etapa: “Comenzaba el duro calvario de las novatadas. Triste acogida que se ofrecía a quienes veníamos llenos de ilusión a incorporarnos a la gran familia militar. La mala impresión que me produjo este abuso y contrasentido se conservó durante toda mi vida, cuando hubiera sido tan fácil asignar a cada alumno un padrino entre los antiguos, que se ocupase de tutelarlos, guiarlos y protegerlos”. En la Academia fue uno del montón, obtuvo el puesto 251º entre los 312 de su promoción, fue blanco de las burlas y mofas de los otros muchachos por su corta estatura (1,64 m) y voz atiplada. En una ocasión le aserraron el cañón de su fusil quince centímetros y le obligaron a desfilar con él, y, le llamaban: Franquito, teniente Franquito, Comandantín. Como sucediera en el hogar que había ocupado cerca de la Ría, se terminó hartando de todo aquello y, en una ocasión, tiró un candelabro a la cabeza de uno de aquellos abusadores, además de repartirle una buena somanta de tortazos. Aquello le valió el respeto de sus compañeros. Todavía en 1936, cuando el general Sanjurjo reprochó su falta de decisión frente a la sublevación, lo haría en estos términos: «Franquito es un cuquito que va a lo suyito», siendo apodado por los confabulados, cansados de sus vacilaciones, Miss Canarias, por su voz débil y ceceante​ En sus Memorias, Manuel Azaña también terminará llamándole Franquito.

Pronto fue trasladado a África, donde España se enfrentaba a fusil y cañón contra los rifeños. Una guerra para muchos sin sentido en la que Cerillito se convirtió, decididamente, en un hombre.  La luz de África lo embrujó: «Yo no puedo explicarme a mí mismo sin África», repetía en ocasiones. Fue el cadete más joven de la Academia, el teniente más joven del Ejército, general a los 33 años, como Napoleón. Militar modélico, la atroz guerra africana lo deshumanizó y dejó de tener respeto a la vida, empezando por la suya propia. Sus hombres explicaban que parecía inmune a las balas, iba siempre en primera fila, entraba a la bayoneta si era necesario con las manos tintas en sangre y se negaba a recoger a los heridos para no perder el tiempo. Con terror supersticioso decían «Franquito tiene baraka».

En Melilla, Franco fue a visitar a la duquesa de la Victoria y cuando dos soldados que pretendían obsequiarla con flores, que por allí no había, la duquesa les dijo que no quería flores, sino cabezas de moros. Dos soldados se presentaron con un cesto adornado con hojas y dentro dos cabezas de moros, Franco los disculpó diciendo: «Mis chacales son como chiquillos».

En 1936 cuando, ya como capitán y durante un duro enfrentamiento contra los rifeños en los alrededores de Ceuta, fue herido en la región lateral del abdomen, pidió confesión por sentir que le quedaba poco de vida. Como curiosidad, de aquella jornada siempre guardó una cartera de piel policromada que sus hombres quitaron al líder del contingente marroquí que casi acabó con su vida. No obstante, son muchos autores los que también afirman que aquel disparo acabó con uno de sus testículos.

Sofía Subirán

Su primer romance fue  con una niña de dulce acento cubano llamada Sofía Subirán, recién llegado a Melilla, donde cumplió los 20 años, y quedó prendado de ella. Aquella niña no tenía más que 15 años. Su parecido físico con Carmen Polo era hasta tal punto, que en una ocasión la confundieron con ella. Aunque su primera y única pasión carnal fue la belleza oficial de Ferrol, Ángeles Barcón. En el verano de 1919, se sintió atraído por la reina de los juegos florales de ese año, hija de un industrial bien situado que se opuso con ahínco a la relación, una frustrada aventura de juventud que más tarde lo recordaría con nostalgia: «Paquito sabía cómo enamorar a las chicas».   Hasta no cumplir los 18 años, no se hizo oficial el noviazgo con la ovetense Carmen Polo, sobre todo porque el padre no veía con buenos ojos la relación de su hija, ya que no quería a un militar en la familia. Solía decir que: casarse con un militar era “como con un torero, que nunca sabes si va a volver a casa”. Contrajeron matrimonio el 16 de octubre de 1923. La conoció en Asturias, cuando fue destinado allí tras su primera experiencia en tierras africanas.

Sus complejos y obsesiones; algunos brevísimos escarceos amorosos, su matrimonio con una dominante Carmen Polo, la atracción fugaz que sintió por Eva Perón… su atrofiada relación con las mujeres a partir de los testimonios de uno de sus médicos, que decía que tenía una fimosis anular severa que le habría provocado grandes dolores al mantener relaciones sexuales y que después de engendrar a su hija, que era inequívocamente suya, no volvió a tener relaciones ni con su mujer, ni con nadie.

Franco vio en Juan Carlos de Borbón al hijo que nunca tuvo, y el entonces príncipe vio en él a un tutor. Completamente solo, Juanito se refugió en Franco.

Las paredes de la casa de la calle María escondieron el secreto de ese padre brutal que llamaba «Paquita» y «marica» a su hijo a causa de su voz atiplada, consecuencia de una sinusitis crónica, que maltrataba a su mujer embarazada. Paquito «era un niño triste», «siempre fue un niño viejo», e incluso la propia hija, años más tarde  reconoció que «no recordaba su infancia con cariño».

Las claves para entender la personalidad de Franco se encuentran en su infancia. En general, puede decirse que toda su vida fue un esfuerzo por solucionar los problemas dejados por una niñez desgraciada. En sus trabajos literarios, como Diario de una bandera o el guión de Raza, siempre era crucial el papel del padre, indefectiblemente un héroe. Franco, que siempre se sintió abandonado y despreciado por su padre, llegó a secuestrar su cadáver para tratar de reescribir su pasado y convertirle en un hombre a su gusto.

Josep María Matamala «Jami»

Josep María Matamala

Joseph María Matamala Alsina, es el hombre que permanece al lado del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en Bruselas, y que también estuvo con él en Gerona, el día después de que proclamase la república catalana y luego la suspendiera. Este empresario gerundense de 60 años y de pelo blanco es, el avalador, el confidente, el apoyo, el protector y, sobre todo, el fiel amigo de Puigdemont, quien tiene muchos conocidos pero un núcleo muy reducido de amistades. Conocido como Jami, fue uno de los fundadores de Convergència Democràtica de Catalunya en Gerona y se hizo militante en 1977. Fue presidente del comité local de la formación convergente y concejal de CiU en la oposición en el Ayuntamiento de Gerona entre 1987 y 1995, en los últimos cinco años llegó a ser portavoz. Permaneció en el comité local unos 12 años y después se retiró de la actividad política. Fue él, junto con el ahora diputado del PDeCAT en el Congreso Jordi Xuclà, quien avaló la figura de Puigdemont como posible alcalde cuando en el 2007 CiU se quedó sin candidato en Gerona. Costó convencer a la dirección del partido, incluyendo a Artur Mas, pero Puigdemont aceptó la oferta y desplazó a consolidados nombres de Convergència. Matamala siempre ha sido en la sombra una de las opiniones que más han tenido en cuenta los nacionalistas de Gerona. Precisamente fue su actividad política lo que propició el encuentro con Puigdemont, que entonces desarrollaba su actividad como periodista.

Coincidieron por primera vez en 1991, a raíz de un artículo que publicó, en el que criticaba al entonces candidato de CiU a la alcaldía, Josep Arnau, y que comentaba la siguiente noticia: “En el Ayuntamiento de Gerona se debatió en sesión plenaria una moción presentada por el único concejal de Esquerra Republicana (ERC), Enric Llauger, en la que se solicitaba que el consistorio se declarase a favor del derecho a la independencia de Cataluña. La moción, contra la que votó el Grupo Socialista -con mayoría absoluta (13), aunque había una ausencia- y el Popular (2), fue apoyada por los nueve ediles de Convergència i Unió (CiU), entre los que se encuentra el presidente de la Diputación, Josep Arnau”.

A Matamala le molestó el escrito y fue a ver a Puigdemont. Aquel desencuentro, habitual entre políticos y periodistas, en lugar de enfrentarles hizo que naciera una buena relación entre ambos y que se ha mantenido y consolidado con el paso de los años. A partir de aquel momento construyeron una sólida y muy estrecha amistad.

Feliu Matamala i Texeidor

Jami, uno de los seis hijos de Feliu Matamala i Texeidor, nacido también como Puigdemont en Amer, Gerona en 1912, estuvo muy influenciado por su padre. Feliu durante la guerra, pasó al bando franquista y combatió en el seno del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat. Trabajó de joven como diseñador industrial y militó en la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, pero pronto se decepcionó del franquismo, y fue un activista cultural catalán durante la dictadura. Considerado un gran empresario, fundó la empresa Stein y Establecimientos Linel. Los orígenes de Stein, se remontan al año 1942. Cuentan sus hijos que Feliu Matamala era «más industrial que tendero», un hecho que explica que no fuera hasta 1978 que abriera su primera tienda. Pudo adelantarse con las nuevas tecnologías de su sector, que ya se utilizaban en Estados Unidos. Fundador de la librería Les Voltes, una de las de más solera de Gerona, que le sirvió de trampolín para impulsar actividades y para promover la cultura catalana como: la Feria del Dibujo y la Pintura de Gerona, las publicaciones Sierra de Oro, Cavall Fort y Tretzevents, el diario Hoy y la Gran Enciclopedia Catalana. También patrocinó campañas en defensa del catalán como:  En catalán, por favor,  El catalán, lo de todos, el DNI en catalán, y recogidas de firmas para causas como: No quiero la E a mi coche. El catalanismo de Feliu Matamala estaba fuera de duda y también lo practicó en su propia empresa. Así, en pleno franquismo no dudaba en reclamar las facturas de las empresas en catalán. Si no las escribían en catalán, optaba por descontar de la factura un 1%, que se quedarían para financiar el uso del catalán o de la introducción del catalán en la escuela. A lo largo de toda su vida fue capaz de demostrar su antiespañolismo, negándose a cotizar más a la seguridad social. La familia recuerda que a cualquier día de la semana y a cualquier hora, fuera capaz de coger unos folios y una mesa para ir a recoger firmas a favor de Cataluña o por el reconocimiento de la lengua. La empresa Stein fue la impulsora en 1988 de un grupo de gestión de compras estatal que permitía obtener mejores precios en la compra de los productos para sus diversas tiendas. En la actualidad, este grupo de compras lo integran hasta cuarenta y dos empresas de todo el Estado español del sector de la papelería. Se trata de Settgrup.

Junto con Jordi Cànoves, Dalmau Xeminis y Jaume Sobrequés, este hombre fundó en Gerona los premios literarios Prudenci Bertrana y la delegación de Òmnium Cultural. En 2004 recibió la  Medalla Francesc Macià de la Generalitat de Cataluña. En 2009 recibió la distinción a la Ciudadanía  del Ayuntamiento de Girona, pese a la oposición de la sección gerundense de Ciudadanos y la Cruz de San Jorge de la Generalidad de Cataluña, por su “defensa de la lengua y cultura catalanas y la consolidación de las libertades”. Quienes le conocían aseguran que “era independentista incluso antes de que se hablara de independentismo”. Impulsor de la campaña: El català a l’escola, Feliu Matamala cuenta en Gerona con una plaza que lleva su nombre, por iniciativa de Joaquim Nadal, ex alcalde socialista y ex consejero de los Gobiernos de Pasqual Maragall y José Montilla.

Josep Maria Matamala, mantiene una rentable relación con el Ayuntamiento de Gerona, del que el líder independentista fue alcalde. En la actualidad es administrador de varias empresas, en las que en todas ellas la facturación anual rondan los dos millones de euros, entre la que destaca Stein Girona S.L., sociedad que gestiona una papelería en el centro de la ciudad y una nave industrial dedicada a artículos de «gran formato».

Matamala organiza las ferias en Gerona; de  Girocòmic, Firatast y Fòrum Gastronòmic a través de su empresa, Incatis SL, antes conocida como Firatast, en la que Puigdemont fue consejero delegado antes de su entrada en política. Esta empresa se dedica a la organización de ferias de muestras, principalmente gastronómicas, ayudada con subvenciones de la Generalitat. La principal de estas ferias es el Fòrum Gastronómic, que se celebra cada dos años.

Además de la organizadora de ferias de muestras, es administrador único de Scata, una sociedad mercantil dedicada a la venta e instalación de muebles.

Cat revistas, dedicada a las ediciones de revistas.

Tecno Papelería Técnica comercio al por menor de periódicos y artículos de papelería.

Es consejero de la Urbanizadora Mas Xirgu. La Fundación Mas Xirgu es una entidad de economía social, que gestiona centros y servicios con el objetivo de generar empleo e insertar en el ámbito laboral a personas con discapacidad. El resto de empresas de Matamala apenas tienen movimientos o no presentan cuentas.

Matamala, ferviente partidario de la independencia de Cataluña, también ayudó al expresidente a consolidar su relación con Marcela Topor, con quien se casó a los dos años de conocerse. Fue también de los primeros en saber que Puigdemont era el elegido para sustituir a Artur Mas en la presidencia de la Generalitat cuando la CUP exigió un cambio al frente de la institución en enero de 2016. Matamala junto a su esposa, amigos inseparables de Puigdemont y su familia, comieron y pasearon junto al expresidente y Marcela Topor por las calles de Gerona, horas antes de su huída. Los últimos veinte años ambos personajes han cultivado una estrecha amistad que ha convertido a «Jami» en el principal consejero de Carles Puigdemont, hasta tal punto de acompañarlo en su espantada a la justicia, hasta Bruselas, donde se le ha visto junto a él, como si fuera su sombra, en todas las apariciones públicas del expresidente.

 

La leyenda de la Virgen de la Almudena

La patrona de Madrid es la Virgen de La Almudena, una fiesta religiosa que tiene sus raíces en la leyenda de un milagro.

Cuenta la leyenda que allá por el año 38, en esa pequeña villa, que luego sería la capital de España, se veneró desde siempre como su Patrona, una imagen de la Madre de Dios que se llamaba “Santa María de la Vega”, y que, según la tradición, había llegado a la península a manos de un discípulo del Apóstol Santiago.

En el año 712, tras la derrota de Don Rodrigo en la batalla de Guadalete, y ante la amenaza de la segura invasión de los musulmanes, los primeros pobladores del actual Madrid, entonces una villa humilde sin nombre conocido, el arzobispado de Toledo, mandó un escrito a todas las parroquias para que escondieran las imágenes religiosas, a fin de evitar su profanación y destrucción. Ante estos hechos, los vecinos optaron por esconder entre los muros defensivos, la reliquia más importante de todas cuantas tenían. Según cuentan, un herrero se encargó de esconder la imagen de la Virgen en un pequeño nicho excavado en la pared, junto a dos cirios encendidos a cada lado, tapando finalmente la hornacina para no ser descubierta.

Transcurrieron tres siglos hasta que las tropas cristianas en 1083, conquistaran Toledo y sus alrededores. Alfonso VI, llamado ‘El Bravo’ por su valentía,  se hace con el control de ese pequeño asentamiento que cada vez iba cobrando más vida, por su importante situación estratégica, y que ahora, ya tenía un nombre, ‘Magerit’.

Este secreto había pasado de generación en generación,  a espaldas de los musulmanes. Al enterarse los reyes de su existencia, para confirmar tal revelación, marcharon de Toledo y acudieron a la villa. Miriam, única descendiente conocedora de ese misterio, acudió al Alcázar para comunicar al rey Alfonso VI, la antigua noticia heredada de sus mayores. Una transmisión oral en la que, con el paso de los años, se perdió una información vital, el lugar exacto de la muralla donde permanecía oculta la Virgen.

La Virgen de la Flor de Lis

El valeroso caballero se propuso encontrar fuera como fuera la preciada talla de la virgen. Pero al no conseguirlo, en 1085, en  la Iglesia de Santa María, mandó pintar en sus muros un cuadro de la Virgen de Madrid con el niño y dejó en manos de su esposa la reina, encargada de vigilar la realización de su orden. Doña Constanza mandó pintar siguiendo las indicaciones de Miriam la Beata y además (por su cuenta), hizo que el pintor pusiera en la mano de la Virgen una flor de lis, pues ella era hija del rey Enrique de Francia y de este modo quería significar que, aunque francesa, también ella se sentía devota y sierva de la virgen de Madrid. Esa imagen es conocida hoy en día como: “la Virgen de la Flor de lis”. Originariamente se encontraba en la desaparecida Iglesia de Santa María de la Almudena, que fue demolida como parte de los planes urbanísticos del siglo XIX y formaba parte de la pintura mural que decoraba el ábside de dicho templo.

Fiesta con mantillas y capas

Fueron muchos los intentos de encontrarla pero todos fueron en vano, por más que la gente buscaba no había ni rastro de ella. Miriam siguió rezando durante 9 días ofreciéndole a la virgen su propia vida a cambio de su imagen. El monarca, antes de derribar la muralla, desesperado, tras muchas plegarias, organizó como última opción, una procesión alrededor de toda la muralla. La comitiva, fue encabezada por el propio rey Alfonso VI, multitud de autoridades eclesiásticas, la nobleza y por supuesto, acudió toda la población de la Villa. Comenzó su marcha por el perímetro amurallado, en busca de una señal divina. Cuando llegaron a la altura de la actual Cuesta de la Vega, se oyó un gran estruendo en una torreta de la muralla y vieron cómo se rajaba; unas piedras del muro cedieron y cayeron al suelo dejando al descubierto, ante el gran asombro de todos,  la imagen de la Virgen y lo más increíble de todo,  los cirios todavía seguían encendidos. Todos se arrodillaron ante el milagro para rezar y cuando se levantaron, observaron que la beata Miriam no se levantaba, estaba muerta de rodillas con los ojos en éxtasis dirigidos hacia la virgen que parecía sonreírla. Esto sucedió un 9 de noviembre (del 1085).

La imagen de la Virgen fue trasladada hasta la parroquia de Santa María. Desde entonces se llamó Virgen de la Almudena, por haber estado oculta en la al-mudayna, o muralla, término que procede de la palabra árabe, y que correspondía al antiguo recinto militar amurallado que por entonces, ocupaba la colina donde hoy se asientan la Catedral y el Palacio Real de Madrid.

Corona de la Almudena

Otra tradición nos cuenta, que al héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, se le habría aparecido la Virgen, pidiéndole que tomase la fortaleza de Mayrīt. Al acercarse El Cid y sus acompañantes a la villa, se habría desprendido el fragmento de muralla justo, donde precisamente se hallaba la figura, y por allí podrían haber entrado a la ciudad y conquistarla.

En esta fiesta los madrileños salen a pasear por la Plaza Mayor con mantillas y capas. Se oficia una misa solemne en la Plaza Mayor, seguida de la procesión al edificio catedralicio, los fieles acompañan a la Virgen en la procesión, y participan en la ofrenda floral, a la que todas las mujeres que se llamen Almudena están invitadas. También es tradicional comprar el dulce típico de esta festividad, la Corona de la Almudena.

Carles Puigdemont: Cata…what?

Nació el 29 de diciembre de 1962 en Amer, Gerona. Fue el segundo de  ocho hijos. La familia es propietaria de una reconocida pastelería en el pueblo, desde que la fundara su abuelo Francisco en 1927.  Tiene seis apellidos catalanes: Puigdemont, Casamajó, Padrosa, Oliveras, Galceran y Ballart, y dos de origen andaluz: Ruíz y Toledo.

Caprichos de Amer

Su abuelo, Francisco Puigdemont i Padrosa tenía 25 años cuando, se le presentó la oportunidad de su vida: comprar el material de la tienda en la que trabajaba y trasladarla al edificio de enfrente, a un paso del Ayuntamiento. En la planta baja ubicaría el negocio; en la de arriba formaría una familia con su mujer, María Oliveras i Galceran. Un año después montó un obrador y mandó rotular su apellido. Pronto la convertiría en tienda de ultramarinos,  droguería, y también pastelería: «Vendían de todo menos zapatos, alpargatas y ropa»,  y dos especialidades de Francisco: los borrachos de ratafía (un licor de la zona a base de anís) y los caprichos de Amer que inventó él mismo y que aún vende su nieta Anna, hermana del presidente.

Así discurrieron los años 20 y 30 hasta que, como en toda España, la Guerra Civil azotó a la familia. La primera de las dos veces que su tío Josep, vio llorar a su padre, fue cuando quemaron la iglesia, la del monasterio de Santa María de Amer. Su padre, un hombre «muy trabajador» que «no era político pero sí creyente», lloró, derrotado sobre una silla, tras ver cómo desmontaban los altares y los quemaban en una hoguera en la Plaza de la Vila. «La segunda vez fue cuando se marchó». Era enero de 1938 y Amer, territorio republicano. La casa de los Puigdemont, había servido de refugio para tres enemigos de la República: dos curas, uno de ellos hermano de su mujer, y un militar jubilado de Madrid, a quien el estallido de la guerra le sorprendió de vacaciones en la Costa Brava. A Francisco iban a llamarle a filas pero él se resistía, «no quería ir a la batalla del Ebro». De modo que tomó una decisión. Cuando recibió el chivatazo de que el bando republicano le iba a llamar, el pastelero entregó a su esposa dos cartas, ficticias supuestamente, escritas desde el frente, y contactó con “la heroína de Olot”, Blanca de Carbonell, que pasaba a curas, monjas y católicos, gracias a su conocimiento de las rutas de pastores y payeses, y así se fugó. En su deserción, cruzó por los Pirineos a Francia. Pero allí la policía lo detuvo y le ofreció un pasaporte y dos opciones: «O volvía a Cataluña, o a la zona nacional». Optó por Irún. De allí viajaría a Pamplona, donde, con la ayuda de su cuñado el cura, pasó a Ubrique (Cádiz). Entonces, un amigo que controlaba los puestos en las cárceles de presos republicanos le dio trabajo en el penal de Burgos. Allí el pastelero se encargaba del suministro de la comida a los presos «rojos». Estaba contento, cobraba «un buen sueldo». Tanto que, cuando acabó la guerra, llamó a su mujer para ver si se trasladaba a Burgos. Pero María dijo que no. El negocio en su ausencia había ido bien, ella, de 36 años, y sus hijos: Xavier, Josep y Anna no habían sufrido represalias. Así que en 1940 volvió a su pastelería. A su regreso regaló a sus dos hermanos, dos uniformes negros de la Falange, a la que tuvo que afiliarse  y  tocaba la trompeta en sus desfiles. El estanco de Amer, también acabó en manos del pastelero, que era de un primo suyo, jefe de la Falange.

Su abuela, Manuela Ruiz Toledo, nació a principios del siglo XX en  La Carolina (localidad jienense que nunca ha visitado) y su bisabuelo, era de Dalías, Almería. Por entonces, las minas de La Carolina y de Linares, que habían sido las mayores productoras de plomo del mundo, comenzaban a agotarse y la población emigraba en busca de otros filones. Muchos en aquellos tiempos subieron en los años 20 a un tren, que se conoció como el catalán y que tenía por destino una Barcelona boyante de empleo. En esa época en la capital catalana vivían unos 20.000 andaluces. Su abuela murió muy joven y la familia sólo conserva retazos de su biografía. Llegó a Barcelona con 10 años y acompañada de una hermana mayor, se instaló con unos tíos y se casó con Carles Casamajó Ballart.  La pareja tuvo tres hijos pero la guerra y las enfermedades se cebaron con la familia hasta casi aniquilar la estirpe. Primero murió el primogénito, de meningitis, y más tarde, fallecerían el segundo hijo y la propia Manuela, de tuberculosis. Sólo su madre, Núria Casamajó Ruiz, que entonces tenía tres años, sobrevivió. La niña se quedó huérfana muy pronto, ya que su padre huyó a Francia en 1939 y desapareció. Carles en su blog, dos días antes de la consulta catalana del 9N, decía que votaría en su homenaje: «Mi madre tenía cuatro años cuando lo vio por última vez, antes de huir a Francia aquel frío y doloroso invierno de 1939. Pasó por varios campos de refugiados; primero a los del Roselló en condiciones infrahumanas, hasta desaparecer para siempre en 1943. Sus últimas cartas vienen datadas del campo de concentración de Noé, cerca de Toulouse, donde habían ido a parar refugiados de la guerra civil española enfermos y de edad avanzada y judíos desplazados de otros campos. De mi abuelo Carlos se sabe poco, más allá de las cartas que pacientemente enviaba a sus familiares de Barcelona. Las tenemos guardadas, en casa, como un tesoro muy preciado.  Me pusieron tu nombre, para que no nos olvidáramos nunca de que exististe, que sufriste lo que no nos podemos imaginar y que sólo intuimos en tu rostro vencido y quizá dolorido de aquella última fotografía…». Las cartas, las guarda su madre como oro en paño y nunca se las ha dejado leer a sus hijos: «Cuando yo me muera», les dice…

Caganers de Puigdmont

La guerra pasó, la dictadura se asentó y Francisco y María siguieron al frente de la pastelería hasta que su primogénito, Xavier, tomó las riendas. Con él al mando continuó la saga. Se casó con la administrativa Núria Casamajó. En la actualidad, el mayor de los hermanos Francesc, sigue al frente de ella y es muy popular en la zona, los ‘caganers’ de chocolate con la forma del president. Su padre, siempre había sido de izquierdas e ‘independentista”, mantenía reuniones clandestinas en torno al horno de la pastisseria durante el Franquismo, cuando ya soñaban con repúblicas.
Puigdi, de niño quería ser “médico de huesos o astronauta”. Era retraído, solitario y meticuloso; en las excursiones, mientras los otros hacían el cafre, él caminaba a un lado mirando las hojas del suelo como si estuviera filosofando.

Con 10 años disfrazado de nigromante

Con 12 años ya era antifranquista, a tenor de lo que relató hace un tiempo, se colocó en su bata del instituto, el lema “Queremos el Estatut”. De joven, fue bajista en una banda rockera llamada Zenit. Atendía los fines de semana la antigua pastelería familiar Amer. Su activismo político da comienzo al acudir por primera vez a un mitin de Jordi Pujol. Le llevó su tío y padrino Josep, primer alcalde democrático de Amer y afiliado a CIU. Poco después pediría el carné del partido y contribuiría a fundar la Juventud Nacionalista de Cataluña. Se significó como independentista desde muy joven, incluso cuando en las filas de CIU, nadie apostaba por esa vía. Cuando todos los jóvenes de la Transición decían: «Después de Convergència, Esquerra», él replicaba: «Después de Convergència, independencia». Algunos veranos, ayudaba detrás del mostrador, en la pastelería que regentó la familia en el Estartit, pero aquello no era la suyo. El chico melenudo ya había descubierto que hornear pasteles y vender pan no era su vocación.  Lo que le gustaba era el periodismo.

Con 16 años, empezó como corresponsal de deportes para el periódico Los Sitios, de Gerona, antecesor del Diari de Girona. Inició Filología Catalana, estudios que abandonó para dedicarse al periodismo. Nunca se matriculó en Periodismo; Sus razones: el poco tiempo que le dejaba su trabajo en el periódico y los meses de baja que le acarreó un accidente de coche que sufrió volviendo del trabajo en 1983, al chocar con un tráiler, en el que estuvo a punto de ser guillotinado. Le destrozó la cara y el brazo izquierdo, los médicos le salvaron el ojo, el párpado y la nariz como pudieron. Fue entonces cuando, cansado de los 26 kilómetros que separan Amer de Gerona, dijo adiós a su cuna y se estableció en la capital. Trabajaba entonces en el diario ‘El Punt’, donde estuvo más de 20 años, y acabaría siendo redactor jefe, además colaboró con la revista Presència. En 1988 realizó para el periódico, un periplo como periodista viajando por Europa para una serie de reportajes sobre naciones sin Estado y ciudades europeas, que culminó con la publicación de su libro ‘Cata… què?’ en 1994. La anécdota que él mismo cuenta es que, entregaba un DNI falso, ya que,  procuraba llegar a los hoteles a última hora, para que el personal de servicio fueran inmigrantes, que acababan de llegar y que tenían poco dominio del idioma y fácilmente les podía colar el carnet de nacionalidad catalana que llevaba en el bolsillo y les decía: «from Catalonia», y ellos respondían: «Cata … what?» y nunca tuvo ningún problema con la nacionalidad. Viajó por Europa  en la aplicación de las nuevas tecnologías a la información, lo que se traduciría en la creación en 1999, por encargo de la Generalitat, de la Agència Catalana de Notícies (ACN), que dirigió hasta 2002. Después CIU le ofreció ser director de la Casa de Cultura de Gerona.

Marcela Topor

Llegaría su flechazo con Marcela Topor, la primera dama de Cataluña, una joven rumana de origen humilde, tímida y discreta, 15 años más joven que él, que siempre le ha acompañado en sus proyectos profesionales.   Comparte la profesión de periodista con su marido, y es traductora de inglés. Habla perfectamente catalán, lengua que aprendió antes que el castellano. Sufrió las calamidades del régimen comunista, del dictador Ceausescu, haciendo cola de horas y días para tener acceso a algunos alimentos, como la carne.  Se conocieron a finales de los noventa durante la visita de ella, como actriz, en un grupo de teatro aficionado que participaba en el Festival anual Internacional de Teatro Amateur de Gerona que él contribuyó a organizar. Se casó en Rosas por lo civil y en Rumanía por el rito ortodoxo en el año 2000. Puigdemont visitó Rumania para intensificar su relación y habla perfectamente su idioma, acude cada año por Navidad a una celebración religiosa con la comunidad rumana de Gerona, donde ella se instaló cuando empezó a trabajar en el diario en inglés ‘Catalonia Today’ en el 2004. Este periódico catalán en inglés, que al día de hoy se sigue imprimiendo mensualmente, contó con Marcela Topor para la concreción y ejecución de algunas de sus ideas y que tiene como objetivo promocionar Cataluña. Puigdemont fue su impulsor gracias a subvenciones públicas, un total  de 419.380€, otorgadas  por la Generalitat de Cataluña. El Punt Avui lanzó su canal de televisión, siendo una de las presentadoras estrella, Marcela (la Mars), entrevistando en inglés. Viven en Gerona con sus dos hijas: Magalí y María.

Monasterio de Amer

En su pueblo natal Amer, (villa fundada en 840), se precian de que Puigdemont (Presidente número 130), siga los pasos de otros tres vecinos que dirigieron el germen de la Generalitat, la llamada Diputación del General, en los siglos XVI y XVII y que también fueron presidentes. Tres abades que residían en el monasterio de Amer, en su tiempo de máximo esplendor. El primer monje salido del monasterio fue Francisco de Giginta, posteriormente, de las paredes del monasterio salió otro presidente: Miguel de Alentorn y de Salbà,  y finalmente, Andreu Puente de Osseja. Algunos también sitúan a Dalmau Cartellá y Despou como presidente de la Generalitat con raíces amerenques. Así pues, Carles Puigdemont se convierte en el cuarto presidente de la Generalitat salido de Amer. Los abades de los monasterios catalanes solían ocupar ésta, tan elevada responsabilidad, porque en aquellos tiempos eran prácticamente los únicos que sabían leer y escribir. Otro hecho histórico importante es que en 1485, el 8 de noviembre se firmó el compromiso de arbitraje del rey Fernando el Católico en el conflicto remensa.  También nos encontramos con otro personaje ilustre, el ex alcalde de Barcelona que estuvo más años en el cargo durante la dictadura franquista José María de Porciones. Paradójicamente, fueron tres abades del monasterio, el mismo en el que un sacerdote ortodoxo bautizó a la hija mayor del President.

En 2006 fue candidato a las elecciones al Parlamento de Cataluña por CIU, resultando elegido diputado por la circunscripción de Gerona. En 2007, fue cabeza de lista por la misma formación al Ayuntamiento de Gerona, aunque no ganó las elecciones. En el 2011, se convirtió en el sucesor a la alcaldía, interrumpiendo más de 32 años de hegemonía del PSC. El 15 de julio de 2011, cuando se dirigía a una conferencia, fue agredido por un grupo de personas por las protestas contra los recortes. En su mandato como alcalde, puso candados a los contenedores de basura para impedir que los mendigos buscasen comida, una medida que fue muy criticada.

Artur Mas con Puigdemont

En 2015 presidió la Asociación de Municipios Independentistas, una de las principales entidades partidarias de la secesión. En las elecciones al Parlamento de Cataluña de ese mismo año, ocupó el puesto tres en la lista de Junts pel Sí por Gerona, resultando reelegido diputado. En 2016, Artur Mas, presidente en funciones de la Generalidad de Cataluña, le propuso como nuevo presidente, siendo investido con los votos acordados de la extrema izquierda independentista (CUP), Candidatura de Unidad Popular. Miembro del Colegio de Periodistas de Cataluña, entre sus aficiones destacan la música y la lectura. En los restaurantes “sólo pide vinos del Empordà”. Es testarudo o impaciente, y le saca de quicio que alguien junto a él pele naranjas.

En septiembre de 2017, el fiscal general del Estado de España, José Manuel Maza, evoca la posibilidad de detener a Carles Puigdemont por malversación de fondos públicos. La Guardia Civil realizó registros relacionados con el supuesto fraude millonario en la gestión del servicio de aguas de Girona, cuando él era alcalde. El 27 de octubre de 2017 después de que el Parlamento de Cataluña proclamase la República Catalana al amparo de los resultados del referéndum ilegal del día 1 de octubre  y que de inmediato fuera suspendida, el Senado aprobó las medidas propuestas por el gobierno al amparo del artículo 155 de la Constitución Española, entre ellas la destitución de Carles Puigdemont como Presidente de la Generalidad y a todo el Gobierno de Cataluña. Voló a Bruselas (casualmente la única embajada que no ha sido intervenida), en busca de defensa jurídica, asilo político, ¿o?

De pequeño quería ser astronauta y casi lo ha conseguido: no viaja por el espacio, pero vive en las nubes, rodeado de esteladas.  

Antes de que llegara Halloween

El gigante de Norteamérica se ha apropiado de algunas antiguas «fiestas» europeas que luego nos ha devuelto transformadas como si fueran suyas. Una de ellas es  Halloween, que se celebraba en España mucho antes de que Estados Unidos fuese nación. En realidad es un ritual pagano de origen celta, de hace más de 2000 años. Los antiguos pueblos celtas, a finales de Octubre, solían celebrar una gran fiesta para conmemorar “el final de la cosecha”, bautizada con la palabra gaélica de Samhain, ‘el final del verano’. Se almacenaban provisiones para el invierno y sacrificaban a los animales más débiles.  Los celtas creían que los espíritus de los muertos volvían a visitar el mundo de los vivos. Los sacerdotes druidas, sirviendo como médiums, se comunicaban con sus antepasados. Se dice, que los espíritus de los ancestros llegaban en esa fecha a visitar sus antiguos hogares. Dejaban comida y dulces fuera de sus casas y encendían velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz. Encendían grandes hogueras para ahuyentar a los malos espíritus, usaban  máscaras y pieles de animales y , se vestían fúnebremente, para de esta forma pasar desapercibidos, paralelismo que existe con las fiestas de disfraces actuales. La noche se pasaba en vela, junto a cráneos decorados, ingesta de bebidas alcohólicas y rituales que, supuestamente, incluían algún que otro  sacrificio humano.

Los romanos incorporaron en su calendario este particular festejo. El culto a los muertos junto a las tumba de los antepasados, los llamados refrigerium, espíritus de los muertos malévolos que se negaban a marcharse y aterrorizaban a los vivos, y los lemures y los manes, espíritus que habían alcanzado la Inmortalidad y desde “los Cielos” les podían ayudar.  También se celebraba la fiesta de la cosecha, en honor a Pomona, diosa de los árboles frutales, y se mezclaron ambas tradiciones. Tras las invasiones germanas, la Iglesia a partir del siglo IV, y en recuerdo de los mártires cristianos que no tenían una festividad propia, adaptó al conjunto de las celebraciones paganas en el Día de Todos los Santos, en un intento de darle un marco sagrado.

Nabo iluminado

Posteriormente, hacia el año mil, se estableció el día de los Fieles Difuntos o de las Almas. En este día los cristianos iban de pueblo en pueblo mendigando “pasteles de difuntos”, trozos de pan con pasas de uva. Esta costumbre es muy similar a la que conocemos hoy de: “truco o trato” o pedir caramelos de puerta en puerta. Cuantos más pasteles recibieran los mendigos, mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma de los parientes muertos. En esa época se tenía la creencia de que los muertos permanecían en el limbo durante un período posterior a su fallecimiento y que las oraciones, aunque fueran rezadas por extraños, podían acelerar el ingreso del alma al Cielo. Cuantas más ofrendas dieran a la Iglesia y más evocaran el recuerdo de sus familiares difuntos, menor sería el tiempo de espera en el purgatorio.

La tradición sería recogida y se extendería por los pueblos de la Europa medieval, en especial los de origen céltico, quienes ahuecaban nabos, o remolachas y en su interior ponían carbón ardiente para iluminar el camino de regreso al mundo de los vivos, a sus familiares difuntos más queridos, a la vez que se protegían de los malos espíritus.

Desde el paleolítico nos alimentábamos de castañas y bellotas. Los romanos aumentaron el cultivo de castaños y, su fruto se convirtió en base de alimentación, como fruto fresco, seco o molido para hacer harina. Tradicionalmente servía también como agradecimiento por la cosecha recibida. Las castañas asadas y los dulces también se ofrecían a los muertos junto a sus tumbas, para que descansasen en paz y no atormentasen a los vivos.  En España, dicho trasfondo pagano se dio durante siglos, sobre todo en el ámbito rural y a través de un rico acervo de leyendas y antiguas tradiciones, que a pesar de la cristianización, nunca dejaron de estar, y que solo en los últimos doscientos años se han ido perdiendo. Sustituyendo al nabo y posteriormente a la calabaza, la castaña en España era la estrella de la fiesta. El Magosto es una fiesta de raigambre céltica, que se celebra cuando se recolecta, a finales de octubre y  tiene como elementos principales la castaña y el fuego. Está profundamente relacionada con el culto a los muertos, y era habitual dejar el fuego encendido de la casa y alimentos, para que los espíritus de los difuntos de la familia volvieran a sus hogares durante esa noche para calentarse. Se celebran numerosos rituales, tanto para purificarse, curarse, recordar a los antepasados, asistir a misa de difuntos o visitar al curandero local.  Se tiznaban las caras de negro con carbón de la hoguera; calaveras, mascaradas, candiles, dulces, bebidas espirituosas, los vivos, los muertos, el Más allá, el miedo y la fiesta. En España nos encontramos muchas regiones que comparten el magosto.

La Santa Compaña

El origen del término  magosto es gallego: Magnus Ustus (gran fuego) o Magum Ustum (resaltando el carácter mágico del fuego). La fiesta más clásica de Galicia se llama O fiadeiro, una reunión de jóvenes celebrada el día de Todos los Santos. Está formada de música y bailes tradicionales, la muñeira acompañada con la gaita, de origen celta, la pandereta, el tamboril y el acordeón. Hoy en día se intenta recuperar esta tradición. Originalmente se encendían hogueras en las que se asaban las castañas.

También nos encontramos la leyenda de la Santa Compaña: la temida procesión de difuntos que recorría los caminos en esta fecha. Se conoce también como Huespeda, Estadea, Compaña o Genti de Muerti, su arraigo proviene de las leyendas europeas pertenecientes al medievo. En ellas se menciona la aparición de un grupo de muertos o almas perdidas ataviados con ropajes, encabezada por un mortal que en sus manos lleva una cruz. Le siguen varios encapuchados en una perfecta fila que acompaña con cánticos y rezos, levantando a su paso una densa niebla, viento y por supuesto olor a cera. El mortal que encabeza la hilera de ánimas moría pocos días después, o bien traspasaba su cruz al desafortunado testigo que se cruzaba en su camino, siendo éste el nuevo “cabecilla” de la Estadea. Dicen, que en caso de cruzarse con las ánimas en la noche, escapar de ella tiene solución. Desde realizar un círculo e introducirnos en él, pasando por tumbarnos boca abajo en el suelo, rezar y la vía más fácil… salir corriendo. En el Camino de Santiago, están los llamados Cruceiros; es este uno de los elementos a tener en cuenta en la leyenda pues, a pesar de que hagáis un círculo, recéis o corráis como alma que lleva el diablo… cualquier encuentro con la Santa Compaña debe concluir en un Cruceiro.  Este monumento pasa por proteger a los peregrinos que, por caprichos del destino ha puesto a la Procesión de Ánimas en su camino. Dicen que en las Rías Baixas es donde se han visto con mayor frecuencia y especialmente en el Día de Todos los Santos. En la villa de Ribadavia se celebra la fiesta «a noite meiga» (la noche bruja), en la que la ciudad «se llena» de fantasmas, brujas, vampiros… Se puede contemplar el apasionado mundo de la mitología gallega en Lugo, con sus santuarios celtas, como el complejo ceremonial de la Pena de Rodas.

En Asturias se celebra el maguestu de Difuntos, en el que las familias asan castañas alrededor de una hoguera, acompañada de sidra dulce. Al finalizar, las castañas que sobran se suelen tirar al suelo para que coman los difuntos. Además de la Santa Compaña, que también se aparece por esos lares, se sabe que, en el siglo XVIII por los días de difuntos, los niños llevaban lámparas encendidas y pedían comida por las casas durante esa noche. Otra práctica común era la adivinación, que a menudo implicaba el consumo de alimentos y bebidas, e incluso se celebraban banquetes en las tumbas de los antepasados.

Ericero

En Cantabria la asadura de castañas se conoce con el nombre de Magosta. Se trata de una fiesta ancestral que se celebra en numerosos pueblos de la región, y en muchos de ellos se acompaña con la música tradicional bajo el son del pitu y tambor y canciones montañesas. En algunos pueblos cántabros se continúa con la tradición y la Magosta se celebra acompañada de una Romería Montañesa. José Mª de Pereda nos describe en su novela «El sabor de la tierruca» 1882, una magosta en Cumbrales(Polanco). Gaztainerre o gaztañarre es el nombre por el que se conoce en el País Vasco. Difiere en que las castañas asadas se cenan acompañadas por caracoles o morokil, masa hecha a base de harina de maíz. Antiguamente, las castañas, todavía dentro de sus erizos eran almacenadas en lugares al aire libre llamados ericeros que se construían cerca de los castaños y de donde se iban cogiendo según las necesidades. Todavía se pueden ver este tipo de construcciones, ya sin uso, en el Parque Natural del Gorbea o en el de Urquiola.

En Cataluña por ejemplo, se festeja la conocida Castanyada, en la que se comen castañas, panellets, boniatos y fruta confitada, acompañada con moscatel. Originaria del siglo XVIII, deriva de los antiguas comidas funerarias, en las que no se servían otras comidas que legumbres, frutos secos y los panes que se ofrecían a los difuntos en los funerales, más popularmente, panecillos, bollos o panellons. La comida tenía un sentido simbólico de comunión con las almas de los difuntos: se asaban castañas, y se rezaban las tres partes del rosario. Es común el tiznado de la cara con los restos de la hoguera, saltar la hoguera ya que trae buena suerte, así como realizar diferentes juegos tradicionales, contar cuentos y cantar canciones populares. La ingesta de estos alimentos (altamente energéticos), se debe a que se tocaba a muertos toda la noche sin cesar, hasta el amanecer; amigos y parientes ayudaban a los campaneros a realizar esta dura tarea. Existe una similitud del día de Todos los Santos, con el cuento de Antonio Ferrándiz Castells, “Añuca la Castañera”, una historia de otoño en verso que concluye con una moraleja: si eres generoso, el Cielo te ayudará.

En Extremadura se denomina chaquetía o chiquitía, calvochá,   calbotes o magosto, a la merienda, que se realiza en el campo y se consumen frutos del tiempo como: higos, pasas,  nueces,  bellotas,  granadas, castañas y preparados como el dulce de membrillo y también ciertas tortas típicas, bollas, o panes especiales. En muchos pueblos todavía los muchachos salen a pedir comida de casa en casa. Inicialmente la chaquetía se refería al aguinaldo  que los niños recogían de sus familiares o vecinos para atender los toques de campana. También se llama a la romería o jira, o a la comida que se lleva a al campo en una cesta de mimbre. En las Hurdes se llama carbochá, en esta comarca extremeña existe la creencia popular de que el Fuego de Todos los Santos sirve para calentar a las ánimas que rondan alrededor. 

Portapaz

En Canarias el Día de los Santos y Difuntos, llamado de Finados o Finaos, los monaguillos llevaban la Paz; iban por las casas, bendecían con agua bendita los patios y la vivienda, y les mostraban el Portapaz; un cuadro de plata con una cruz, que besaban, depositando una limosna o donativo. El párroco y los monaguillos realizaban responsos por las sepulturas, a petición de las familias, que luego darían la limosna convenida. En el norte de Tenerife, otra de esas tradiciones era El pan por Dios, era una costumbre de los panaderos de agradecer en ese día a sus clientes con un pan adicional. La respuesta de los vecinos siempre era: que «te lo acreciente Dios». Muy extendido por las islas estaban los santitos o Santos. Los más jóvenes debían coger una talega y visitar las casas del pueblo pidiendo los «Santos», recibiendo generalmente frutos secos. Era costumbre también, encender durante todo el día velas o lamparitas de aceite por cada uno de los muertos de la familia. Por la tarde, la familia recordaba a los difuntos, mientras compartían algunos productos de temporada: castañas y piñas asadas, almendras, chochos, etc..También se bebía anís y se escuchaba,  a los ranchos de ánimas, grupos que tocaban por las calles, yendo de puerta en puerta: rezaban cantando por las ánimas de los difuntos, recaudaban pequeñas cantidades de dinero que ofrecían a la Iglesia para sufragar el entierro de quienes carecían de medios. Los cantos eran monótonos, tristes y repetitivos.

Representación «El monte de las ánimas»

Calbote o calbotá  esta celebración es propia del Valle del Tiétar, Sierra de Béjar y La Vera. En Sanabria,  Zamora, esta fiesta, consiste en la recogida de la castaña organizando reuniones familiares, durante las cuales este fruto se come asado con miel o cocido con leche. Se acompaña con jotas, con los sonidos de la gaita de fole, autóctona, el tambor y el pandero. A las afueras de Soria, se celebra una procesión muy famosa llamada «Ritual de las Ánimas», en el que las personas cantan por la noche mientras llevan en las manos velas protegidas por botes, calabazas o cacharros de barro agujereados, para finalmente hacer una gran hoguera. Desde hace pocos años, se ha recuperado un ritual que nació en torno a la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer en su cuento de terror «El monte de las ánimas» (1862). La magia y el misterio de este texto del poeta situado en un monte soriano, reúne a un grupo de personas cada noche de difuntos, al escenario en el que se inspiró Bécquer, para dar lectura a la leyenda alrededor de una hoguera, donde se hacen las tradicionales calbochadas.  Todo el pueblo disfruta asando castañas, fruto que, según los lugareños, para que sepa mejor, se tiene que tapar con hojas de berza nada más salir de la lumbre.Los habitantes de Pedro Bernardo, elaboran un corralillo de piedra de unos 50 cm. de diámetro, dónde se deposita una capa de acículas de pino y sobre ese lecho se esparcen las castañas, hasta llenar el corral. Una vez asadas hay que hacerlas sudar con hojas de helecho frescas, para que se pelen con facilidad.

Desde finales del siglo XVIII, la generalización del maíz y la patata, que llegaron de América, hicieron que las castañas perdieran su protagonismo. Cada vez hay menos castaños, debido a los incendios, a las talas, a las epidemias como la tinta, y al propio cambio climático. Desde hace unos años, se celebran calbotás populares en el Parque del Rollo, en Ávila y siembran las castañas sobrantes en el monte cucharero. Con esta fiesta, la castaña, intenta recuperar la importancia que le fue arrebatada durante siglos.

Huesos de santo

En Valencia era costumbre bendecir panes y cocas. Consumidas por los vecinos, los vivos creían colaborar así en el pronto acceso al paraíso de sus difuntos. Esas prácticas fueron una evolución de los banquetes fúnebres o ‘dinars dels morts’ en honor al difunto, suprimidos por algunos excesos en su desarrollo. En Segorbe, los habitantes llevaban pan para repartir entre los pobres y el clero. En muchos pueblos valencianos el suministro de viandas se hizo hasta el siglo XVI sobre los fosares, era el ‘dia de partir lo pa’, el mismo Día de Difuntos, esta tradición podría haber derivado en la elaboración de los conocidos huesos de San Antonio. No hace tantas décadas, se vestía de luto y se madrugaba. El son de las campanas advertía de la necesidad de rezar tres rosarios por las ánimas que no habían alcanzado el cielo.

Hostería del Laurel

En Sevilla nos encontramos con la ruta de Don Juan Tenorio,escrito por José de Zorilla en 1844, para poder visitar la Hostería del Laurel, situada en el barrio de Santa Cruz, un icono de representación teatral en estas fechas, en toda España, debido a la acción; que transcurre durante la noche por las calles misteriosas de Sevilla, en celdas y conventos, y  entre las estatuas y tumbas de un panteón. Las estatuas cobran vida, las sombras hablan, y se hace una idea idealizada del cielo y del infierno. En esta taberna los personajes de la obra, Don Juan y Don Luis, habían acordado reunirse transcurrido un año después de una apuesta.

 

Crisantemos

En Aragón, las creencias populares hablaban de que las almas que no habían llegado a su destino final, podían volver a los pueblos y merodear por los cementerios.  Para ahuyentar a los espíritus se utilizaban las calabazas e incluso en muchos pueblos los jóvenes tocaban las campanas durante toda la noche. También se organizaban procesiones y se colocaban velas para guiar a los espíritus hasta los camposantos. Por ejemplo en Calmosa, un pueblo abandonado; hablaban de la Procesión de las Lumbretas, almas del más allá que vagaban por la noche, llevando luces en sus manos, para pedir oraciones por su alma, o para avisar de un peligro. Decían que si te encontrabas con ellas debías protegerte dibujando un círculo en el suelo y rezando una oración. Eran historias y leyendas que estaban muy enraizadas en la cultura popular. En Belchite, en la Noche de Difuntos se colocaba una clara de huevo en un vaso y al día siguiente, parecía tomar la forma de una calavera. En Murcia tiene ese componente religioso, característico de los pueblos y ciudades españolas. Acuden a los cementerios a honrar a sus difuntos, el arreglo de las tumbas, nichos y panteones, se complementa con el ornamento floral, con las flores típicas de estas fechas: crisantemos, claveles, dalias…etc.

Buñuelos de viento

En la Comunidad de Madrid, se tienen registros de numerosos municipios en los que se decoraban las casas con calabazas, a las que le hacían agujeros en su interior para simular una cara con ojos, nariz y boca, con aspecto terrorífico y se introducía una vela dentro, con el objetivo de invocar espíritus protectores y asustar a la gente. Garganta de los Montes es una de las localidades madrileñas que ha conservado esta costumbre hasta hace bien poco, y los niños disfrazados recorrían el pueblo con ellas en las manos y la gente les daba caramelos,  En muchos pueblos esa noche solo estaban iluminadas las calabazas y las hogueras. También se utilizaban calabacines, botijos, ollas. En Ajalvir en vez de una calabaza se utiliza una calavera de asno; y en Tielmes, un botijo. Era muy habitual tocar la campanilla durante esa noche hasta el amanecer, y en muchas ocasiones la gente iba vestida de negro. Se llevaban a los cementerios luces para «guiar» a los muertos y se limpiaban las tumbas.  En el plano gastronómico es bastante común el consumo de: los buñuelos de viento, los huesos de santo, y en las churrerías en ese día se hacían unos buñuelos churros especiales.

Actualmente, Halloween es una especie de Carnaval, con disfraces de terror. Se ha hecho enormemente popular y convertido en un gran negocio. La mayor parte de la sociedad española considera que es una fiesta estadounidense y que nos ha «invadido» a través de, los medios de comunicación, el cine, series… Lo cierto es que no existiría sin esas raíces célticas y paganas. Raíces también presentes en la tradición española y que nos llevan a pensar que hay algo de “ida y vuelta”. Una celebración casi apagada y que ahora vuelve a avivarse de mano del influjo norteamericano. Cierto es, que todavía es pronto para decir cuál será su recorrido, si será una moda pasajera o si se quedará como una fiesta más, mayormente vivida quizás en sus elementos más superficiales y espurios. Pero también es verdad que quizás lo que tengamos por delante, sea una oportunidad de reencontrarnos con antiguas tradiciones, y sepamos entonces encontrar nuestra propia manera de hacer de esta fiesta, una fiesta realmente nuestra. Sustituir las chuches, por alimentos sanos, como los frutos secos, las castañas y batatas asadas… ¡chuletas de la huerta! No es mala idea.

Todavía, pero cada vez menos, la gente mayor enciende en su casa lamparillas de aceite. Aún conservo en mi reminiscencia el olor del aceite, la luz tenue del fuego, el recuerdo de mis seres queridos.

La Bandera Española rojigualda

A lo largo de la historia en la Península Ibérica, resulta evidente que en el periodo de dominación romana, las legiones ya trajeron a nuestro suelo, algo similar a las banderas, vexilla, velas cortas, estandartes que guiaron todas sus conquistas. Los visigodos debieron continuar usándolas, pero en realidad fueron los árabes quienes introdujeron las banderas tal y como hoy las conocemos, y que asociarían un determinado color con una dinastía; como el blanco de los Omeyas y Almohades, o el verde de los Fatimidas. Durante la Reconquista, los cristianos fueron abandonando las insignias heredadas de romanos y visigodos y fueron adoptando paulatinamente banderas al estilo de sus enemigos musulmanes, con la diferencia de que sobre los paños colocarían las mismas figuras y colores que en sus escudos.

De esta forma comenzaron a aparecer desde mediados del siglo XII unos colores y emblemas que se repetirán a lo largo de los siglos siguientes como: los castillos y leones de Castilla y León, las barras aragonesas, las cadenas navarras… En el siglo XIII, la diversidad de las banderas era tan grande que Alfonso X el Sabio se vio obligado a reglamentar su forma, denominación y uso en el manuscrito de Las Siete Partidas, ordenamiento jurídico que ha regido en España desde la Edad Media hasta la edad Moderna. Alfonso XI, rey de Castilla y de León (1311-1350), instituyó la Orden de Caballería de la Banda y sus sucesores, hasta Carlos V, continuaron esta costumbre. Los Reyes Católicos usaron la Banda de Castilla, adornada con yugos y flechas, las iniciales de sus nombres y la célebre leyenda de “tanto monta, monta tanto”. Pero las banderas seguían sin tener carácter nacional, y los ejércitos españoles combatieron bajo estandartes con los colores heráldicos de sus capitanes respectivos.

Cruz de Borgoña

Con la boda de Juana La Loca, Felipe el Hermoso incorporaría la Cruz o Aspa de Borgoña, este emblema pasó a ser el de la nueva nación, de España que perduraría hasta nuestros días, originaria de este ducado francés, con su característico diseño que representa dos troncos de árbol cruzados en X. Es una representación de la Cruz de San Andrés en la que los troncos aparecen con sus nudos en los lugares donde se cortaron las ramas. Por ser San Andrés el patrón de Borgoña, esta Cruz fue también el emblema utilizado por las tropas de Juan Sin Miedo en la guerra de los Cien Años. Se incluyó en los escudos de armas y en las banderas de España, tanto de tierra como de mar, desde 1506. En tierra, esta bandera, ondeó quizá por primera vez en la batalla de Pavía en 1525 (aunque las aspas rojas eran lisas, sin nudos), y es la más característica de las utilizadas por los tercios españoles y regimientos de infantería durante los siglos XVI, hasta comienzos del XIX y luego heredado y expresamente adoptado por su hijo, Carlos I de España y V de Alemania. Con el devenir de los años sufrió ligeras variaciones, por ejemplo el rey Felipe II estableció la sustitución del paño blanco donde se sitúa la cruz, por uno de color amarillo. Los buques mercantes y corsarios también enarbolaban banderas blancas con la cruz de Borgona en rojo.

Al acceder al trono español la dinastía de los Borbones, el rey Felipe V, instauró  en su bandera, el escudo de armas en el centro sobre un fondo blanco. Por real decreto Felipe V el 28 de febrero de 1707 decía: «Y es mi voluntad que cada cuerpo traiga una bandera coronela blanca con la cruz de Borgoña, según estilo de mis tropas, a que he mandado añadir dos castillos y dos leones, repartidos en cuatro blancos, y cuatro coronas que cierran las puntas de las aspas».

Escudo de Felipe V

El espíritu reformista de la dinastía borbónica se tradujo en el terreno de las banderas en una completa reorganización y regulación, imponiéndose como norma general el color blanco, considerado como el propio de la Casa de Borbón, sobre el que unas veces figurará la Cruz de Borgoña, otras el escudo real y también ambos emblemas combinados, a menudo acompañados de otros (castillos, leones, escudos de ciudades, etc.). El gran problema era, que las banderas de otros reinos gobernados por dicha dinastía como Parma, Nápoles, Francia, Toscana, o Sicilia, además de Gran Bretaña, cuando utilizaban la bandera blanca con la cruz de San Jorge, podían ser confundidos con buques de otras nacionalidades que también empleaban el color blanco como color de fondo. Debía ser muy engorroso, sobre todo en tiempos de guerra, intentar otear la bandera del barco oponente y no distinguirlo de amigo o enemigo hasta estar lo suficientemente cerca. O pensar, que es de la misma nación y acercarse y descubrir, en el último momento, que es un navío inglés, por ejemplo. Este juego de hacerse pasar por quién no es también se daba, pero era una táctica naval en tiempos de guerra. Esto significaba que había muchas complicaciones a la hora de saber el origen o procedencia de los barcos y su reconocimiento en el mar. Por tanto, la dificultad de diferenciar unas naves de otras, hacía que durante las batallas, las embarcaciones no pudieran atacar hasta estar bien seguras de que el contrario era enemigo o aliado. Debió ser algo en lo que los mandos de la Armada insitieron mucho.

Propuestas presentadas

Para dar solución a este problema, el rey Carlos III decidió convocar un concurso de diseño de banderas que encargó a Antonio Valdés y Fernández Bazán, por entonces Ministro de Marina, para crear una bandera nueva para uso naval. Valdés eligió los doce bocetos que más le gustaron. Posteriormente, se los presentó a Carlos III para que escogiese el diseño final. Tras un tiempo de estudio de las opciones presentadas, el monarca optó por una bandera de colores rojo y amarillo,  el 28 de mayo de 1785,  (Real Decreto dado en Aranjuez)No obstante, realizó una modificación en las proporciones de las franjas, haciendo que la central amarilla fuese el doble de ancha que las franjas rojas Se ha especulado mucho sobre los motivos que llevaron a Carlos III a elegir estos colores, y se han buscado explicaciones simbólicas, como que el amarillo representa el oro del Imperio y el rojo la sangre derramada en defensa de la nación. También se ha afirmado, con bastante más fundamento, que el rey tenía presente que el rojo y el amarillo son los colores dominantes en los escudos de Castilla, Aragón y Navarra, y se ha sugerido que el modelo elegido suponía una combinación de los colores aragoneses con el escudo castellano. Pero de lo único que tenemos certeza es que la bandera pudiera ser distinguida de lejos y no ser confundida con otros barcos enemigos, ya que el color rojo, es muy llamativo en el mar.

Bandera ganadora

La bandera ganadora del concurso empezó entonces a utilizarse a partir de 1785 en los buques de guerra y mercantes, ampliándose por las Reales Ordenanzas de la Real Armada de 1793, su uso a las Plazas y Castillos marítimos y otros establecimientos, como arsenales, astilleros, cuarteles, observatorios, Escuelas de Guardiamarinas… Así que  la bandera ganadora del concurso de Carlos III fue por así decirlo la bandera de la Real Armada, siendo todavía la blanca la oficial de España. Es el inicio de la historia de la bandera española, que también es conocida como la “rojigualda”. También cambió el escudo borbónico. Optó por un escudo con un león a la derecha y un castillo de color dorado a la izquierda. Todo ello con una corona en la parte superior. El hijo de Carlos III, el rey Carlos IV, implantó en el Ejército de Tierra esta bandera. Con el tiempo se hizo muy popular, especialmente durante la Guerra de la Independencia Española (1808-1814).  El fervor patriótico del pueblo que surgió durante las batallas contra los franceses, hizo tomar como suya esta bandera, pese a tratarse de una bandera del Ejército. Tal fue el incremento de su popularidad que la reina Isabel II la declaró bandera nacional española en el Real Decreto de 13 de octubre de 1843, abandonando definitivamente la blanca.

Bandera Primera República

Y de este modo permaneció hasta la llegada de la I República (1873-1874). Los republicanos  eliminaron la corona al escudo, pero dejaron igual el resto de colores y símbolos. No obstante, esto solo se mantuvo por un año, hasta que se instauró nuevamente la monarquía.

Durante la II República, aparte de cambiar el himno nacional, la franja roja inferior se cambió por una franja morada, como homenaje a los comuneros de Castilla que se enfrentaron a Carlos I.

 

Bandera Segunda República

Aunque muchos piensan que esta franja morada es un error de interpretación, puesto que el verdadero pendón de Castilla es de color rojo y más en concreto carmesí. Incluso se piensa que se debió esta confusión por estar desteñida o decolorada. El escudo también sufrió cambios. Se añadieron los reinos de Aragón, Granada y Navarra. También se sustituyó la corona por un castillo en la parte superior del escudo y se incluyeron las 2 columnas de Hércules con el lema ‘Plus Ultra’,  más allá, recuerdo de Carlos V y de la dimensión de las Indias. Se cree que la simplificación de este símbolo podría ser una explicación  al origen del símbolo del dólar.

Una vez finalizada la Guerra Civil española (1936-1939), fue modificada nuevamente. Se retomaron los colores originales y se eliminó el castillo que coronaba el escudo, cambiándolo por una corona nuevamente. También se incluyó el águila de San Juan, en homenaje a los Reyes Católicos, especialmente a la reina Isabel, cuyo escudo personal la incluía. El escudo del Águila de San Juan se remonta hasta el siglo XV, y representa al evangelista San Juan, por el que la reina mostraba gran interés al ser patrono de la familia real de Trastámara, hasta el punto de coronarse el mismo día de su honomástica. De ahí pasaría a su matrimonio con Fernando de Aragón.

Bandera franquista

Otro de los elementos tomados de los Reyes Católicos, son el yugo con el nudo gordiano y el haz de flechas, elementos que también tomó la Falange para confeccionar su símbolo. Estos elementos son por las iniciales de sus respectivos cónyuges (en el caso de Isabel, las flechas y en el de Fernando, el yugo; dado que por aquel entonces se escribía Ysabel en castellano antiguo). Flanqueando al águila, tenemos de nuevo las Columnas de Hércules sobre ondas marinas con el lema de Plus Ultra soportado por las mismas, al igual que en el anterior escudo republicano. Lo único que varía es la presencia en la parte superior de las columnas la corona imperial del Sacro Imperio Romano Germánico a la izquierda y la Corona Real española, recordando la historia de España como reino e imperio. Sobre el pecho del águila encontramos el escudo de los Reyes Católicos y por último, rodeando la cabeza del águila también encontramos, el archiconocido lema franquista de «Una, grande y libre»; que hacía referencia a la indivisibilidad de España, la grandeza de su imperio perdido en América, a las que se sumarían las posesiones en África y la libertad frente al sometimiento a las potencias extranjeras.

Escudos de Juan Carlos I y de Felipe VI

En la constitución española de 1978 se regula la bandera nacional, pero no se regula el escudo sobre la bandera. Por este motivo existe posibilidad de cambio del escudo, y que aún a día de hoy, se ha vuelto a matizar con la coronación de Felipe VI. En el nuevo diseño del escudo del rey, se pueden observar una serie de cambios con respecto al que correspondía al reinado de su padre Juan Carlos I. Lo más destacable es la desaparición de las flechas y del yugo. Además, se ha cambiado de color, antes azul y ahora rojo carmesí.  A pesar de que el yugo y las flechas son símbolos de los Reyes Católicos con una gran tradición y profundidad, el rey Felipe VI «ha querido quitar cualquier referencia al Franquismo». También ha desaparecido del escudo la emblemática Cruz de Borgoña, usada por requetés carlistas durante la Guerra Civil Española.

«El nuevo escudo es mucho más simple con un toque de modernidad». Además, «ha cambiado el fondo de la bandera por un color más hispano, el carmesí«.

El Mapa perdido de Cristóbal Colón

Cristóbal Colón pudo utilizar el mapa de Henricus Martellus, en la preparación de su viaje a las Indias en 1492 en el que descubrió el Nuevo Mundo, un cartógrafo alemán que trabajaba en Florencia y realizó este mapa. La ciudad toscana de Florencia, no sólo se convirtió en un centro de humanismo literario, sino también en un lugar de encuentro de portugueses, holandeses, interesados por el comercio y los descubrimientos geográficos, que en aquellos años se convirtió en uno de los centros cartográficos más importantes de Italia.

El Mapa de Martellus, tras varios siglos con paradero desconocido (aunque se cree que formó parte del patrimonio de una familia de la Toscana), esta joya de la cartografía apareció a mediados del siglo XX en Berna cuando fue ofrecido a la venta, comprado de forma anónima, y luego donado también de forma anónima, a la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale, donde fue oficialmente presentado el 6 de abril de 1971. Sin embargo, ese entusiasmo inicial que desencadenó el hallazgo de este ejemplar cartográfico único, rápidamente se transformó en desencanto: era imposible estudiar los detalles del mapa, ya que casi todos las leyendas y las inscripciones que se habían desvanecido y resultaban apenas visibles.

Los Panotii

Durante mucho tiempo ha sido pasado por alto debido a su oscurecimiento y a la ilegibilidad de sus textos, debido al mal estado de conservación en el que se encontraba. La mala condición de este mapamundi, no dejaba ver los detalles del mismo a los investigadores, hasta que recientemente, en 2015, mediante una técnica de imagen multiespectral, nos ha permitido desvelar texto y detalles, que no se podían observar a simple vista. Varios siglos después, se han podido descubrir todas las leyendas y descripciones escritas por el cartógrafo que el tiempo fue desdibujando hasta volverlas invisibles. Unos investigadores han descifrado este documento desconcertante. Los hallazgos descubiertos por este trabajo, fue liderado por el historiador Chet Van Duzer. La imagen multiespectral revela que originalmente había topónimos en todas partes. Por primera vez hay una información precisa con ciudades, ríos y montañas que, según dedujo Van Duzer, provienen de los datos geográficos compartidos por tres delegados etíopes que acudieron al Consejo de Florencia en 1441. Nos habla con emoción de los descubrimientos en el interior de África: «Es una de las partes más increíbles». Por primera vez hay una información precisa con «ciudades, ríos, montañas en Sudáfrica en el siglo XV», remarca. Un nuevo análisis que se le ha practicado revela cientos de nombres de lugares y 60 pasajes escritos, con una visión novedosa de la cartografía renacentista. Aunque otros tres planos anteriores cuentan algunos detalles del continente, el mapa de Martellus es el más completo. Los textos escritos en latín, hacen referencia a información histórica específica, del Sáhara por ejemplo, y también a ciertas fábulas. Algunas nos hablan de, monstruos como «un pez torpedo», una «orca de piel suave» o una «serpiente» en África. En la zona de Asia, aparece una referencia a Tangut: un estado que existió entre el siglo X y XIII en lo que hoy es China. Entre algunos de los lugares que destacó Martellus en sus anotaciones está, el pueblo de Balor, ubicado en el norte de Asia. De él se dice que: “vive sin trigo y subsiste sin carne de venado”, o la región de los panotii, gente de orejas tan largas que podían usarse como sacos de dormir.

Se desconoce el número de unidades que se hicieron de él. Aunque no tiene una fecha concreta, hay indicios de que pudo haber sido elaborado en 1491, ya que en él se cita un libro publicado en ese mismo año. Colón, según estos especialistas, pudo haber consultado este mapa, o una copia del mismo, o uno muy similar, antes de embarcarse en el Puerto de Palos hacia las Indias, también por determinados detalles que indicó en sus escritos Fernando Colón, su hijo, cosmógrafo y un miembro de su tripulación, que coinciden con los del mapa.

En 1484 Henricus Martellus produjo un códice llamado Insularium Illustratum («Libro Ilustrado de Islas»), que contenía mapas de una serie de islas dibujadas y pintadas sobre pergamino con una descripción de las mismas en latín. Comienza con una inscripción sobre la Ilustración de «la totalidad de las islas de los Mares del Mediterráneo». Es interesante la convención que las montañas estén dibujadas con los colores marrón y dorado, los ríos en azul claro, los bosques tienen árboles en color verde y los mares, en azul oscuro.

Erdapfel

El mapamundi que dibujó era muy similar a la del globo terráqueo que produciría Martin Behaim en 1492, el primer globo terráqueo moderno y, de hecho, su Erdapfel, como así lo llamó, es el más antiguo que se conserva, y que se encuentra en el Museo de Nuremberg. Es posible que Behaim, estando en Portugal, conociera a Colón y entablaran discusiones acerca del proyecto para llegar a las Indias por el oeste. Se relata que Colón, «confirmó su opinión con su amigo Martin de Bohemia, un portugués, oriundo de la isla de Fayal, un cosmógrafo de gran criterio». Sin duda, fueron principalmente razones comerciales las que le llevaron a Portugal, ya que Behaim pertenecía a una familia de comerciantes. Cristóbal Colón también llevaba a bordo de su embarcación, un globo terráqueo en la que Cipango [Japón] estaba representado frente a las costas de Europa, y que pudo haber sido obra de su hermano Bartolomé que, según las crónicas, realizó mapas y globos. Se sabe que Bartolomé en 1474 se trasladó a Lisboa con su hermano, y allí se convirtió en un consumado cartógrafo. Probablemente acompañó, en 1486, a Bartolomeu Dias en el viaje que llevó al navegante portugués hasta el cabo de Buena Esperanza.

Claudio Ptolomeo

Martellus basó su proyección en los antiguos trabajos de Claudio Ptolomeo, eminente matemático, geógrafo y astrónomo greco-egipcio, que elaboró una de sus grandes obras, Geographia. En ellos describía el mundo en su época. Ptolomeo tomó como base la estimación hecha por Posidonio de la circunferencia de la Tierra, (el tamaño de la Tierra era bastante menor que el real), y exageró la extensión del continente euroasiático en dirección este-oeste. Su sistema de latitud y longitud sirvió de ejemplo a los cartógrafos durante muchos siglos. Martellus, basándose en su obra hizo copias manuscritas que luego actualizó con otros descubrimientos más recientes, entre los que se incluían algunos detalles de los viajes de Marco Polo, o de los periplos portugueses alrededor del Cabo de Buena Esperanza.

Mapa de Toscanelli

También Colón tuvo acceso a unos informes redactados por el matemático y médico florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli, redactado a instancias del rey Alfonso V de Portugal. Toscanelli, en su famoso mapa de 1474 se refiere a un globo terráqueo como lo más adecuado para demostrar la hipótesis en cuanto a la pequeña distancia que supuestamente separaba el Oeste de Europa desde el Este de Asia. Estos informes, en los que se incluía un mapa, estaban basados en los viajes de Marco Polo a la corte del Gran Khan de China. Según estos, la distancia existente entre las Islas Canarias y Cipango (Japón) sería de 2.400 millas marinas (cuando la realidad es que son 10.700). De modo que, aunque se sabía las dimensiones del continente eurasiático, las dimensiones de la Tierra eran bastante inferiores a las que hoy conocemos. Con esto, no era de extrañar que Toscanelli y Colón estuviesen convencidos de que era posible llegar a las Indias por el Oeste. Esas circunstancias pudieron alentar a que Cristóbal Colón emprendiera su viaje.

Mapa de Martellus

Colón partió hacia el oeste desde las Islas Canarias esperando encontrar una nueva ruta de comercio hacia Asia. Los escritos de él y de su hijo sugieren que él empezó a buscar Japón en la región que aparece sobre el mapa de Martellus, y esperaba encontrar la isla navegando de norte a sur, tal y como se aprecia en el mapa. Se puede ver Japón lejos de la costa de Asia en la parte superior derecha del mapa. Sin embargo, lo que Colón encontró fue algo que Martellus no conocía: el Nuevo Mundo. Cuando Colón desembarcó en las Bahamas, pensaba que estaba cerca de Japón, un error que muestra también el mapa. El documento, de hecho, sólo representa los continentes asiático, africano y europeo, y deja fuera el americano. De modo que el almirante murió sin saber que había descubierto un continente hasta entonces desconocido. Hubo que esperar hasta el siglo XVI para ver por primera vez América en los mapas.

Los estudiosos pronto supieron valorar la enorme importancia del hallazgo: no sólo se trataba de uno de los últimos mapamundis europeos que retrataba el estado del conocimiento justo antes de las exploraciones ultramarinas europeas, sino que también fue identificado como la fuente de varias descripciones geográficas y de muchos mapas impresos en el siglo XVI. Se sabe, por ejemplo, que esta imagen cartográfica influyó decisivamente sobre el pensamiento geográfico de Cristóbal Colón, en particular en lo que concierne a la configuración de Asia, la ubicación de Japón, y la distancia entre Europa y Asia. También se puede reconocer la geografía de Martellus en el diseño del globo terráqueo de Martin Behaim de 1492, específicamente en lo que atañe a delimitación del sudeste asiático.

Todo ese caudal de información minuciosa tuvo un destino cubierto por el polvo amontonado de los tiempos; un destino tan aciago como el planisferio mismo. El Mapa de Martellus, guía para la aventura de Colón, que se creyó desaparecido por años, al fín reveló sus inscripciones ocultas, y esa información perdida nos revela ahora cómo se veía el mundo hace cinco siglos.

Carmen de Angoloti y el Día de la Banderita

Carmen de Angoloti

Carmen de Angoloti y Mesa, Duquesa de la Victoria, nació y murió en Madrid, 1875-1959. Casada con Pablo Montesino Fernández-Espartero, Duque de la Victoria, Conde de Luchana y Coronel del Arma de Caballería.  En 1914 aportó su dinero para la conclusión de las obras del primer centro nacional de la Cruz Roja española, el hospital de San José y Santa Adela. La institución en España se reorganizó en 1916. Al año siguiente, la reina Victoria creó un cuerpo de enfermeras, profesionales y voluntarias. Carmen, cursó los estudios de Dama-Enfermera de la Cruz Roja española entre los años 1918 y 1920, siendo la primera de su promoción, y muy pronto fue nombrada directora del Hospital de San José y Santa Adela en Madrid.

Abd el-Krim

En agosto de 1921 se encuentra veraneando en San Sebastián, al igual que la reina, cuando llega la noticia del Desastre de Annual. Guerra que los españoles tuvieron al enfrentarse con los rebeldes del Riff, al mando de Abd el-Krim. El conflicto llegó a raíz de la Conferencia de Algeciras en 1906, cuando se acordó el reparto de Marruecos entre Francia, que se quedó con la mayor parte del territorio, y España que se apoderó de la montañosa franja norte del país. La tragedia habría de pasar a la historia por las tremendas bajas militares, catorce mil muertos, y la enorme cantidad de heridos de toda índole, desamparados a su suerte.  Victoria Eugenia decide enviar a un grupo de enfermeras a Melilla, lideradas por su amiga Carmen Angoloti y la dice: “vete allí y verás lo que puedas hacer”. Doña Carmen, no pudiendo aguantar más tiempo en Madrid, ante aquel cúmulo de calamidades, se puso en marcha hacia Melilla en agosto de 1921, acompañada de una expedición de enfermeras voluntarias. Allí permaneció cuatro años. La acompañaron María del Carmen Ferry del Vall, María Benavente Bárbara y Conchita Heredia que, ostentaba el cargo palaciego de  dama al servicio particular de la Reina, aunque se supone que esta última por problemas de salud permaneció poco tiempo. Nada más llegar, se encarga de buscar alojamiento al resto del equipo de damas, que llevarían: ropas, medicamentos, así como material quirúrgico.

La Reina Victoria Eugenia

Entre las Damas se encontrarían: Fernanda Ossorio de Gil, de Burgos, que se traslada con sus hijos porque su marido había sido destinado Melilla. Rita Fernández de Cañedo Zorrilla de Santander, Luisa Ruíz Fernández y Javiera Vicario de San Sebastián. La madrileña Cristina Navarro esposa  de un militar General de la Brigada de Caballeria e hija de Felipe Navarro y Ceballos Escalera, Capitán General de las tropas destinadas al Annual, que se entregó a Abd el-Krim y que estuvo prisionero hasta 1923. Acompañando siempre a Merry del Vall y a María Benavente. La segoviana Fuencisla de la Paz Orduña, conocida como Maruja, se traslada con su madre a Melilla, tras el fallecimiento de su padre también militar. Sus hermanos Miguel y Federido, caen en combate, y es entonces cuando ella decidirá estudiar enfermería.

Francisco Triviño

Al desembarcar se encuentra con un verdadero desastre: hospitales colapsados, por heridos graves y lisiados, falta de higiene, irrespetuosidad ante los moribundos. La duquesa de la Victoria, cuando se presenta ante el jefe de sanidad militar, el Coronel Francisco Triviño y Valdivia, él le dice: que se vuelvan a casa, que allí no pueden ayudar en nada, que nada tienen que hacer; y ella le contesta: “con usted o contra usted, me lo ha ordenado la Reina y basta”. Decidida a quedarse reclama a todas las damas enfermeras de Melilla. Ante la horrenda situación que se encontró, logró reorganizarlo todo medianamente. El primer hospital que se habilita, es el hospital de sangre, y en el que urge la ampliación de camas. Angoloti consigue 100 camas comprándoselas a un buque alemán anclado en el puerto, a un precio muy bajo. Estableció normas sanitarias, inéditas hasta entonces y trató a todos los enfermos por igual, sin distinción de rangos militares. Los casos se priorizaban según su gravedad. En un mes pese a sus confrontamientos con Triviño, consiguió alzar un hospital de urgencias, clasificando las heridas no por el escalafón, organiza turnos de trabajo, un control postoperatorio, medidas de higiene, así como la alimentación. Tras cinco meses se desplaza a Madrid y es nombrada Inspectora General de los hospitales de Marruecos para abrir nuevos centros en: Tetuán, Larache, Ceuta, Arcila o habilitando barracones en el propio campo de batalla. Ella misma se encarga de inspeccionar los hospitales y los campamentos, en primera línea de fuego. Cuando había muchas operaciones bélicas, le acompañada el Dr. Gómez  Ulla, así que cuando los periódicos los veían juntos, lo presagiaban como «pájaros de mal agüero».

También se encarga de la evacuación de los heridos, tanto por tierra como por mar.  Cuentan que cuando los enfermos son evacuados a Ceuta en el tren-hospital, las damas les ofrecían refresco de agua con coñac, vino generoso y galletas. Se encarga a sí mismo de habilitar los barcos con finalidad sanitaria para el transporte de enfermos. El buque-hospital Alicante, fue el más conocido, viajaba hacia el Mediterráneo, haciendo escala en Málaga, que se convierte en el principal punto de evacuación a la península. En uno de estos viajes, la Duquesa de la Victoria, asiste el teatro Vital Aza de Málaga, y quedó fascinada al escuchar a “Lola Montes” cantando la interpretación del cuplé: “El novio de la Muerte” y por mediación del Coronel Millán-Astray consiguió que la canción se trasladase a Marruecos para contribuir a alentar la moral de la población y en especial de los Caballeros Legionarios, incorporándose así al repertorio de las canciones-marchas del Tercio. Viajaba constantemente, para ella misma supervisar los hospitales y a los heridos. Dentro de las innovaciones hospitalarias; habilita una biblioteca. El marqués de Estella comenta: “salen los enfermos sanos de cuerpo y mejorados espiritualmente e intelectualmente”. En Larache se abren dispensarios médicos gratuitos para indigentes y escuelas para niños pobres, también llamadas: “clinicas contra  el analfabetismo” y en 1923 “la gota de leche”, en la que no sólo se repartía leche de fórmula,  sino también ropa de abrigo.

Su marido, le acompañaba en África, era el encargado de las obras, del abastecimiento de agua, luz, alcantarillado, ambos en misiones distintas, pero en el mismo frente, al pie del cañón con los mismos intereses patrióticos.

En octubre, el Congreso y el Senado se hicieron eco de la labor humanitaria de aquella mujer: Indalecio Prieto en el Congreso de los Diputados ensalzó a Carmen Angoloti: “Conozco en esta guerra un heroísmo ante  el cual me hincaría de rodillas, y es el de unas damas que, sea cual fuere su alcurnia; una conciencia honrada como la mía no puede pasar en silencio”, octubre de 1921.

Los enfermos la querían mucho y la llamaban “La Madre Carmen”. Una anécdota nos cuenta que unos oficiales en agradecimiento la querían regalar un ramo de flores, pero como por allí en pleno desierto, eso era todo un lujo, ella les contestó: “dejaros de flores, cabezas de moros es lo que quiero”. A las pocas horas la regalaron una cesta envuelta con ramas y hojas, y dentro, había dos cabezas de moros, con una nota que ponía: “A la noble dama duquesa de la Victoria Presidenta de la Excelsa Asociación de la Cruz Roja, los legionarios acogidos a la dulcísima hospitalidad envían estas flores que son testimonios del más sentido reconocimiento”. Ella siempre recordó esto con gran sobresalto y estupor. Les agradeció el presente y enterró las cabezas. Un año más tarde las entregó a la Escuela de Madrid para las clases de anatomía.

Regentaba 27 hospitales de la Cruz Roja, durante su permanencia como presidenta, cargo que le había concedido el General Primo de Ribera en el año 1925. Una gran mujer admirada por todos, entregada en cuerpo y alma para ayudar a los más necesitados, en su tiempo, los soldados enviados irresponsablemente a la matanza general de Marruecos. Finalizada la Guerra de África en 1927, la Duquesa de la Victoria fue condecorada con la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo por su permanencia constante en los campos de batalla, siendo la única mujer española en ostentarla. Estaba en posesión de la Gran Cruz de Beneficencia y de las Medallas de Honor de Roma, París, Ginebra, Perú, Lisboa, Argentina, Sevilla y Estados Unidos. Una de las pioneras en la enfermería llegándose a llamar la Florence Nightingale española.

El Desastre de Annual provocó una terrible impresión en una opinión pública contraria a la guerra. Hubo grandes protestas en el país y los republicanos y socialistas se apresuraron a reclamar el abandono de Marruecos. Para acallar las voces de la opinión pública que pedían responsabilidades del desastre, se llevó a cabo la formación de una comisión militar que investigaría los acontecimientos, el Expediente Picasso, informe redactado por el General de División Juan Picasso, (tío del posteriormente famoso pintor malagueño Pablo Ruiz Picasso). Pese a las trabas que le pusieron las compañías mineras interesadas en el dominio de Marruecos y altos cargos del gobierno y el ejército, el expediente ponía en evidencia enormes irregularidades, corrupción e ineficacia en el ejército español. Comenzó a rumorearse que el propio rey estaba implicado en el desastre. El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, se pronunció militarmente, disolvió las Cámaras y proclamó la Dictadura con el visto bueno del rey, finalizando así el proceso de depuración de responsabilidades. El rey fue procesado y condenado in absentia.  Tras abandonar el poder, Miguel Primo de Rivera, abandonó España llevándose consigo varias maletas de documentos, entre ellos el Expediente Picasso, que calificaba de negligente la actuación de los generales Berenguer (Alto Comisario) y Navarro (2º Jefe de la Comandancia General de Melilla) y de temeraria la del general Silvestre.

Duque de la Victoria

La duquesa regresó a Madrid y permaneció en el hospital de San José y Santa Adela hasta 1931. Con el advenimiento de la República, en el exilio de Alfonso XIII, ella acompañó a los Reyes a Roma, regresando a España poco antes del Alzamiento Nacional. A los pocos días, ella junto a su marido, fueron arrestados, encarcelándolos en celdas separadas y conducidos en agosto a la Checa de Bellas Artes. Ella sería liberada; gracias a las presiones de la Cruz Roja internacional y de Argentina. Pero su marido no tuvo tanta suerte, aunque ya retirado del ejército por la edad, sería fusilado el 3 de noviembre de 1936, tras su negativa a servir en el Ejército de la República,​ siendo sepultado en el cementerio de Aravaca.

Una vez liberada la Duquesa de la Victoria se trasladó al frente de Madrid hasta finalizar la guerra, continuando siendo la Presidenta de la Cruz Roja, hasta 1952. Es importante recalcar la dificultad que suponía la aceptación de un trabajo fuera del hogar para las mujeres en aquellos años, ya que se consideraba indecoroso que tuvieran que ganarse la vida por sí mismas. Esto era así hasta el punto de que las Damas Enfermeras de la Cruz Roja no recibían remuneración alguna ni siquiera en especie: debían pagarse transporte, residencia y manutención incluso cuando estaban atendiendo heridos en la guerra de Marruecos. El registro de esa mentalidad, muy alejada de la actual, es un elemento importante para conocer el desarrollo de la profesión y su significado.

Dos mujeres han destacado en la organización del trabajo de enfermería en España: la duquesa de la Victoria, Carmen Angoloti y Mesa, para los años diez y veinte en la Cruz Roja; y Mercedes Milá y Nolla que, formada en la Cruz Roja en los años de la República, tuvo un papel determinante en la organización del trabajo de las enfermeras en el Ejército de Franco durante la guerra civil.

Hoy en día el recuerdo de aquella ilustre dama es casi nulo. Casi nadie sabe de ella y de su heroísmo y entrega a los demás. Al igual que en Cádiz, por suscripción popular, en Madrid, tiene dedicado un monumento en la Avenida de la Reina Victoria, muy cerca de la Glorieta de Cuatro Caminos, en la puerta del hospital de la Cruz Roja de Santa Adela, el más antiguo y trascendente de España. A él estuvo unida toda su vida, aquella mujer madrileña, Carmen de Angoloti y Mesa, Duquesa de la Victoria.

El Helicóptero de Pere de Son Gall

La historia nos cuenta que el autogiro, como aeronave similar a un helicóptero, fue inventado por el ingeniero murciano Juan de la Cierva. Es más, el impacto que tuvo este ingenio en su época fue tal, que ha quedado grabado a fuego en la memoria nacional como el invento español por excelencia, al que suele seguir la fregona, como apostilla jocosa pero igualmente genial.

Por otro lado, los detractores aseguran que a Juan de La Cierva le vieron trabajando con planos firmados por Pere de Son Gall y que incluso, en algún lugar de Lluchmajor se guardan las cartas que cruzó el mallorquín con el por entonces ministro de Fomento, padre de Juan de la Cierva. Los planos originales enmarcados del autogiro se encuentran en el Instituto de Llucmajor de Palma de Mallorca. Estos pertenecían al firmante Pere de Son Gall. Sin duda, el aparato que voló por primera vez en 1923 bajo el nombre de autogiro fue obra de Juan de la Cierva. ¿O no fue así?

Pere Sastre Obrador

Pere Sastre Obrador, más conocido como Pere de Son Gall: ‘Pedro el de la Finca de Gallos’; (por entonces era muy corriente el llamar a las fincas con el nombre del dueño/hijo/heredero), persona que nació, creció y pereció en el pueblo Llucmajor, fue un inventor  de formación sobre todo autodidacta, con bastantes conocimientos de matemáticas, física y dibujo técnico.  A Pere Sastre se le podía ver paseando en su destartalada bicicleta. Quería ser piloto, perito agrónomo e inventor. El trabajo en el campo se le quedaba corto, nació ya con la obsesión de volar, soñaba con la mecánica, el diseño industrial, la aviación. Su padre murió aún joven y él tuvo que convertirse en el cabeza de familia y trabajar en la finca para mantener también a su madre y a su hermana. Aún así, siempre encontraba un hueco para estudiar. Inteligente como pocos, su sed de conocimientos y su determinación le llevaron a invertir todo su tiempo y su escaso dinero en hacer realidad su sueño: inventar un aparato capaz de elevarse y descender verticalmente. Sin saberlo, Pere estaba creando el helicóptero.

Diseño de Paul Comu

Había nacido en 1895 y con apenas 26 años diseñó el aparato con el que pasaría a la Historia: el cometa-giro-avión. Su máquina, era capaz, al menos en teoría, de elevarse o de aterrizar verticalmente gracias al gran rotor con que estaba diseñada. Además, al igual que un helicóptero actual, podría mantenerse prácticamente estático en el aire. Desaparecía así la necesidad de pistas para despegar o aterrizar y, además, podría atender emergencias en cualquier lugar como ambulancias aéreas o en labores de rescate. Con maderas, lonas, ruedas de bicicleta y estructuras de hierro, consiguió que su aparato se elevara más de un metro del suelo, altura que puede parecer ridícula, pero debemos tener en cuenta que, unos años antes, el ingeniero Paul Comu, con mayores conocimientos y muchos más medios, logró que su prototipo se elevara apenas treinta centímetros.

Autogiro de Juan de la Cierva

Su economía le daba para montar pequeños artefactos, pero ni de lejos tenía una economía tan potente como para pensar en construir todo un avión. La mejor idea que se le ocurrió para conseguir financiación, fue la de enviar una petición formal de ayuda a Juan de la Cierva y Peñafiel, un importante político que se encargó de diversos ministerios, como el de Guerra o el de Fomento, durante el reinado de Alfonso XIII. Pensó, posiblemente con exceso de confianza y de ingenuidad, que aquel hombre de estado entendería a la primera la utilidad de su invención y le facilitaría todos los medios necesarios para llevar a cabo su sueño. El ministro, ante tan singular petición, solicitó al inventor detalles y planos sobre el ingenio. Nada más se supo, a excepción de cierto aviso burocrático, seco y breve, en el que se afirmaba que la máquina carecía de interés. El ministro era padre de Juan de la Cierva y Codorniu, que curiosamente ese mismo año, en 1921, patentó un aparato similar al que llamó «Autogiro». Llama poderosamente la atención que dicha patente se hizo con el prototipo sin acabar y, por tanto, sin haber sido probado, ya que no consiguió que su invento volase hasta el 17 de enero de 1923, tras más de veinte intentos fallidos y de treinta modelos diseñados. Juan de la Cierva presentó el autogiro, evidentemente mejor construido, de chapa metálica, más resistente y liviana.

Planos de Pere Sastre

A pesar de ello, no desfalleció y siguió en su intento de conseguir fondos para llevar a cabo su proyecto, ofreciéndose incluso en 1921, a aportar ideas para mejorar el invento  del de la Cierva, de ahí que se conserven cartas suyas dirigidas a personajes como el  capitán general del Ejército, que entonces era el mallorquín Valeriano Weyler, que no vio interés en el proyecto, al republicano Francesc Julià (en ese momento presidente de la Diputación) y al Marqués de Zayas, presidente del Aeroclub de Baleares. Todos ellos, de buenas maneras pero sin compasión alguna, le negaron ayuda cerrándole así la puerta a cualquier tipo de subvención o ayuda. En 1928, cansado de hacer planos y pedir ayudas a la Diputación y al Crédito Balear, decidió desarrollar su proyecto en solitario.  Quizá si lo construía le hicieran más caso. Con sus escasos medios, consiguió viajar a Francia y adquirir un motor de avión que acopló al aparato, construyó un cometa-giro-avión de hierro y madera que llevaba el motor de una Harley Davidson de dos pistones de la Guardia Civil. Tenía sólo la estructura para el motor, las hélices y las palas. Se levantó por encima de los árboles pero tenía problemas técnicos. Entre otros, “el peso de los materiales».

Vendió unos terrenos, jugó a las quinielas y a la lotería para intentar ganar dinero, (veinte mil duros ganó en 1946). Pere con el herrero, el carpintero y el apoyo de una minoría del pueblo, que no le veía como un loco, construyó un hangar. Dolido y desilusionado, pasó los últimos años de su vida cultivando las tierras familiares y ofreciendo su invento como atracción. Inició entonces toda una campaña publicitaria con octavillas por los pueblos vecinos y talonarios de entradas, cobrando una peseta a las damas y cuatro a los caballeros que deseaban verlo. En toda su vida, el único apoyo incondicional que recibió fue de Margarita Leclerc, escritora andaluza afincada en el Arenal quien, a través de las páginas del semanario que publicaba, el «Concepción Arenal», intentó dar a conocer al mundo la historia de este incansable luchador.

Tras la Segunda Guerra Mundial, llegaron los helicópteros americanos, aparatos mucho más avanzados que su proyecto, a nadie le interesaba ya un inventor “loco” que terminó por encerrarse en sí mismo, añorando con oscuro dolor la época en la que había soñado con revolucionar el mundo. Su cometa-giro-avión había dejado de tener sentido. Abandonó su maqueta en aquella finca mientras la lluvia la carcomía y un temporal la arrasaba con su hangar. El inventor frustrado, el quijote de la aviación, enfermó y falleció en un hospicio del pueblo, tras donar la casa que había heredado de sus padres a las monjas a cambio de que lo cuidaran hasta su muerte pues no tenía más familiares, y así sucedió.

Sin decirlo abiertamente, siempre defendió la idea de que había muchos puntos en común con el invento del de La Cierva, tal vez demasiados, teoría además sostenida por los innumerables testigos que aseguraban haber visto al hijo del entonces ministro, trabajando con bocetos firmados por «Son Gall».

La verdad de lo que sucedió quedó hace años ya enterrado, y tal vez «Pere de Son Gall» no figurará en los libros como posible inventor del actual helicóptero, pero nadie podrá negar que su espíritu intrépido y emprendedor dejó una profunda huella ya que, personas como él, humildes, sencillas pero apasionadas, son las que consiguen los mayores logros. Se dice que: ‘los grandes copian y los mejores roban’.

Recuerdo la casa, en el campo llano de Llucmajor, al sudeste mallorquín, con su portal de arco de medio punto, de piedra arenisca, y los muros de pedruscos y argamasa. Delante, una pared seca, burda, y unas palmeras bajas y anárquicas. Allí era donde Pere Sastre Obrador construyó su fantástico aparato volador, el “Cometagiroavión”, que se elevó, rugiente, sobre el almendral. En Son Gall todavía quedan ruedas, unos motores herrumbrosos, aspas, tubos de hierro, un flotador carcomido. Se pudre allí, entre el polvo y el nervioso correteo de las ratas. “Baltasar Porcel”

La Diada y la Capitulación de Barcelona

El 11 de septiembre de 1714 las tropas catalanas fueron derrotadas por el ejército del rey Felipe V. Los catalanes lucharon en esa guerra porque preferían a otro pretendiente a la corona: el archiduque Carlos de Austria. Deseaban que España fuera gobernada por un rey, que en teoría, era menos centralista.

El motivo del alzamiento se debió en parte, a cobrar a cualquier precio impuestos de las quintas en Cataluña y así evitar la inminente bancarrota que amenazaba a las arcas de Felipe V. En la corte no se entendía como el duque de Pópoli no había conseguido rendir a Barcelona, a pesar de su superioridad en número de hombres y se le presionó enconadamente para conseguir resultados, bloqueando por tierra la ciudad para asfixiarla. Las cuatro galeras de la débil armada española no conseguían bloquear el puerto de Barcelona, donde se recibían convoyes procedentes de Mallorca y de Cerdeña, territorios controlados por el Emperador Carlos de Austria. Ante las presiones de la corte, en mayo de 1714, Pópoli cambió su estrategia, instaló una batería de morteros desde la que se bombardeó indiscriminadamente la ciudad, día y noche durante todo el mes, con la esperanza de forzar la rendición de la ciudad. Finalmente, en julio fue destituido, por el mariscal de Francia el duque de Berwick.

Duque de Berwick

Las fuerzas borbónicas del duque de Berwick se presentaron en las murallas de Barcelona para llevar a efecto la fase final del asedio. Durante esta etapa, ofreció ciertas condiciones para que la ciudad se rindiera sin derramar una gota de sangre, pero los representantes de Barcelona, encabezados por Rafael Casanova, insistieron en su empeño de no rendirse. Con un ejército muy superior, compuesto por 35.000 infantes y 5.000 jinetes, los 16.000 defensores de Barcelona, muchos de ellos ciudadanos, empezaban a ser conscientes de que no cabía rescate alguno; la mejor salida era la rendición. Finalmente la flota francesa cerró la bocana del puerto, iniciando la rápida asfixia de la ciudad. La desesperación cundió entre los 40000 civiles recluidos en Barcelona. Rafael Casanova, jurista, partidario del archiduque Carlos de Austria como rey de España, nombrado por el Consejo de ciento «Conseller en Cap» de la ciudad y máxima autoridad militar y política, decretó mediante bando la militarización total de la población civil masculina. Un número creciente de milicianos faltaba a las guardias y ordenó que aquellos que faltaran al servicio, serían tomados y destinados a primera línea. Las tropas catalanas lanzaron un asalto masivo al baluarte de Santa Clara, retomando el enclave. Tras la derrota, Berwick informó a su soberano, el rey Luis XIV de Francia, de los pormenores de lo sucedido, justificando los hechos alegando que: «los enemigos se defienden como desesperados». Por otro lado, a pesar de haber conseguido la victoria, tras los tres días de combates las bajas de las tropas catalanas habían resultado altísimas. A partir de entonces las rondas nocturnas para animar a las tropas del Conseller en Cap fueron constantes. Si hasta entonces la hambruna ya había castigado a los defensores, con la captura del último convoy procedente de Mallorca, la situación humanitaria catastrófica en la ciudad empeoró considerablemente. Con el creciente número de desertores que se pasaban al campo borbónico, la defensa, se hacía insostenible por momentos.

A fin de mantener la moral de la población, se incrementaron los ritos religiosos por toda la ciudad. La culminación de dichos ritos católicos se produjo en agosto, cuando Rafael Casanova y el resto de sus Consellers, realizaron un acto público de comulgación, confesión y contrición, manifestando su arrepentimiento por haber confiado en los ingleses, «gentes contrarias a la santa fe i religión católica». Hicieron voto de hacer observar la regulación en los trajes de las mujeres, clausurar las casas de juegos, y no permitir desde entonces las comedias en teatros ni los bailes en carnestoltes, de disfraces. Casanova decretó que nadie estaba autorizado para salir fuera del contorno de sus murallas.

Antonio de Villarroel

El 1 de septiembre el general comandante Antonio de Villarroel, llamó en secreto a consejo en su residencia, a todos los generales y allí les expuso la disposición de las tropas borbónicas y el estado de las siete brechas abiertas en la muralla, presagiando la inminencia del asalto final; les detalló, el número de tropas disponibles, así como la escasez de pólvora y municiones, la falta de suministros y la hambruna que azotaba la ciudad. En septiembre, la situación de la ciudad era tan desesperada, que Berwick accedió a recibir a una delegación dando por hecho que venía a ofrecer la rendición de la ciudad. La delegación encabezada por Rafael Casanova, “se negó en todo momento a hablar de las condiciones de rendición”.

El general comandante Villarroel se negaba a «ser cómplice» de tal bárbara resolución, intentó dimitir. Pero, ante el asalto inminenete, preparó su columna y prosiguió la defensa de la ciudad. Finalmente, fue herido y quedó fuera de combate. Había hecho llamada a las capitulaciónes, expuso que había que detener los combates antes de la llegada de la noche, o de lo contrario se exponían a un saqueo general y a la masacre de niños, mujeres y ancianos, no encontró sentido a la decisión de Casanova y dimitió de su cargo. Los Consellers de Barcelona le informaron que esperaban para el 11 de septiembre un convoy procedente de Mallorca que conseguiría romper el cerco marítimo. Preguntó, entonces, a quién habían nombrado los Consellers como nuevo general comandante, y le respondieron: que a la Virgen de la Merced, cuya imagen había sido retirada de una iglesia, e instalada en la silla del general comandante, y que por inspiración divina transmitiría las órdenes.

Ante la persistente resistencia, Berwick movilizó a 6.000 hombres más de sus reservas para entrar en combate. Rafael Casanova ordenó emitir el que sería su último bando, ordenando sin excepción a todos los varones mayores de catorce años a la defensa de la ciudad de Barcelona. El día del asalto final, el 11 de septiembre, las tropas borbónicas entraron en la ciudad que respondió con una desesperada defensa donde se registraron miles de muertos. Casanova estaba durmiendo y tras ser avisado se presentó en la muralla con el estandarte de Santa Eulalia para dar ánimos a los defensores. Herido de poca gravedad por una bala en el muslo, Casanova fue trasladado al colegio de la Merced, donde se le practicó una primera cura. Con la caída de la ciudad, el político catalán quemó sus archivos, se hizo pasar por muerto y delegó la rendición en otro consejero. Poco después del mediodía del día 12, la ciudad se rindió incondicionalmente y las tropas del Rey Felipe V entraron en Barcelona. La decisión de Casanova de resistir, cuando la caída de Barcelona era un hecho, y «tanta muerte innecesaria», enfureció a Berwick, que despachó de malos modos a la delegación catalana que fue a visitarlo el día 13. Tras la victoria, al duque de Berwick se le concedieron los ducados de Liria y Jérica, en el reino de Valencia, cuyos descendientes heredarían, tiempo después, el título ducal de Alba.

El sitio de Barcelona había provocado unas bajas estimadas en 14 200 asaltantes borbónicos, 6.850 defensores austracistas, y la destrucción de un tercio de la ciudad.  Las órdenes que traía de la corte de Madrid era de tomar como prisioneros a los oficiales que habían servido durante el sitio contra Felipe V. Dos días después, el 22 de septiembre, una veintena de oficiales del Ejército de Cataluña fueron arrestados, entre los que se encontraba el mismo Villarroel, que fue encarcelado en el castillo de Alicante. Respecto a sus últimos años y muerte existen dos versiones diferentes:

Tradicionalmente se cree que fue liberado del Alcázar de Segovia, a raíz de la paz de Viena y que habría vivido de la pensión concedida por el archiduque Carlos. Según esta versión vivió dignamente y con tranquilidad en tierras castellanas hasta su muerte en 1742.

Por otro lado, otros historiadores creen que fue trasladado a La Coruña un mes más tarde de su llegada a Alicante. Allí habría sido encarcelado en condiciones durísimas, dado que supuestamente el agua entraba en su celda con las mareas, lo que le habría provocado una parálisis en ambas piernas, y que habría muerto en 1726.

Josep Moragues i Mas

Seis meses después el general Josep Moragues, se retira con su familia donde se mantiene alejado de la política. Al cabo de poco tiempo es reclamado por el capitán general en Barcelona, donde se le requisa toda la documentación y se le pone bajo vigilancia. Temiendo ser arrestado intenta embarcarse clandestinamente hacia Menorca, en esos momentos posesión británica. Sin embargo, poco después de zarpar del puerto es reconocido por el capitán del barco que lo acerca a la costa por miedo. Consigue esconderse en la montaña de Montjuic, a la espera de un segundo barco, pero es delatado y, hecho prisionero. Fue juzgado, torturado y ejecutado. Se le retiran públicamente todos los honores militares, se le descalza y se le viste con una camisa de penitente y es arrastrado por un caballo a través de las calles hasta llegar al patíbulo donde es degollado, decapitado y descuartizado. Su cabeza, como escarnio, fue expuesta en una jaula de hierro que se colgó en la muralla de Barcelona, con una inscripción que decía: «Josep Moragues, por haber cometido el crimen de una rebelión contumaz, haber abusado dos veces de la clemencia real, finalmente, la tercera vez, fue preso y ejecutado por la justicia». A pesar de los ruegos de su viuda, la jaula permaneció allí doce años.

Los bienes de Rafael Casanova fueron embargados, disfrazado de monje, Rafael Casanova huyó de la ciudad y se escondió en la finca de su hijo en Sant Boi de Llobregat. Le fue ordenado que entregara el título de ciudadano honrado que le había otorgado el Archiduque Carlos de Austria. En el año 1719, fue amnistiado y volvió a ejercer como abogado hasta retirarse en 1737. Murió treinta y dos años después de la rendición de Barcelona.

Tras la guerra, desaparecieron muchas instituciones tradicionales catalanas como el Consejo de Ciento, institución de autogobierno municipal de la ciudad de Barcelona. Pero la verdad es que no fueron solo ellos. A partir de 1714, el rey borbón copió el modelo centralista francés, que supuso acabar con las viejas instituciones de: Aragón, Castilla, Cataluña, Valencia, Mallorca y hasta las Indias. Solo permanecieron vivas las de Navarra y País Vasco. Y se respetó el derecho civil catalán. El castellano pasó a ser la lengua oficial de las audiencias. Se unificaron fueros y tributos, se eliminaron las fronteras y aduanas internas, se creó un derecho común (el castellano), nació el ejército moderno y el funcionario de carrera. Era la modernización y la unificación del país a través de una administración gobernada desde un poder central.

Pero desde la Transición, Cataluña ha recuperado casi todas aquellas instituciones. Tiene un gobierno, un parlamento, pueden imponer tributos, administrar leyes y hacer audiencias, así como su lengua. El estado central cada vez tiene menos poder, incluso menos que en tiempos de los Austrias, porque, la Sanidad, la Cultura, la Educación, la policía, y hasta la mitad del IRPF está en manos del gobierno catalán.

La celebración de la Diada se remonta a 1886, año en el que diversas entidades del catalanismo cristiano organizaron una misa en recuerdo de los fallecidos en el sitio de 1714, defensores de la ciudad de Barcelona en la guerra de sucesión española. Dos años más tarde se inauguró, con ocasión de la Exposición Universal, la estatua de Rafael Casanova, que se convertiría en el epicentro de las celebraciones hasta el día de hoy. Los actos, a la sazón de carácter eminentemente cultural, prosiguieron en aquellos años no faltos de trabas gubernamentales, y ya en 1894 se inició la tradición de la ofrenda floral a la estatua de Casanova.

Estatua de Rafael Casanova

El cambio llegaría con el nuevo siglo, la represión por parte de la policía y la imposición de fuertes multas, en 1901 y 1905, la dotaron de un fuerte carácter político. Con la Mancomunitat de Catalunya, en 1914, primera recuperación de las instituciones catalanas en dos siglos, y la de la Generalitat, en 1931, se institucionalizó la fiesta con un formato similar al actual. Celebrada durante el periodo republicano, en 1937 contó incluso con la participación de la CNT. Durante las dictaduras del Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco, la estatua fue incluso retirada. Durante la etapa franquista, se organizaron algunas acciones reivindicativas en los años 40 y 70, protagonizadas por el Front Nacional de Catalunya, convirtiéndose en una fecha señalada para la oposición, y sus reivindicaciones culminaron en el Onze de Setembre de 1976, el primero tras la muerte de Franco, convocada por la Assemblea de Catalunya. Al año siguiente, la Diada se convirtió en un clamor popular bajo el lema ‘Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia’, aunando a un millón de personas. Posteriormente, se institucionalizó de nuevo, siendo recogida legalmente como «fiesta nacional» en 1980. Desde entonces, los homenajes a la estatua de Rafael Casanova han sido la tónica habitual de los actos institucionales hasta nuestros días. Su figura se ha convertido en un icono del catalanismo, que le rinde tributo como a uno de sus grandes patriotas.

Las derrotas, calan más en el imaginario popular que las victorias, como los fusilamientos del 2 de Mayo en Madrid, por eso el 11 de septiembre es recordado no como una pérdida, sino como un ensalzamiento nacional y patriótico.