El gusano de la miel que recicla el plástico

El plástico  llena el océano, las corrientes oceánicas arrastran toneladas de microplástico. Hasta ahora, se han detectado cinco islas de plásticos en distintas áreas de los océanos, pero la concentración encontrada en la zona del Pacífico Norte, supera con creces a las demás y sigue aumentando de forma alarmante.

Cada año se produce en todo el mundo cerca de 80 millonesde toneladas de polietileno. Las bolsas de plástico, fabricadas con polietileno de baja densidad, tardan cerca de 100 años en descomponerse totalmente; las más densas y resistentes pueden llegar a tardar hasta 400 años en degradarse. Esto supone una seria amenaza para el medio ambiente. Cada persona anualmente utiliza de media más de 230 bolsas de plástico, sin incluir los envases y botellas de plástico, lo que genera más de 100.000 toneladas de este tipo de residuos. En este sentido últimamente se están realizando labores responsables, como es la innovación de tiendas de venta a granel, en las que no se utilizan envases de plástico, con expendedores en los que los clientes llevan su propio envase para rellenar, y venta de alimentos al peso, como se hacía antiguamente.

 

En los océanos, algunas medusas consumen partículas de plástico y luego son comidas por otros predadores. Las medusas se comen las toxinas que contienen los plásticos, y a su vez, los peces grandes se comen a las medusas. Muchos se pescarán y serán alimento para los seres humanos, que ingerirán dichas toxinas. Muchos restos de plásticos terminan en los estómagos de las aves marinas y animales del mar, con el consiguiente riesgo para la vida marina. En las últimas investigaciones se han encontrado algunas bacterias y hongos devoradores de plástico. Uno de ellos es el llamado gusano de la harina, que en realidad es la larva de un coleóptero, que consigue degradar el plástico, aunque con el inconveniente de que lo hace muy lentamente, pudiendo tardar hasta varias semanas.

Unos gusanos muy comunes en las colmenas de abejas, conocidos normalmente como polillas de la cera o “Galleria mellonella”, tienen una capacidad prodigiosa para degradar el polietileno, uno de los plásticos más comunes y más resistentes a la descomposición, según ha descubierto y confirmado un equipo internacional con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Federica Bertocchinni

Todo comenzó casualmente cuando Federica Bertocchini, científica del Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria, aficionada a la apicultura, observó que sus colmenas estaban afectadas por la polilla de la cera.  Esta especie que se alimenta de la cera y de la miel de abeja, es una auténtica plaga para las explotaciones apícolas en toda Europa (las polillas ponen sus huevos dentro de las colmenas y las orugas crecen en un ambiente de cera de abeja). Ella al observar que sus colmenas estaban afectadas por esta plaga, decidió retirar los gusanos y dejarlos en una bolsa de plástico mientras limpiaba las colmenas.  Veinte minutos después, tras tenerlo todo listo, observó que estaban por todas partes y que se habían escapado de la bolsa, a pesar de seguir cerrada. En ese momento comprobó que la bolsa estaba llena de agujeros. Solo podía haber una explicación: las orugas eran las causantes de los agujeros y se habían escapado por ellos. Es cuando empezó el proyecto. Con la ayuda de Paolo Bombelli y Christopher Howe, de la Universidad de Cambridge, decidieron llevar a cabo un experimento cronometrado. Alrededor de un centenar de orugas “Galleria mellonella” fueron colocadas en una bolsa de plástico, la típica de los supermercados, y observaron que los agujeros comenzaron a aparecer apenas 40 minutos después y tras 12 horas hubo una clara reducción en la masa de plástico de la bolsa. Comprobaron que 100 gusanos de la cera son capaces de biodegradar 92 miligramos de polietileno en muy poco tiempo, 12 horas, realmente en un tiempo récord.

Gusano de la cera

El gusano de la cera, también conocido como gusano de la miel, es un insecto lepidóptero que puede encontrarse en cualquier lugar del mundo, y que puede llegar a medir tres centímetros de longitud en su fase larvaria. Se alimenta de la miel y de la cera de las colmenas de las abejas, donde además encuentran una buena temperatura para su desarrollo. Las larvas de este gusano tienen una expectativa de vida de entre seis y siete semanas con una temperatura óptima de crecimiento de entre 28 y 34 grados centígrados. Las larvas son capaces de producir seda y realizar el capullo en el que realizarán la última metamorfosis; su conversión en polillas. Además, este capullo o crisálida de color blanquecino, se ha comprobado que con el simple contacto con el polietileno es suficiente para que el plástico se biodegrade.

Este gusano produce algo que rompe el enlace químico, tal vez en sus glándulas salivales o una bacteria simbiótica en su intestino. Los próximos pasos consistirán en tratar de identificar los procesos moleculares de esta reacción y ver si es posible aislar la enzima responsable de la biodegradación, y producir así esta molécula. Sería increíble que se pudiera emplear para biodegradar millones de toneladas de plástico acumuladas en los vertederos y en los océanos y al ser utilizado a escala industrial podría mitigar en gran parte este serio problema.

Para la investigadora, Bertocchini, lo más bonito es que este hallazgo nos lo ofrezca la propia naturaleza: “Lo más impactante  es que la propia naturaleza nos pueda dar la solución al grave problema medioambiental de los plásticos”.