La leyenda de la Virgen de la Almudena

La patrona de Madrid es la Virgen de La Almudena, una fiesta religiosa que tiene sus raíces en la leyenda de un milagro.

Cuenta la leyenda que allá por el año 38, en esa pequeña villa, que luego sería la capital de España, se veneró desde siempre como su Patrona, una imagen de la Madre de Dios que se llamaba “Santa María de la Vega”, y que, según la tradición, había llegado a la península a manos de un discípulo del Apóstol Santiago.

En el año 712, tras la derrota de Don Rodrigo en la batalla de Guadalete, y ante la amenaza de la segura invasión de los musulmanes, los primeros pobladores del actual Madrid, entonces una villa humilde sin nombre conocido, el arzobispado de Toledo, mandó un escrito a todas las parroquias para que escondieran las imágenes religiosas, a fin de evitar su profanación y destrucción. Ante estos hechos, los vecinos optaron por esconder entre los muros defensivos, la reliquia más importante de todas cuantas tenían. Según cuentan, un herrero se encargó de esconder la imagen de la Virgen en un pequeño nicho excavado en la pared, junto a dos cirios encendidos a cada lado, tapando finalmente la hornacina para no ser descubierta.

Transcurrieron tres siglos hasta que las tropas cristianas en 1083, conquistaran Toledo y sus alrededores. Alfonso VI, llamado ‘El Bravo’ por su valentía,  se hace con el control de ese pequeño asentamiento que cada vez iba cobrando más vida, por su importante situación estratégica, y que ahora, ya tenía un nombre, ‘Magerit’.

Este secreto había pasado de generación en generación,  a espaldas de los musulmanes. Al enterarse los reyes de su existencia, para confirmar tal revelación, marcharon de Toledo y acudieron a la villa. Miriam, única descendiente conocedora de ese misterio, acudió al Alcázar para comunicar al rey Alfonso VI, la antigua noticia heredada de sus mayores. Una transmisión oral en la que, con el paso de los años, se perdió una información vital, el lugar exacto de la muralla donde permanecía oculta la Virgen.

La Virgen de la Flor de Lis

El valeroso caballero se propuso encontrar fuera como fuera la preciada talla de la virgen. Pero al no conseguirlo, en 1085, en  la Iglesia de Santa María, mandó pintar en sus muros un cuadro de la Virgen de Madrid con el niño y dejó en manos de su esposa la reina, encargada de vigilar la realización de su orden. Doña Constanza mandó pintar siguiendo las indicaciones de Miriam la Beata y además (por su cuenta), hizo que el pintor pusiera en la mano de la Virgen una flor de lis, pues ella era hija del rey Enrique de Francia y de este modo quería significar que, aunque francesa, también ella se sentía devota y sierva de la virgen de Madrid. Esa imagen es conocida hoy en día como: “la Virgen de la Flor de lis”. Originariamente se encontraba en la desaparecida Iglesia de Santa María de la Almudena, que fue demolida como parte de los planes urbanísticos del siglo XIX y formaba parte de la pintura mural que decoraba el ábside de dicho templo.

Fiesta con mantillas y capas

Fueron muchos los intentos de encontrarla pero todos fueron en vano, por más que la gente buscaba no había ni rastro de ella. Miriam siguió rezando durante 9 días ofreciéndole a la virgen su propia vida a cambio de su imagen. El monarca, antes de derribar la muralla, desesperado, tras muchas plegarias, organizó como última opción, una procesión alrededor de toda la muralla. La comitiva, fue encabezada por el propio rey Alfonso VI, multitud de autoridades eclesiásticas, la nobleza y por supuesto, acudió toda la población de la Villa. Comenzó su marcha por el perímetro amurallado, en busca de una señal divina. Cuando llegaron a la altura de la actual Cuesta de la Vega, se oyó un gran estruendo en una torreta de la muralla y vieron cómo se rajaba; unas piedras del muro cedieron y cayeron al suelo dejando al descubierto, ante el gran asombro de todos,  la imagen de la Virgen y lo más increíble de todo,  los cirios todavía seguían encendidos. Todos se arrodillaron ante el milagro para rezar y cuando se levantaron, observaron que la beata Miriam no se levantaba, estaba muerta de rodillas con los ojos en éxtasis dirigidos hacia la virgen que parecía sonreírla. Esto sucedió un 9 de noviembre (del 1085).

La imagen de la Virgen fue trasladada hasta la parroquia de Santa María. Desde entonces se llamó Virgen de la Almudena, por haber estado oculta en la al-mudayna, o muralla, término que procede de la palabra árabe, y que correspondía al antiguo recinto militar amurallado que por entonces, ocupaba la colina donde hoy se asientan la Catedral y el Palacio Real de Madrid.

Corona de la Almudena

Otra tradición nos cuenta, que al héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, se le habría aparecido la Virgen, pidiéndole que tomase la fortaleza de Mayrīt. Al acercarse El Cid y sus acompañantes a la villa, se habría desprendido el fragmento de muralla justo, donde precisamente se hallaba la figura, y por allí podrían haber entrado a la ciudad y conquistarla.

En esta fiesta los madrileños salen a pasear por la Plaza Mayor con mantillas y capas. Se oficia una misa solemne en la Plaza Mayor, seguida de la procesión al edificio catedralicio, los fieles acompañan a la Virgen en la procesión, y participan en la ofrenda floral, a la que todas las mujeres que se llamen Almudena están invitadas. También es tradicional comprar el dulce típico de esta festividad, la Corona de la Almudena.