Los legionarios y el Bushido japonés

La Legión fue fundada con el propósito de ser un cuerpo de élite al estilo de la Legión Extranjera Francesa, un cuerpo que estuviera especializado en combatir eficazmente a los rebeldes marroquíes. La idea de crear un cuerpo de tropas españolas y extranjeras partió de José Millán-Astray, el militar cojo, manco y ciego.

José Millán-Astray y Terreros, nació en La Coruña en 1879. Hijo de Pilar Terreros y de José Millán-Astray, abogado y con aficiones literarias, que obligó al joven José a estudiar Derecho, aunque sus aspiraciones eran militares. Ingresó a los 15 años en la Academia de Infantería de Toledo, donde siguió el programa de estudios dispuesto por el Gobierno para atender a los conflictos de Ultramar de Cuba y Filipinas, ascendiendo  a Alférez con  16  años y  graduándose como teniente segundo, sirviendo después en el regimiento de infantería de Asturias  en Madrid. Interrumpió sus estudios en la Escuela Superior de Guerra, para incorporarse como voluntario a Filipinas.

Su primer bautismo  de fuego  lo recibe en  el  pueblo  de  San  Rafael,  con treinta hombres contra un número muy superior de rebeldes tagalos, indígenas filipinos, hecho que le vale la Cruz de Orden militar de María Cristina, máxima  condecoración  al  valor en  aquellos tiempos. A sus 17 años,  es  un  héroe  nacional.

José Millán Astray

Embarca en el vapor «Alicante» ingresando  de  nuevo  en  la  escuela de  Estado  Mayor, donde asciende a  Teniente. Después es destinado  a  Burgos,  y tras numerosos destinos asciende  a Capitán. En 1906 se casa con Elvira Gutiérrez de la Torre, hija de un general. Ingresa por  tercera vez  en  la  escuela Superior de Guerra para acabar  los  estudios  de  Estado  Mayor,  obteniendo  el diploma  en 1909. Forma  parte de  la  comisión  hispano-francesa  que confecciona el plano de la frontera entre ambos países.  En 1911 es nombrado profesor  de  la Academia  de  Infantería de Toledo, y un año después solicita   destino   a  África,   primero  en comisión  en la   Inspección   de   las   Tropas Indígenas, luego en la Policía Indígena, y  finalmente en las  Fuerzas  Regulares.

Se distingue extraordinariamente  en  todas  sus acciones,  por su  capacidad  y virtudes  militares.  En  1914 asciende a  Comandante  por  méritos de guerra  y  es  destinado  a Barcelona,  pero de nuevo en 1915, regresa  a  África.

Como experto comandante y tras su larga experiencia se dio cuenta de la escasa eficacia de los soldados de reemplazo de infantería y de los reservistas, en las batallas contra las tribus rebeldes marroquíes y a la gran incompetencia de muchos mandos que habían provocado numerosas bajas y humillaciones, creando un gran malestar en la sociedad española, un malestar que culminó en la “Semana Trágica” de Barcelona; producida por el llamamiento a filas de reservistas para la guerra marroquí. Violentos desórdenes tuvieron lugar en el puerto cuando iban a ser embarcados los soldados, que en su mayoría pertenecían a las clases populares, empeorando toda esta situación, con la convocatoria de una huelga general.

Millán Astray era consciente de todo esto y se entrevistó con el ministro de la Guerra el general Tovar para proponerle la creación de un Cuerpo   de   Voluntarios extranjeros para la Guerra, tropas coloniales de choque bien entrenadas para poder evitar las masacres de los regimientos. El proyecto fue aprobado en 1919, de hecho ese mismo año se  designa   una  comisión en  Argelia,  con  el fin  de estudiar  el régimen  y  fundamentos de  la Legión  Extranjera francesa. Él mismo se desplazó para estudiar in situ el funcionamiento del ejército francés, para aprender su organización, armamento, reclutamiento de extranjeros… y aplicarlo al cuerpo que quería formar. Pretendía aunar la organización de la Legión Extranjera Francesa y la tradición militar española de la época imperial, la Legión será la sucesora espiritual de los famosos Tercios, y de sus conceptos de honor, deber y sacrificio.  Vuelve a  España   y  entrega  su informe. En 1920  asciende  a Teniente  Coronel.  El ministro de la Guerra general José Villalba Riquelme, oficialmente manda fundar la Legión el 28 de Enero de 1920 por real decreto de Alfonso XIII con el nombre de “Tercio de Extranjeros”, y el Rey le nombra Coronel Honorario del Tercio a perpetuidad. Desde ese preciso  momento  la vida de  Millan-Astray  quedará íntimamente ligada  a  La  Legión.

A todo esto une una especial ideología que quiere fomentar entre los soldados legionarios; “el credo legionario”, un código basado en el “bushido” japonés, el código de honor samurai que exalta el servicio, el deber y la muerte en combate con honor, normas  morales  por  las que  habrá  de regirse  la  conducta  de  todo  legionario.  El Bushido es el código de moral ascética de los Samuráis, los antiguos guerreros medievales; su origen es antiquísimo, quizá de hace varios miles de años. Se ajusta a las virtudes del alma japonesa: caballerosa, guerrera, sencilla, de culto profundo a los antepasados y veneración religiosa a su Emperador, que representa para ellos a Dios y a la Patria. Sus cuatro principios fundamentales son:

– No dejarse sobrepasar por nadie en sus ideales.

– Servir al Jefe Supremo.

– Ser fiel a los padres.

– Ser piadosos y sacrificarse en bien de los demás.

Los cuatro votos que impone el Bushido son: La muerte, la fidelidad, la dignidad y la prudencia.

Las pestes del Bushido son: El sueño, la disipación, la sensualidad y la avaricia.

El camino del Bushido o la Vía de los Caballeros es: Culto al honor, culto al valor, culto a la cortesía, culto a la Patria, representado por el Emperador.
Todas estas influencias variadas crearán a la Legión, con su famoso lema: ”Legionarios a luchar, Legionarios a morir” y otros: “¡Viva la muerte!” y “¡A mí la Legión!”

Su símbolo será el armamento de los tercios, ballesta y arcabuz en aspa con una pica en medio. La legión admitiría como miembro a cualquier español o extranjero entre 18 y 40 años que estuviese sano. No pediría documentación, lo cual fomentaba que fuera un buen lugar para que gente de pasado turbio tuviera una nueva vida. Las primas de enganche se establecieron en 700 pesetas por 5 años y 500 pesetas por 3 años, a las que se sumaban los haberes diarios y la posibilidad de ascensos en tiempo de paz y de guerra. Los jefes y oficiales serían elegidos personalmente por Millán Astray de entre los que contaban más méritos en campaña. En cuanto al uniforme destacarán por usar el gorrillo isabelino con borla, la guerrera de cuello vuelto con el cuello de la camisa por encima y correajes de lona británicos comprados en Gibraltar. La mascota tradicional de la legión es la cabra, aunque en los primeros tiempos, fueron el mono, habitual en la zona de Ceuta; la gacela del Sahara; arruís; loros; jabalíes e incluso hasta un oso, pero en la fauna autóctona lo más habitual es el carnero. En el Ejército era habitual  que les acompañara el ganado para poderles asegurar el suministro de alimentos de primera necesidad. Las cabras servían de alimento para los legionarios, tanto por su carne como por su leche. A veces, sin embargo, el personal que se encargaba de su cuidado se encariñaba con el animal y se le indultara, pasando a ser un miembro más de la unidad.

 

 

Baltasar Queija Vega

El bautismo de fuego lo recibirá la Legión con la muerte del cabo Baltasar Queija Vega, que cayó en una emboscada en 1921 durante un abastecimiento de agua. Una de las canciones más famosas de los legionarios es una tonadilla que, según se dice, fue creada a partir de unos versos de amor, encontrados en este soldado muerto en batalla, dedicados a su novia. Un camarero de Huelva, que apenas superaba el metro cincuenta de altura y cuyos huesos acabaron en el Tercio de Extranjeros, seguramente por una mezcla de casualidad y falta de liquidez. Según cuenta la leyenda, fueron los pilares sobre los que se edificó la canción que simboliza la legión: el “Novio de la muerte”. Habían nacido los “novios de la muerte”. Se cuenta que en uno de los viajes de evacuación de enfermos, la Duquesa de la Victoria, dama de la Cruz Roja, asiste el teatro Vital Aza de Málaga, y quedó fascinada al escuchar a “Lola Montes” cantando la interpretación del cuplé: “El novio de la Muerte”. Por mediación Millán-Astray consiguió que la canción se trasladase a Marruecos para contribuir a alentar la moral de la población y en especial de los Caballeros Legionarios, incorporándose así al repertorio de las canciones-marchas del Tercio.

Durante la guerra de Marruecos, Millán Astray sufriría cuatro graves heridas:

En 1921,  en  el  barranco  de  Amadí  es  herido  en  el  pecho cuando estaba dando órdenes para la toma de Nador.

En 1922, al ser relevado en el combate es herido en una pierna mientras se replegaba.

En 1924,  ascendido  a  Coronel,   encuentra   la   carretera cortada por el fuego  enemigo.  Cuando  se aproxima  a  primera  línea para arengar  a  los  soldados  del  Batallón  de  Burgos,  recibe  un disparo que  le  destroza  el  brazo  izquierdo y que tienen que amputarlo a causa de la gangrena.

En 1926,  al  mando  de  una  columna,  entabla  combate  con  el enemigo mientras examinando  los primeros  puestos,  recibe  un disparo  en  el  rostro  que  le  destroza  el  ojo  derecho  y le produce desgarros en el maxilar y en la mejilla izquierda. A causa de esta herida pierde el ojo y sufriría de vértigo durante el resto de su vida cada vez que girase la cabeza.

Asciende a General. Durante  la  Guerra  Civil,   prestó  servicio como director de la Oficina de Radio, Prensa y Propaganda,  fundando Radio Nacional de  España. En 1937  fue  responsable  de  la Dirección de Mutilados de  Guerra,  siendo  su  creador,  pues  en nada  se parecía al  extinto  Cuerpo  de Inválidos,  disuelto  por  el Gobierno de  la  Republica.

En 1941 conoce y se enamora, durante una partida de cartas, de Rita Gasset, hija de Rafael Gasset, antiguo ministro de Fomento, y prima del filósofo José Ortega y Gasset. Cuando se queda embarazada, decide separarse de su esposa Elvira y entonces marcha a Lisboa, ante el temor de que se produjera un escándalo; allí nació, su única hija Peregrina. Fue procurador en las Cortes desde 1943, hasta su muerte en 1954. Los  últimos  años  de  su  vida  los dedicó consagrado  al  benemérito  cuerpo  de mutilados, facilitando hogares para mutilados y ciegos, muriendo en Madrid, a los 74 años, debido a una enfermedad coronaria, siendo director general del «Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria». Fue enterrado en el cementerio de la Almudena.

Su  fama  transcenderá  las  fronteras  españolas  y  a  su  muerte será  el  único  titulo  que  le  acompañe: “Legionario”.