El Canal de Castilla La Vieja: desde Segovia, al Mar
La red de canales navegables que surcaba Centroeuropa en el siglo XVIII y por la que se podían mover con facilidad mercancías y personas, fue siempre la envidia y la admiración de la corte de Castilla. La nefasta red de caminos del reino, hacía lento y caro el transporte de cereales y lana hasta los puertos por los que se exportaba. Con la idea de unir las principales capitales castellanas con el puerto de Santander, para dar salida rápida y económica a los excedentes de grano y permitir la entrada de otras manufacturas desde el extranjero, el marqués de la Ensenada, ministro ilustrado de Fernando VI, propuso una tarea titánica: construir a pico y pala una red de canales. Las mercancías irían en barcazas arrastradas por reatas de bueyes desde dos caminos de sirga, paralelos al canal, que a orillas del río arrastrarían las embarcaciones tirando de ellas desde tierra. La idea -hija de la Ilustración- no era mala. Lo difícil era llevarla a cabo. El proyecto del canal de navegación y riego de Castilla la Vieja, en una longitud de cinco leguas, abarcaría desde el río Carrión hasta la Tierra de Campos. Recorrería las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid, atravesando 38 términos municipales.
En noviembre de 1751 el Marqués de la Ensenada le encargó hacer los estudios previos y de viabilidad de los canales de Castilla al francés Carlos Lemaur, que se incorporó al Ejército español como ingeniero militar con el grado de capitán, para reforzar el escaso plantel de ingenieros y arquitectos españoles existentes, en una de las épocas más brillantes de las obras públicas de España. La visión de la España que él tenía, dice así: “…Aquí conocí una de las mayores paradojas que la historia pueda encerrar: un imperio hecho por un país sin hacer.…” Aunque la realización del proyecto general la despachaba directamente con el Marqués, cuando comenzaron las obras tuvo que ponerse a las órdenes de Antonio de Ulloa, reputado marino y científico, con el que tuvo desde siempre unas relaciones difíciles.
A Lemaur le fue encargada la dirección técnica de esta ambiciosa obra, bajo la supervisión de Ulloa quien a su vez redactó el “Proyecto general de los canales de navegación y riego para los reinos de Castilla y León” basándose en los datos que le facilitaba Lemaur.
A comienzos de 1753 había terminado el proyecto general originalmente concebido como una red inicial de cuatro canales, que unirían Segovia con Reinosa, pero solo se llegaron a construir tres ramales (Norte, Sur y de Campos) en forma de Y invertida. Algunos kilómetros al norte de la capital palentina el canal se divide en dos grandes ramales que se dirigen uno a Medina de Rioseco (ramal de Campos), el más largo y otro a Valladolid (ramal Sur). Las obras del canal comenzaron en Calahorra de Ribas, conocido como Ramal de Campos que discurría por el terreno más llano, y en el que en una primera fase sólo se pudieron trabajar con continuidad unos 27 km. del mismo, que nace en Medina de Rioseco.
El canal del Norte llega hasta Alar del Rey, en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica. El canal del Sur nace en El Serrón y tras bordear Palencia capital y continúan sus aguas al Pisuerga en Valladolid. Para superar el desnivel del terreno de 150 metros y permitir de esta manera la navegación, fue necesario construir un total de 49 esclusas: 24 en el ramal del Norte, 18 en el del Sur y 7 en el de Campos, más 1 de retención. Las esclusas siguen básicamente el diseño ideado por Leonardo da Vinci a finales del siglo XV. El canal discurre a lo largo de 207 kilómetros, un recorrido muy similar al actual, con una anchura de entre 11 y 22 metros. A su paso por la ciudad de Palencia, hay una dársena para poder facilitar las tareas de carga y descarga.
Los problemas financieros y técnicos y las guerras retrasaron enormemente su ejecución. Además, se encontraban con el escollo de la Cordillera Cantábrica, que en ningún caso se podía salvar por agua. En el mejor de los casos, las mercancías habían de ser trasladadas a carromatos para cruzar la montaña y llegar a Santander. Al ser destituido Ensenada en 1754, Ulloa presentó su dimisión y Lemaur dejó todo el trazo y concepto fluvial concluido y fue destinado a las fortificaciones de Galicia. Por otro lado, Antonio de Ulloa, tuvo serios problemas económicos con el Banco de San Carlos y diversos desencuentros con Cabarrús abocándole a una situación desesperada. Se sabe que se suicidó el 25 de noviembre de 1785, dejando todo su legado a sus hijos.
Tras muchas penurias, el 8 de noviembre de 1849, según consta en una placa en la iglesia de Medina de Rioseco, se inauguraron los primeros kilómetros de la obra alimentados por las aguas de los ríos Pisuerga y Carrión. La época de mayor esplendor tuvo lugar entre los años 1850–1860, cuando las gabarras que surcaban el Canal superaban las 350.
Pero la alegría duró poco. Pronto apareció en escena un fuerte competidor: el ferrocarril, la línea férrea Valladolid-Santander en 1866, con un trazado casi paralelo al del Canal de Castilla, dando la puntilla final al pomposo proyecto del marques de la Ensenada. No obstante su cauce seguía proporcionando otros usos derivados de la fuerza motriz, generando un desarrollo económico e industrial en las localidades por las que discurría y propiciando fábricas de papel, harinas, cueros, molinos, armas e incluso astilleros. Su utilidad fue decayendo paulatinamente hasta que en 1955 cerró oficialmente sus compuertas. Unos años más tarde se desmantelaron las esclusas, verdaderas joyas de la arquitectura industrial, según cuentan quienes las conocieron en uso.
Hoy, los 207 kilómetros del Canal de Castilla, además de los paisajes maravillosos de horizonte infinito de los campos palentinos y vallisoletanos, y de regar sus campos, se ha desarrollado un negocio en torno al turismo de interior que ha dado nueva vida al sueño visionario e ilustrado del marqués de la Ensenada. Se ha convertido en una inmejorable excusa para recorrer a pie, en coche o en bicicleta, rutas en canoa por el canal y los ríos que lo alimentan y para actividades escolares, disfrutando de los restos de fábricas y almacenes, de casas escluseros y molinos y de todo el entramado industrial que creció a su vera.
Con la creación del Barco Marqués de la Ensenada el 1 de octubre del 2009, que recorre las aguas del Canal de Castilla, existe la posibilidad de acercarse un poco más a esa gran obra maestra y a su historia. Las visitas a la fábrica de harinas de San Antonio, del año 1852 y lo que llama más la atención del viajero son las 49 esclusas, conocidas todavía por su numeración. Los pasajeros también pueden disfrutar de una sabrosa degustación de vinos y productos típicos de la comarca. Son miles de visitantes, unos 44.240 pasajeros al año, que no dejan de sorprenderse de un bello entorno de grandes cualidades medioambientales. La protección de sus humedales y lagunas es ahora una labor prioritaria y no puede caer en el olvido, y repetirse de nuevo la misma historia, como así ocurrió durante años con la conservación del canal.
Cuando a finales del siglo XVIII Antonio de Ulloa y Carlos Lemaur proyectaron el Canal de Castilla, no podían imaginar que su obra perviviera hasta el siglo XXI con la frescura que hoy posee. Quizás sea el barco turístico que zarpa de la dársena de Medina de Rioseco desde hace más de 10 años, el que mejor represente el espíritu que movió a aquellos ‘locos ilustrados’ a construirle, que no fue otro que el de ser útil y práctico a la sociedad de su época.