La estrella de Hollywood que inventó el wifi

El  9 de noviembre, se celebra en honor de Hedy Lamarr, el día de su nacimiento, el Día del Inventor. Una estrella del Hollywood clásico, que fue la inventora del espectro ensanchado por salto de frecuencia que se utiliza en los GPS, en el Bluetooth y en las conexiones WiFi.

Hedy Lamarr

Hedwig Eva Maria Kiesler  (1913-2000), nació en Viena, fue hija única, de ascendencia judía. Su madre, Gertrud Lichtwitz, era pianista, nacida en Budapest, convertida al catolicismo y su padre, Emil, era banquero, nacido en Leópolis, Ucrania. Desde pequeña destacó por su inteligencia y fue considerada por sus profesores como superdotada. Empezó sus estudios de ingeniería a los 16 años, pero tres años más tarde,  abandonó la ingeniería atraída por su vena artística, y empezó en el teatro berlinés como alumna del director Max Reinhardt. Así, inició su carrera cinematográfica, y pronto sería mundialmente famosa por la secuencia de la película Éxtasis, en la que aparecía completamente desnuda. Por dicha escena se la conocería como la primera mujer en la historia del cine que apareciese totalmente desnuda en una película comercial. E incluso el Papa Pio XII previno sobre su visionado: «Peligrosamente inmoral«.

Su padre acordó casarla en contra de su voluntad con Fritz Mandl, con tan solo 18 años. El controvertido film llegó a ojos del alemán, también judío que se quedó obsesionado por su belleza. Era 15 años  mayor que ella y uno de los hombres más ricos de Alemania gracias a su fábrica siderúrgica, con la que nutría de armamento a los nazis. Lamarr recordaría en sus memorias,  cómo el mismísimo Führer y Mussolini acudían a las fastuosas fiestas de su marido,  exhibiéndola como un trofeo, pese a su sangre judía.

 

Fritz Mandl

Su marido, Mandl, no sólo la retiró del cine, sino que prácticamente la secuestró de la vida pública.  Muy celoso, la obligaba a acompañarle en todas las cenas y viajes de negocios. Fue encerrada en casa y sometida a un estricto control. Hedy tuvo que abandonar su incipiente carrera cinematográfica, y cualquier otro tipo de actividad que no fuera la de simple comparsa de Mandl. Según escribió más tarde, no le estaba permitido ni bañarse ni desnudarse si él no estaba presente. De hecho, su marido intentó quemar todas las copias de la película,  (Extasis), algo que no consiguió, ya que el propio Mussolini tenía una copia personal que nunca le entregó. Hedy recordaría aquella época como de auténtica esclavitud. Su actividad artística, por supuesto, se interrumpió abruptamente. Durante su cautiverio, la actriz tuvo tiempo para retomar sus estudios de ingeniería. El negocio de su marido  le permitió introducirse en el mundo armamentístico. Pero el principal objetivo de la actriz era zafarse de los guardaespaldas que la custodiaban y huir de la jaula de oro de su esposo. Lo logró de una forma rocambolesca. Contrató a una sirvienta con un parecido físico notable a ella, la administró un somnífero y huyó disfrazada de ella, llevándose todas las joyas que cabían en los bolsillos del abrigo. Perseguida por los guardaespaldas de su marido, consiguió huir en tren a París disfrazada de criada y logró llegar a su destino Londres. Una vez allí vendió sus joyas y conoció, por casualidad, a uno de los magnates de Hollywood, Louis B. Mayer, el presidente de la Metro Goldwyn-Mayer. Ambos embarcaron juntos dirección a los Estados Unidos. Al llegar a tierra, ya tenía un contrato de siete años en Hollywood como actriz, y un nuevo nombre: Hedy Lamarr.

Como buena estrella de Hollywood, se olvidó pronto de su celoso ex esposo y empezó a coleccionar exmaridos. «Tengo que dejar de casarme con hombres que se sienten inferiores a mí», diría en una ocasión.

Entre 1940 y 1949 llegó a grabar hasta 18 películas. “Cualquier chica puede ser glamurosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”. Pero su trabajo como actriz la aburrió rápidamente. Por eso, decidió desarrollar su interés por las ciencias aplicadas, lo que, combinado con su repudio por el régimen nazi, produjo su mayor provecho. Odiaba las fiestas y nunca bebía. “Su principal hobby era inventar«.

Lamarr, conocedora de los horrores del régimen nazi a través de su marido Mandl, próximo al fascismo y por su condición de judía, ofreció al gobierno de los Estados Unidos toda la información confidencial de la que disponía. Además, consideraba que su inteligencia podía contribuir a la victoria aliada. Así, que se puso a trabajar para la consecución de nuevas tecnologías militares. Hedy sabía que los gobiernos se resistían a la fabricación de un misil teledirigido, por miedo a que las señales de control fueran interceptadas o interferidas fácilmente por el enemigo, y que pudieran inutilizar el invento o, incluso, usarlo en su contra. Su idea era que, tanto el transmisor como el receptor saltaran simultáneamente de frecuencia a frecuencia, de esta manera cualquiera que intentase interrumpir la señal, no sabría dónde podría localizarse.

George Antheil

Ya, con el título de ingeniera en Telecomunicaciones, conoció a quien sería su principal apoyo en la creación de un sistema secreto de comunicaciones. Conoció al compositor y pianista George Antheil, un pionero de la música mecanizada y la sincronización automática de instrumentos. Juntos pensaron en aplicar el principio de la pianola, a los torpedos dirigidos por radio; es decir, emplear rollos de papel perforado para que la frecuencia de la comunicación fuera saltando entre 88 valores distintos (el número de teclas del piano), según una secuencia que solo podrían conocer quienes tuvieran una clave. En 1942 inscribió la patente de un método de comunicación secreto que buscaba evitar la detección de torpedos enviados por las tropas aliadas. Sin embargo, el sistema de Antheil y Lamarr no fue explotado de inmediato. Registraron la patente y se la ofrecieron de forma gratuita al Ejército de los Estados Unidos, quienes no la utilizaron por miedo a que fuera detectada por el enemigo, pero la guardaron y la mantuvieron en secreto. Mientras, el régimen nazi continuaba su avance por Europa, y Lamarr, impotente, de nuevo ofreció su colaboración y su inteligencia al Gobierno estadounidense para el desarrollo de investigaciones científicas en busca de avances armamentísticos.

El hecho de que sus patentes fueran concedidas con el nombre de casada y no por el nombre artístico impidió que su contribución recibiera el debido reconocimiento en su momento. “Posiblemente el invento fue aparcado porque se consideraba a Lamarr la chica más guapa del mundo y debemos tener en cuenta que en esa época nadie tomaba en serio a una mujer bella en cuestiones intelectuales”. Aunque su belleza se impuso a su ingenio y para lo que si que el Gobierno la demandó, fue para utilizar su imagen de pósteres propagandísticos y para ayudar en la venta de bonos de guerra. Aquel que comprara 25.000 dólares conseguiría un beso de la actriz: Lamarr logró vender en una sola noche, siete millones de dólares en bonos de guerra. La tecnología patentada por Lamarr y Antheil ha demostrado ser la solución esencial para la comunicación secreta vía radio y para compartir el número de canales de radio ocupados. Hizo posible la transmisión de señales, sin poder ser interferidas y Estados Unidos lo utilizó por primera vez durante la crisis de Cuba, después como base para el desarrollo de las técnicas de defensa antimisiles hasta que, en la década de 1980, el sistema de espectro expandido vio sus primeras aportaciones en la ingeniería civil.

Casa de Hedy

Lamarr desarrolló también otros inventos: una versión mejorada de los semáforos y una pastilla para crear una bebida gaseosa. Alejada de la industria, Hedy Lamarr pasó apuros económicos y fue testigo de la subasta de todos los bienes de su casa de Beverly Hills. En 1966 fue acusada de robo en un supermercado y aunque finalmente quedó absuelta, este hecho le perjudicó mucho. Acabó renegando de su país de acogida y volvió a Austria. De hecho, la mansión de los Von Trapp en la película “Sonrisas y lágrimas”, pertenecía por entonces a la actriz. La fábrica de los sueños no era un lugar del que guardase un buen recuerdo: «La escalera del éxito de Hollywood suele empezar por un agente, un actor, un director y un productor. Y tú te conviertes en estrella si te acuestas con ellos en este orden. Crudo pero cierto».

Sin embargo, la faceta como científica e inventora tardaría en verse reconocida. En 1998 la Electronic Frontier Foundation concedió a Hedy Lamarr y George Antheil el Premio Pionero reconociendo su contribución fundamental en el desarrollo de las comunicaciones basadas en ordenadores. George Antheil murió sin conocer su aportación a la tecnología ni ver su reconocimiento y Hedy Lamarr rehusó a ir a recoger aquel premio. Murió dos años después en Florida. Su hijo  trasladó sus cenizas a Viena, de acuerdo con los deseos de la actriz. Murió como una pensionista más en Florida. Su afición al bisturí desfiguró el rostro que había conmocionado a toda Europa en los años 30.

Su idea, mantenida en secreto por el ejército durante tiempo, acabó convirtiéndola en la precursora de la tecnología que se utiliza hoy en día en las comunicaciones inalámbricas de los teléfonos móviles, los sistemas GPS y la tecnología wifi. La mujeres guapas, no tienen por qué ser tontas.