En el Corral de Comedias, en vez de palomitas «Aloja»

En los  siglos XVI  y XVII los Corrales de Comedias eran los patios interiores de las casas de vecinos, y corrales en los que se había levantado un tablado o escenario y cuyos espacios se aprovechaban para alojar a un público variado, sobre todo en las ciudades principales españolas. Su nombre viene dado porque eran auténticos corrales que se vaciaban de animales para poder ofrecer la pieza de teatro. Antes de 1560 en España no existía un espacio exclusivo para la representación teatral. Gracias a las cofradías, surgieron en el pueblo, tan anclado a la religión y en el que la Inquisición campaba a sus anchas. Por ello no quedó más remedio que conciliar las representaciones de comedias con los requerimientos morales de la Iglesia. El momento de esplendor de los corrales de comedias, coincide con el cenit del Barroco, con una cultura de crisis política y económica, que nació para afianzar los poderes tradicionales, es decir, Monarquía e Iglesia.

Las primeras representaciones se llevaron a cabo en iglesias, en Palacio, en universidades, u hospitales. Pronto se extendió la moda de representar funciones por las plazas, en las calles, en salones o patios de casas particulares, en algunas posadas, o en almacenes. El teatro en el Siglo de Oro empezó a profesionalizarse y, fue entonces, necesario crear los primeros espacios: los corrales de comedias. Fue Felipe II quien concedió el privilegio para la construcción de lugares apropiados para dichas representaciones, que siempre eran llamadas «comedias», aunque fueran de otros géneros, tragedia, o drama. Solían construirse en un lugar céntrico y de fácil acceso. La madera predominaba en todos sus espacios.

Para aprovechar la luz del sol al máximo, se hacían de día. En invierno, al mediodía, por el frio y a primeras horas de la tarde, en verano. Solían durar, aproximadamente, 3 horas, o más. Una de las primeras mejoras fue la instalación de un toldo que protegía de las inclemencias del tiempo y evitaba que hubiese zonas iluminadas y otras en penumbra, además de favorecer la acústica. El escenario y las gradas laterales podían estar semiprotegidas por un tejadillo voladizo. El patio solía medir unos doscientos metros cuadrados. Asistían todos los estamentos sociales, pero eso sí cada uno ocupando su lugar.

El escenario, disponía de cortinas en su fondo que ocultaba uno o dos corredores altos. La ausencia de telón condicionó la representación: había que recurrir a otros procedimientos para avisar a la audiencia de que comenzaba la función: con ruido inicial, música… El escenario presentaba tres niveles utilizables:

El tablado, en el que se desarrollaba normalmente la acción. Con la idea de alcanzar la mejor visión y audición, se levantaba 1,5 m. del nivel del suelo y se ubicaba en el espacio opuesto a la entrada. No debía medir menos de 5 metros de largo por 4 de fondo. Las mujeres tenían su camerino propio, en la parte trasera del tablado.

El Foso, que se encontraba debajo del tablado, solía funcionar como camerino exclusivo de hombres y que además, también servía para guardar a los animales que habitualmente estaban en el corral. Del foso salían, a través de escotillones o trampillas abiertas en el tablado, los actores que encarnaban a Satanás o a criaturas infernales. También se encontraban las máquinas con las que se producían efectos especiales, con la tramoya, una especie de pirámide movida por cuerdas, y el pescante, una sencillísima grúa, que servía para elevar a los personajes, hacerles aparecer o desaparecer.

La balconada, situada al fondo del escenario. En ella se  asomaban personajes que simulaban estar en el balcón de una casa. Más adelante apareció un nivel más alto todavía, un segundo corredor, que servía para situar allí la torre o la montaña, cuando la obra lo requería.

En las localidades dedicadas al público, se encontraban:

El zaguán, desde el que se accedía al patio o a los aposentos superiores como la cazuela. En algunos teatros las entradas eran distintas en función de la clase social y del sexo.

 Partes del Corral de Comedias

El patio central, la parte de un corral de comedias más importante y destacada. Dedicado al público más modesto, sólo para hombres Se encontraba en el centro del edificio, solía estar empedrado y dividido a la mitad por una verja denominada “degolladero”. Tenía el precio más económico y veían el espectáculo de pie Si querían estar sentados, tenían que pagar más dinero en unas gradas que había bajo los soportales. Allí se situaban los llamados mosqueteros, que, con sus capas y espadas y sus silbidos o aplausos levantaban o hundían la comedia, por eso determinaban si una función era buena o no, con sus vítores y aplausos. Así pues, era normal que el público gritara si no le gustaba la obra, les tiraran frutas u objetos o también hablaran con los personajes de la obra, siendo los mayores críticos de las funciones.

Los taburetes o media luna, llamados así por la forma que tenían, allí se sentaban otros espectadores, situados inmediatamente al lado del escenario, un lugar separado del resto del patio. Este espacio se ocuparía más tarde por la orquesta. Se llamaban lunetas a los bancos de madera colocados cerca del escenario en los que se solían sentar los hombres mayores.

A los lados del patio se encontraban las gradas en las que se situaban las familias.

En frente del escenario se construyó una especie de palco exclusivo para mujeres, llamado la cazuela. Se accedía al local por una puerta especial, o por las casas vecinas, para no encontrarse con los hombres, ya que no estaba permitido entremezclarse ambos sexos. Estaba situada en la primera planta del corral de comedias, sobre el zaguán. Aunque parezca una posición privilegiada, lo cierto es que era un espacio muy pequeño y las mujeres estaban muy acinadas, tanto, que parecían estar en una «cazuela», de ahí el nombre. Tal era la situación que existía, que incluso, apareció la figura del «apretador» que, tal y como su nombre indica, se encargaba de apretar para que cupieran más mujeres. En la parte más alta se situaba, a veces, la segunda cazuela que era ocupada por la servidumbre.

Cerca de la cazuela, se encontraba la Alojería, instalada en la galería baja, en la zona inmediata a la entrada, al zaguán. Era el lugar en donde el público compraba comida y bebida a los alojeros, pues, recordemos, que las obras solían durar varias horas. El nombre procede de una bebida de moda de la época llamada “aloja” que se preparaba con la mezcla de especias, miel y agua, a veces mezclada con vino.

Aloja

Esta es la receta:

Agua muy fresca del río.

Levadura antigua.

Miel, muy buena de abeja.

Limón, o naranja en zumo.

Especias variadas: polvos de jengibre, pimienta larga,

canela, clavo, nuez moscada… Cada alojero tenía sus favoritas.

Nieve, o hielo picado.

Combina todos estos ingredientes a tu gusto, hasta obtener una mezcla refrescante y agradable al paladar. Puedes darle tu toque personal. Parece muy similar a la actual sangría.

Los aposentos, o galerías que eran las habitaciones de las casas  que daban al patio y estaban destinadas a las gentes principales. Era la zona de corrales que las entradas eran más caras, 12 reales, mientras que en el patio no llegaban ni a un real. El aposento villa y el aposento del protector de comedias eran gratuitos Estaban situadas, en el primer piso y aquí sí que estaba permitido que las mujeres y hombres compartieran espacio. Los personajes nobles podían ver la comedia sin ser vistos a través de unas celosías.

En el argot teatral es muy conocida la expresión de: “mucha mierda”, como desear mucha suerte, y se debe a que las personas de clases pudientes acudían en sus coches de caballos. Al llegar a la puerta, el animal hacía sus necesidades, y cuando estaba a punto de comenzar la representación un miembro de la compañía se asomaba y miraba la cantidad de excremento depositada. Cuanta más gente importante, más posibilidades de que una vez concluida la función les lanzaran más monedas al escenario. Los artistas se agachaban para recogerlas, y de ahí dicen que viene también otra expresión teatral: “rómpete una pierna”, por la cantidad de veces que tenían que agacharse, o para saludar al público por el éxito de la obra.

Los balcones también se alquilaban para poder asistir al espectáculo. La tertulia o el desván, eran los aposentos situados en el piso más alto, inmediatamente debajo del tejado. Eran muy pequeños y estaban reservados muchas veces a los nobles y a los personajes más ricos e importantes de la ciudad y al clero.

Algunos reyes de la época asistían regularmente al teatro y tenía su propio Palco real, situado sobre las cazuelas y frente al escenario.

Los primitivos corrales de comedias se ampliaron interiormente según se hizo preciso crear espacio para alojar al público. Su estructura sólo permitía crecer en vertical y se fueron añadiendo pisos a los ya existentes

Corral de Comedias de Almagro

Los corrales fueron proliferando como respuesta al entusiasmo del público y al apoyo de los reyes Felipe III y Felipe IV.  A principios del XVII, ya había 5 corrales distintos en la villa. La cercanía entre los mismos dio lugar a un auténtico barrio de comedias. El epicentro del mismo se situó en la calle del Príncipe, donde se situaron: el corral de Burguillos, el del Príncipe (que acabaría convirtiéndose en el Teatro Español) y el de la famosa Pacheca. Además de los locales públicos y populares, existían los teatros palaciegos, edificios mucho más lujosos, que con motivo de fiestas muy señaladas, o acontecimientos relevantes, se ofrecían espectáculos. Entre estos Teatros palaciegos, nos encontramos los del salón de comedias del Alcázar, el Palacio de la Zarzuela, el Coliseo del Buen Retiro, o en su estanque o en sus jardines, Los jardines de Aranjuez.

Uno de los corrales de comedias más antiguos conservado, aunque de modo parcial, es el Corral de Comedias de Alcalá, el único conservado completamente es el de Almagro, donde todos los años se celebra el Festival Internacional de Teatro Clásico.

Fueron el marco de la dramaturgia del Siglo de Oro con autores como Tirso de Molina, Pedro Calderón de la Barca, pero destaca sobre todos Lope de Vega quién, además, se encargó de revolucionar y modernizar el teatro con «La comedia nueva». Aunque este periodo supone un florecimiento de ámbitos creativos y artísticos, la sociedad todavía estaba organizada conforme a las diferentes capas sociales. Los nobles, que gozaban aún de muchos privilegios, como: la exención del pago de impuestos directos, no podían ser torturados o cumplir penas por sus deudas y, hasta en el caso de ser condenados a muerte, tenían la “ventaja” de ser decapitados, en lugar de ahorcados.  Los plebeyos, sin embargo, podían ser condenados con mayor facilidad y no podían ocupar determinados oficios, reservados solo para la nobleza. Por otro lado el clero, muy respetado y honrado, con un mayor nivel cultural. Las mujeres quedan excluidas totalmente, sin contar con las eclesiásticas, del proceso de alfabetización. El corral de comedias, es pues un buen reflejo de la diferencia social y sexual existente en aquella España.