Carnavales de Venecia y los piratas ilirios

Los carnavales de Venecia provienen de las Bacanales y Saturnales que se celebraban ya en el Imperio Romano, aunque la primera vez que se encuentra la palabra carnevale es en 1094. En 1.296, Christopher Tolive, le propuso al secretario principal del Dux de Venecia, que los nobles se mezclasen con el pueblo llano para divertirse, con máscaras para ocultar su identidad, porque pensaba que podía ser beneficioso, ya que en circunstancias normales no se relacionaban con el pueblo. Tras el apoyo definitivo de las autoridades, el carnaval obtuvo una excelente acogida no solo entre las altas esferas sociales venecianas, que veían en el anonimato de las máscaras una excelente oportunidad para desmadrarse, sino también entre las clases más bajas o el clero, que aprovechaban para disfrazarse de la propia nobleza, demonios, monstruos… El carnaval también permitía a la población más pobre una vez al año, un momento de diversión y la posibilidad de burlarse públicamente de la aristocracia, sin temor a que se les reconociese. La nobleza disfrazada tenía aventuras con los ciudadanos y de aquí surgieron los hijos mitad puros, mitad impuros, como los llamaban en aquellos tiempos.

Giacomo Casanova

Su mayor apogeo se produjo en el siglo XVII, momento en el que los aristócratas de todo el mundo viajaban a Venecia, procedentes de toda Europa, en busca de diversión y placer para dejarse llevar por impulsos de todo tipo. Las fiestas a veces, se prolongaban durante meses. En este siglo  vivió en Venecia uno de los personajes más famosos de la historia, Giacomo Casanova, aventurero y diplomático italiano, que se disfrazaba de Pierrot para mezclarse en los bailes de palacio con las cortesanas, acrecentando así su legendaria fama como conquistador y que encarna perfectamente con el espíritu del Carnaval. Con la decadencia de Venecia como poder mercante y militar, debido al descubrimiento de América, el cambio de la Ruta de la Seda y de las inmensas riquezas procedentes del nuevo mundo, el carnaval palideció casi hasta desaparecer. Después de que Napoléon ocupara la ciudad, se prohibieron los festejos por miedo a que hubiese conspiraciones. Se prohibió de forma definitiva por el gobierno fascista de Mussolini, hasta que en 1979, gracias a la iniciativa de una serie de asociaciones de vecinos y artesanos venecianos, el carnaval se pudo volver a celebrar para ser lo que conocemos actualmente. Desde entonces la festividad da inicio cada comienzo de cuaresma cristiana, es decir, a partir del miércoles de ceniza.

Pese a que la mayor parte de los bailes que suelen realizarse son privados, se pueden disfrutar de muchas otras actividades. La fiesta comienza con la ya tradicional «Fiesta de las Marías». El origen de esta  tradición es que antiguamente durante las fiestas de la Purificación de María, se bendecían a todas las parejas que se iban a casar. Entre las mujeres, se elegían a las doce más pobres y se las ataviaba con ropajes lujosos. Cuentan que en el año 973, desembarcaron unos piratas ilirios (procedentes de Albania) y raptaron a las jóvenes de aquel año con sus ropajes y sus joyas, pero la población consiguió salvarlas y liberarlas, y desde entonces se celebra esa victoria con la Fiesta de las Marías, en la que desfilan las venecianas más bellas con los trajes tradicionales.

Disfraces de Carnaval

“El vuelo del ángelo de la Colombina, es el que se encarga de abrir de manera oficial el carnaval en la plaza de San Marcos.  El descenso, de 99 metros de altura va desde el campanario de San Marcos hacia el Palacio Ducal. «La María” ganadora del concurso del año anterior, es la que tiene el honor de realizar el salto. El origen del salto se remonta a un espectáculo que se produjo en el siglo XV, donde un acróbata turco consiguió ir desde un barco que estaba anclado a orillas de la plaza, hasta lo alto del campanario de San Marcos, estando ambos conectados por una cuerda tensada. El éxito del primer «vuelo», al que comenzó pronto a denominarse «el vuelo del turco»,  se repitió desde mediados del siglo XVI con la participación de funambulistas y jóvenes venecianos, que rivalizaban en la hazaña, a la que se fueron añadiendo variaciones. Sin embargo en 1759, acabó en tragedia: el acróbata elegido para la ocasión se estrelló contra el suelo y por eso en adelante se optó por sustituir el espectáculo por una paloma de metal, uno de los símbolos más importantes de Venecia,  y pasó a llamarse «el vuelo de la Paloma». Muy recientemente, en 2001, se recuperó la antigua costumbre, con mayores medidas de seguridad, y desde entonces actrices, cantantes, deportistas y hasta misses y modelos se han descolgado desde el Campanile. Posteriormente se realiza el primer concurso de máscaras y disfraces, donde se puede disfrutar de los trajes de época más bellos de todo el carnaval. Las semifinales y finales se realizan todos los días, hasta el último día de las fiestas.

El vuelo del águila” es otro vuelo que se produce desde el campanario de San Marcos hasta un escenario construido en la Aldea de las Maravillas. que se creó como atracción suplementaria tras el éxito del vuelo del ángel. Este descenso comenzó en el 2012 y, desde ese año, han sido siempre mujeres deportistas las protagonistas,  pero en el 2016 retomó su antigua tradición como homenaje a los dogos (gobernantes) venecianos, que antiguamente lo realizaba un hombre, habitualmente un acróbata. En ese mismo día y como parodia, también se realiza “el vuelo del burro”, y como final de fiesta “el vuelo del león“, donde el estandarte de San Marcos se encarga de sobrevolar la plaza llena de gente, mientras suena el himno de la ciudad y le esperan “las Marías”. En ese mismo día se elige a la “María” ganadora del carnaval.

Con la Regata del Silencio, se clausura el final de fiesta, un desfile espectacular de barcos antiguos por el Gran Canal, algo realmente precioso.

Frittella

Todas las noches en la plaza de San Marcos, hay música en directo para poder bailar y pasarlo bien y nos podemos encontrar compañías de teatro itinerante en cualquier rincón de la ciudad.Son los carnavales más largos, 10 días de celebración, la gente se disfraza y sale a la calle a pasear y a tomarse fotos, ya sea en desfiles organizados, o improvisados. Los disfraces son trajes de época del siglo XVII veneciano, como recién salidos de un óleo, con espectaculares disfraces, de quienes invierten miles de euros para lucir como una estrella durante algunos días del año, o solo para mezclarse entre la gente y perderse por las callejuelas de esta ciudad única.

Las fiestas, algunas de ellas privadas, a las que es muy difícil poder asistir sin invitación, tienen precios muy elevados. El Gran Canal de Venecia también es un escenario muy importante donde mirar las góndolas o pasear comiendo una «frittella».

El escritor alemán Goethe, que solía visitar el carnaval de Venecia, nunca llevaba máscara ni disfraz. Él afirmaba que era tan feo que no necesitaba ninguna careta. Se recuperó algo de su festividad hacia finales del siglo XX,  la ciudad desde entonces se ve abrumada por la invasión de miles de turistas, aunque lejos quedaron las grandes épocas de diversión desenfrenada.