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Franco, «ese niño»

Francisco Franco nació a las doce y media de la madrugada del 4 de diciembre de 1892, día de la celebración con morteros de la patrona de artillería, santa Bárbara, una fecha muy apropiada. Su casa, todavía se conserva como una reliquia, en el mismo casco histórico de la ciudad, cerca de la ría del Ferrol, en el número 108 de la calle Frutos Saavedra, actualmente, calle María. El 17 de diciembre fue bautizado como Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo: Francisco por su abuelo paterno, Hermenegildo por su abuela materna y su madrina, Paulino por su padrino y Teódulo por el santo del día, como era de costumbre.

Padres de Franco

Su padre, Nicolás Franco y Salgado-Araújo, llegó a ser intendente general de la Marina y su madre, María del Pilar Bahamonde y Pardo de Andrade, disfrutaban de una posición social parecida, de clase media baja, hija del comisario del equipo naval de la plaza, que provenía de una familia que también tenía una tradición de servicio en la Armada.  Sus padres, eran dos polos opuestos. La unión de un librepensador, Nicolás, con la conservadora y moralista Pilar fue un fracaso. No nació en un hogar feliz, ya que los caracteres contrapuestos de sus padres propiciaron el desencuentro de la pareja desde los primeros momentos, lo que acabó en ruptura. Ambos quedarían decepcionados mutuamente casi inmediatamente después de la boda. Nicolás no tardó en continuar con sus costumbres de oficial de colonias y Pilar se refugió en su religiosidad, resignada al cuidado de sus hijos. Sin embargo, tuvieron cinco hijos:​ Nicolás, el mayor de los hermanos, seguiría la tradición familiar como oficial de la Marina, su otro hermano, Ramón, fue un pionero aviador que llegó a ser muy conocido por sus hazañas aeronáuticas. Tuvo dos hermanas, Pilar y Paz, que murió a los cuatro años. Su padre fue un hombre poco dado a los convencionalismos y,  estuvo destinado en Cuba y en  Filipinas, donde tuvo un hijo natural, Eugenio Franco Puey, al que reconoció antes de regresar al Ferrol. Adquirió los hábitos del oficial de colonias: mujeriego, jugador de casino y aficionado a las juergas y farras nocturnas.

Eugenio Franco Puey

Cuando nació, su padre, el iracundo y alcoholizado, estaba en una casa de putas. Siempre fue autoritario, rayando la violencia, malhumorado, no admitía que se le contradijese, y los cuatro hermanos, Francisco en menor medida, dado su carácter retraído y apocado, sufrieron lo que hoy se consideraría malos tratos. Fue el más “normal” de los tres hermanos varones: Nicolás fue un chico listísimo, aunque muy mal estudiante, Paco fue siempre un chico corriente. No se distinguía ni por estudioso ni por desaplicado. Se podría decir que, curiosamente, todos le definían como el más templado de los pequeños, el menos «trasto» de todos ellos.

Este hombre solía maltratar a sus hijos, a base de correazos, les propinaba unas palizas antológicas, en una ocasión llegó a romper el brazo a su hijo mayor. Tuvo que sufrir una infancia absolutamente traumática debido a un “padre maltratador” al que, a día de hoy, hubiese perseguido la ley.

Pero lo que más dolor le causó, fueron los reiterados insultos de su progenitor que venían a reforzar unos comentarios que Francisco escuchó durante toda su infancia debido al timbre de su voz, enclenque y de voz aflautada, un tono: débil, ceceante y decididamente agudo. Su padre le llamaba ‘Paquita’ y cuando no le descargaba una paliza apoteósica tras una borrachera, se entretenía pellizcándole el pene. “¿Pero tú ves algo?”, le decía a Nicolás, su hijo mayor, quien remataba con inquina, mirando a Franco: “Bobalicón, cerillita”. Francisco pasó sus siguientes años entre golpes y las jugarretas de sus hermanos.

Su madre, siempre llegaba a rescatarlo llamándole “Merelillo, Paquiño mío”. Él se escondía entre sus piernas chupándose el dedo. Ella, que lo vio enclenque y llorón, lo acogía con un amor desmesurado y excluyente. Era conservadora, extremadamente religiosa y muy apegada a los usos y costumbres de la burguesía de una pequeña ciudad de provincias. Resignada y de carácter bondadoso, se refugió en sus hijos, inculcándoles tenacidad y esfuerzo para progresar en la vida y ascender socialmente.

A los cinco años fue al puerto a recibir a los repatriados de la guerra de Cuba, 250 familias se habían quedado huérfanas y El Ferrol se llenó del ruido de las patas de palo de los lisiados. A esta edad; la pérdida de Cuba habría pasado inadvertida para él, de no ser por la reacción que suscitó en la sociedad española, que se prolongaría durante su infancia y primera juventud. En el siglo XIX España, estuvo presidida por un prolongado período de inestabilidad política y guerras civiles; los intentos liberales chocaron en todos los casos con la reacción del Antiguo Régimen y la Iglesia, junto con revueltas y guerras civiles, unido a las guerras coloniales, propició un sistema político corrupto e ineficaz en una España empobrecida, atrasada y con fuertes desequilibrios entre clases y regiones. A Franco, como al conservadurismo de gran parte del siglo xx, pudo serle fácil identificar la grandeza del Imperio perdido, con los antiguos regímenes autoritarios, y el desastre de su pérdida, con las nuevas posiciones liberales. El Ejército, sin imperios de ultramar que defender, forzó, también como medio de lavar la derrota sufrida, las posteriores intervenciones en Marruecos, generalizándose en su seno un patriotismo exacerbado y un sentimiento de superioridad frente a la población civil, viendo en el afloramiento de los nacionalismos, principalmente el nacionalismo catalán, promovido por las élites catalanas que perdieron el mercado cubano, y en el fortalecimiento del pacifismo de la izquierda, elementos disolventes de la nación. La visión de una España en decadencia que perdía, entre otras cosas, con los últimos de Filipinas, los retales de lo que había sido su gran Imperio.

Pero el infierno no estaba sólo en casa. Los veteranos de la guerra de Cuba que le veían pasar por las calles del Ferrol, se burlaban de su enorme cabeza y su cuerpo de palo… No es ni mucho menos la estampa de un mártir pero sí una buena síntesis de los primeros años de quien se haría llamar Caudillo o Generalísimo durante más de cuarenta.

Fue un niño solitario, retraído hasta el extremo de un gélido desinterés. Según el testimonio de uno de sus compañeros de colegio, era siempre el primero en llegar y se ponía delante, solo. Cuando tenía ocho años, en una ocasión, su hermana Pilar le llamó cobarde, entonces cogió una aguja de coser, la calentó, y se la clavó en su propio brazo sin apartar la mirada de sus ojos, el solo comentó que olía a carne quemada. Su hermana atestiguaba, que su padre nunca le puso la mano encima. No porque no lo mereciera alguna vez. A mis hermanos sí, cuando las hacían demasiado gordas. Ahora se dice mucho que no se debe pegar a los niños, pero en aquella época era todo lo contrario; las palizas eran fuertes y frecuentes. Y recomendadas hasta por los maestros.

Con todo, el futuro jefe del Estado también era como cualquier otro chaval, le gustaba leer, Valle-Inclán estaba entre sus escritores predilectos. Cuando niño, dibujaba muy bien y en eso tenía mucha habilidad, y disfrutaba con cosas tan nimias como armar el belén o jugar con las espadas de madera que los Reyes Magos le traían en Navidad.

Nicolás y Franco

Al cumplir 12 años, junto a su hermano Nicolás y su primo Pacón, entró en la escuela de preparación naval dirigida por un capitán de corbeta, con la esperanza de, posteriormente, ingresar en la Marina al igual que su padre. Sus dos escuelas de primaria, el Colegio del Sagrado Corazón y el Colegio de la Marina, estaban especializadas en preparar a los niños para los exámenes de ingreso en la Armada. Muy delgado y de aspecto enfermizo, todo ello, unido a su escasa envergadura, provocó que pronto se ganase el mote de “Cerillito o Paquito”, los niños, que pueden ser muy crueles. Era un estudiante mediocre, aunque no se le podía negar su esfuerzo con los estudios. Su hermano logró en 1906 ingresar en la Escuela Naval de la Armada, con el beneplácito de su padre, pero él y su primo, al intentarlo el año siguiente, vieron negada tal posibilidad, las perspectivas navales de Francisco se truncaron. Esto le marcó de por vida. Incapaz de ganarse la aceptación de su padre buscó librarse del dolor negando su necesidad de afecto

Franco 1910-uniforme de alférez

En 1907, a los 14 años, junto a su primo, ingresó en la Academia Militar de Infantería de Toledo. El primer viaje fuera de Galicia lo acompañó su padre, cuando fue destinado a Cádiz  y posteriormente a Madrid, quedando muy impresionado por el paisaje castellano.
En Madrid su padre se quedó a vivir con su amante, y la familia se rompió definitivamente, abandonando a su mujer, a sus hijos y a su hogar. Su amante, Agustina Aldana, era una joven antítesis de su esposa. Su padre siempre sintió predilección por sus otros hermanos y Francisco fue el que más fuertemente se refugió en su madre. No es de extrañar que entre los legados que el joven heredó de su madre se encontrara un persistente y conspicuo catolicismo, una aversión por la promiscuidad sexual, su puritanismo, su moralismo y religiosidad, el alejamiento del alcohol y de las farras, y una fobia contra el liberalismo y la masonería, todo lo convierte en una antítesis de su padre. El odio al padre, el amor sin límites por su madre, a la que por las noches suplicaba «cásate conmigo», con cierto complejo de Edipo y el desastre de Cuba, marcaron a «Paquito» para siempre. Quizá fuese por esa infancia tan complicada por la que Franco se fue curtiendo y empezó a obsesionarse por demostrar su valor. Todo iba a cambiar en la Academia, o eso creía él. Y es que, las primeras semanas sufrió las novatadas de los veteranos y las burlas de sus compañeros por su baja estatura, su vocecilla y su bigotín. No cabe duda de que, aquellos días, se sintió tristemente como en casa. Así recordaba él mismo aquella etapa: “Comenzaba el duro calvario de las novatadas. Triste acogida que se ofrecía a quienes veníamos llenos de ilusión a incorporarnos a la gran familia militar. La mala impresión que me produjo este abuso y contrasentido se conservó durante toda mi vida, cuando hubiera sido tan fácil asignar a cada alumno un padrino entre los antiguos, que se ocupase de tutelarlos, guiarlos y protegerlos”. En la Academia fue uno del montón, obtuvo el puesto 251º entre los 312 de su promoción, fue blanco de las burlas y mofas de los otros muchachos por su corta estatura (1,64 m) y voz atiplada. En una ocasión le aserraron el cañón de su fusil quince centímetros y le obligaron a desfilar con él, y, le llamaban: Franquito, teniente Franquito, Comandantín. Como sucediera en el hogar que había ocupado cerca de la Ría, se terminó hartando de todo aquello y, en una ocasión, tiró un candelabro a la cabeza de uno de aquellos abusadores, además de repartirle una buena somanta de tortazos. Aquello le valió el respeto de sus compañeros. Todavía en 1936, cuando el general Sanjurjo reprochó su falta de decisión frente a la sublevación, lo haría en estos términos: «Franquito es un cuquito que va a lo suyito», siendo apodado por los confabulados, cansados de sus vacilaciones, Miss Canarias, por su voz débil y ceceante​ En sus Memorias, Manuel Azaña también terminará llamándole Franquito.

Pronto fue trasladado a África, donde España se enfrentaba a fusil y cañón contra los rifeños. Una guerra para muchos sin sentido en la que Cerillito se convirtió, decididamente, en un hombre.  La luz de África lo embrujó: «Yo no puedo explicarme a mí mismo sin África», repetía en ocasiones. Fue el cadete más joven de la Academia, el teniente más joven del Ejército, general a los 33 años, como Napoleón. Militar modélico, la atroz guerra africana lo deshumanizó y dejó de tener respeto a la vida, empezando por la suya propia. Sus hombres explicaban que parecía inmune a las balas, iba siempre en primera fila, entraba a la bayoneta si era necesario con las manos tintas en sangre y se negaba a recoger a los heridos para no perder el tiempo. Con terror supersticioso decían «Franquito tiene baraka».

En Melilla, Franco fue a visitar a la duquesa de la Victoria y cuando dos soldados que pretendían obsequiarla con flores, que por allí no había, la duquesa les dijo que no quería flores, sino cabezas de moros. Dos soldados se presentaron con un cesto adornado con hojas y dentro dos cabezas de moros, Franco los disculpó diciendo: «Mis chacales son como chiquillos».

En 1936 cuando, ya como capitán y durante un duro enfrentamiento contra los rifeños en los alrededores de Ceuta, fue herido en la región lateral del abdomen, pidió confesión por sentir que le quedaba poco de vida. Como curiosidad, de aquella jornada siempre guardó una cartera de piel policromada que sus hombres quitaron al líder del contingente marroquí que casi acabó con su vida. No obstante, son muchos autores los que también afirman que aquel disparo acabó con uno de sus testículos.

Sofía Subirán

Su primer romance fue  con una niña de dulce acento cubano llamada Sofía Subirán, recién llegado a Melilla, donde cumplió los 20 años, y quedó prendado de ella. Aquella niña no tenía más que 15 años. Su parecido físico con Carmen Polo era hasta tal punto, que en una ocasión la confundieron con ella. Aunque su primera y única pasión carnal fue la belleza oficial de Ferrol, Ángeles Barcón. En el verano de 1919, se sintió atraído por la reina de los juegos florales de ese año, hija de un industrial bien situado que se opuso con ahínco a la relación, una frustrada aventura de juventud que más tarde lo recordaría con nostalgia: «Paquito sabía cómo enamorar a las chicas».   Hasta no cumplir los 18 años, no se hizo oficial el noviazgo con la ovetense Carmen Polo, sobre todo porque el padre no veía con buenos ojos la relación de su hija, ya que no quería a un militar en la familia. Solía decir que: casarse con un militar era “como con un torero, que nunca sabes si va a volver a casa”. Contrajeron matrimonio el 16 de octubre de 1923. La conoció en Asturias, cuando fue destinado allí tras su primera experiencia en tierras africanas.

Sus complejos y obsesiones; algunos brevísimos escarceos amorosos, su matrimonio con una dominante Carmen Polo, la atracción fugaz que sintió por Eva Perón… su atrofiada relación con las mujeres a partir de los testimonios de uno de sus médicos, que decía que tenía una fimosis anular severa que le habría provocado grandes dolores al mantener relaciones sexuales y que después de engendrar a su hija, que era inequívocamente suya, no volvió a tener relaciones ni con su mujer, ni con nadie.

Franco vio en Juan Carlos de Borbón al hijo que nunca tuvo, y el entonces príncipe vio en él a un tutor. Completamente solo, Juanito se refugió en Franco.

Las paredes de la casa de la calle María escondieron el secreto de ese padre brutal que llamaba «Paquita» y «marica» a su hijo a causa de su voz atiplada, consecuencia de una sinusitis crónica, que maltrataba a su mujer embarazada. Paquito «era un niño triste», «siempre fue un niño viejo», e incluso la propia hija, años más tarde  reconoció que «no recordaba su infancia con cariño».

Las claves para entender la personalidad de Franco se encuentran en su infancia. En general, puede decirse que toda su vida fue un esfuerzo por solucionar los problemas dejados por una niñez desgraciada. En sus trabajos literarios, como Diario de una bandera o el guión de Raza, siempre era crucial el papel del padre, indefectiblemente un héroe. Franco, que siempre se sintió abandonado y despreciado por su padre, llegó a secuestrar su cadáver para tratar de reescribir su pasado y convertirle en un hombre a su gusto.

El caso Redondela

 

José María Gil Robles

La Película Redondela, dirigida por Pedro Costa en 1987, está basada  en un escandaloso caso de corrupción, que existió en la realidad, no esclarecido del todo, relacionado con la desaparición de cuatro mil toneladas de aceite de un depósito gallego. El abogado Gil Robles, en la película llamado Gil de Ramos, investiga minuciosamente el asunto, pero cuando se abre el juicio oral algunos de los que podrían aportar luz sobre el caso mueren en extrañas circunstancias; otros, como Nicolás Franco Bahamonde, pretextan enfermedades para no acudir a declarar. El sumario desapareció siendo Presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra por aquel entonces, don Mariano Rajoy Sobredo, padre del actual Presidente del Gobierno,  Mariano Rajoy.

La Comisaría General de Abastecimientos y Transportes (CAT), fue un organismo de la Administración Central del Estado, dependiente del Ministerio de Industria y Comercio, creado después de la guerra civil como consecuencia de las dificultades que sufría España en materia de aprovisionamientos. Pero como carecía de instalaciones adecuadas, debía recurrir a depósitos alquilados a distintas empresas privadas. Estos depósitos se encontraban en la zona de Guixar (Vigo), siendo REACE (Refinería del Noroeste de Aceites y Grasas, S.A.) la empresa que entre 1966 y 1972 tuvo contratado con la CAT el almacenamiento de más de 12 millones de kilos de aceite.

El entramado comienza a destaparse, a raíz de que el administrador único de REACE, Jose María Romero González, se presenta en el juzgado de guardia, acompañado de su abogado, en 1972, para denunciar que en los depósitos,  faltaban más de 4 millones de litros, valorados en unos 170 millones de pesetas. Romero había tardado en denunciar el caso, ya que, el presidente, Isidro Suárez Díaz, uno de los dos socios mayoritarios de REACE, le había intentado tranquilizar y convencer de que lo desaparecido sería repuesto en breve, pues el barco “Sac de Marseille” estaba a punto de llegar de Argelia cargado de aceite de la nueva cosecha. Una sencilla consulta, le permitió a Romero comprobar la inexistencia de esa nave. Cuatro días más tarde, Isidro Suárez, fue detenido cuando viajaba en el tren Madrid- Bilbao, mientras iba arrojando billetes de banco por la ventanilla.

En plena vista oral,  aparecieron muertos en un piso de Sevilla el 30 de septiembre de 1972, José María Romero González, su esposa y su hija de veintiún años, donde se habían instalado quince días antes. En la crónica del periódico se indica que «los cadáveres fueron hallados en uno de los dormitorios de la vivienda, él, con un tiro en el corazón y la mujer también muerta a tiros, igual que su hija. Los cables del teléfono estaban cortados y herméticamente cerradas las ventanas y taponada con papeles la puerta de la entrada”. «Según parece, José María Romero dio muerte a su mujer y a su hija y se suicidó después con un tiro en el corazón».

Aparentemente, el denunciante se había suicidado tras dar muerte a las dos mujeres, también en medio de extrañas circunstancias, como la falta de motivos, el excesivo número de disparos o la preparación del escenario. Pero, había algo más sorprendente aún, de la que poco se comentó en los medios: junto a los cadáveres aparecieron tres cartas escritas a máquina, una para el juez de la localidad, otra de agradecimiento para un amigo, y una tercera dirigida al juez de Vigo, exactamente igual a la detallada que escribiera tres meses antes en aquella desesperada situación. El cadáver de la hija apareció arrodillado «como si hubiera querido impedir el crimen”.

En pleno procedimiento del caso, el 29 de marzo de 1974, mientras el resto de los internos de la cárcel de Vigo estaban durmiendo, Isidro Suárez murió desnucado en las duchas del centro penitenciario. Durante los dos años de su encierro, había sabido granjearse la simpatía de sus compañeros de prisión, a base de favores económicos, incluso la misma tarde de su muerte, gastó bromas telefónicas con su abogado, lo que hacía más sorprendente aún aquella extraña muerte. El asunto fue tratado en la prensa con cierta cautela y en una de las informaciones, según versión oficial, la muerte en la cárcel de la calle del Príncipe, se había producido “por asfixia mientras se duchaba, debido a emanaciones de gas”.

Se produjo también la muerte de un taxista en la playa de Los Olmos, cerca de lo que hoy es el museo del Mar en Vigo. El 9 de septiembre del 74 el taxista de Vigo, Arturo Cordobés apareció asesinado de tres balazos a las afueras de la ciudad. Diversos fueron los comentarios sobre el autor y el móvil, hasta que se supo que el taxista solía transportar en largos viajes con su vehículo a los principales encartados en el asunto del aceite. Pero, la investigación no pasó de ahí.

Antonio Alfageme del Busto

También murió apuñalado Antonio Alfageme del Busto, presidente de la Unión de Fabricantes de Conservas de Galicia y cónsul de Chile en Vigo, en un crimen que se declaró pasional, pero que posteriormente se relacionó con el caso del aceite, debido a que el taxista aparecido muerto, solía también hacer servicios de larga distancia con  el señor Alfageme.

Años más tarde, Luis Mañas Descalzo, empresario del sector conservero vigués, ex representante de los acreedores y jefe administrativo de REACE, también apareció muerto en extrañas circunstancias en su despacho a causa de una angina de pecho, según aseguraron fuentes familiares, lo que no quedó del todo claro.

El juicio comienza un 21 de octubre de 1974 en la Audiencia de Pontevedra, totalmente abarrotada de público, prensa, radio, TV. Presidía el Tribunal don Mariano Rajoy Sobredo, auxiliado por don Manuel Landeiro Píñeiro y don Celestino Prego Gracia. El abogado José María Stampa Braun, letrado del finado Isidro Suárez, defendió los intereses de FIBRABARSA,  destinada al almacenamiento de productos alimenticios congelados, cuyo principal cliente sería la CAT, manteniendo la tesis de la inexistencia de pruebas claras, de que el aceite desaparecido hubiera llegado en su totalidad a los depósitos de REACE.

Nicolás Franco Bahamonde

Había una máxima expectación, sobre todo por estar  implicado Nicolás Franco Bahamonde, miembro del consejo de administración de REACE,  y  justo en aquellas fechas fue oportunamente nombrado embajador de España en Portugal, para alejarle del centro de la atención mediática. El ministro de Información y Turismo, el también pontevedrés Pío Cabanillas Gallas, intentaría evitar en lo  posible, la implicación del  hermano del generalísimo. La mayor parte del dinero movido en el negocio, no pasaba por cuentas bancarias, sino que se giraba a una muchacha que vivía en Madrid, Amelia Baviano, que disponía de él según las indicaciones que recibía. Todas estas circunstancias, unidas al descubrimiento de ciertos regalos efectuados a las esposas de los funcionarios, dificultaban enormemente la investigación. Incluso quedó constancia, por declaraciones de la señorita Baviano, de la entrega en mano de cantidades en metálico en la secretaría del ministro de Comercio, efectuadas por ella de parte del propio Suárez. ¿A quién y con qué fin se hacían llegar estas cantidades?

Cerrado el sumario por la desaparición del aceite, el fiscal de la Audiencia de Pontevedra, Cándido Conde Pumpido Ferreiro, una vez calificados los hechos y elaboradas las conclusiones provisionales, trasladó su residencia a Madrid como consecuencia de su nombramiento de abogado-fiscal del Tribunal Supremo.

Ángel García Canals

Angel García Canals, funcionario  de la CAT, en el servicio de comprobación de existencias de aceite, simplemente se limitaba a transcribir los datos aportados por un trabajador de REACE, recibiendo una gratificación “periódica” de 5.000 pesetas.  Al parecer en las comprobaciones pasaban el aceite de unos depósitos a otros. Fue entonces cuando, el abogado Gil Robles, decidió defender al “probo funcionario” García Canals, corriendo con todos los gastos, por lo que tuvo acceso a la documentación del procedimiento. Realizó una encendida defensa de su cliente, al que calificó de “demasiado bueno para los tiempos que corren”, cerrando su alegato con la rotunda frase de No son todos los que están, ni están todos los que son. Los defensores coincidieron en solicitar la absolución de sus patrocinados.

Rodrigo Alonso

En la sentencia judicial, Rodrigo Alonso Fariña, fundador de Reace, fue considerado el principal responsable y beneficiario del fraude, y  fue condenado a 12 años de cárcel y a pagar, por responsabilidad civil, 167 millones de pesetas. Alfredo Román Pérez, contable y secretario del Consejo de Administración, fue condenado a 4 años de cárcel y Miguel Ángel García Canals, funcionario de la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, fue condenado a suspensión y multa.

El presidente del Tribunal don Mariano Rajoy Sobredo llevó férreamente la vista evitando que salieran a la luz los aspectos más comprometidos de este grave asunto; que había muertes de por medio y sobre todo que estaba clara la participación del hermano del generalísimo, a quien no se citó a declarar, ni en ningún momento se le mencionó, haciendo del juicio “un paripé político”. La causa quedó vista para sentencia, sin que fuese ni siquiera investigado, dónde fueron a parar las toneladas de aceite de oliva propiedad del Estado EspañolTampoco fueron investigadas la racha de muertes en cadena de personas relacionadas con el caso, porque podían ser desgracias coincidentes….Nadie sabe nada. Que a pesar de lo manifestado en medios oficiales, de que se iba a realizar una investigación exhaustiva “caiga quien caiga”, lo cierto es que a las personalidades implicadas, jamás les sucedió absolutamente nada.

Si bien el mayor problema para la investigación se planteó con la desaparición de la mayor parte de los libros de contabilidad y el maremágnum económico organizado entre las dos empresas. Sin duda, preguntas sin respuesta, y mucho más tras la posterior y misteriosa desaparición de los 5.000 folios que componían el voluminoso sumario. El Sumario estaba depositado en la Audiencia Provincial de Pontevedra, sumario «presuntamente pedido”. Las causas: es que, se hicieron obras, reformas, falta de espacio. Tema cerrado, ¡Borrón y cuenta nueva!

Como anécdota, hay que sumarle a todo esto  la extraña desaparición del actor Patrick Newell en los últimos días del rodaje de la película Redondela, donde interpretaba el personaje principal: Gil de Ramos (en el papel de Gil Robles), tal como publicó el País el Jueves, 23 de octubre de 1986:

Patrick Newell

“Nadie parece saber, cuál es el paradero del actor británico Patrick Newell, de 56 años, quien hasta el lunes por la noche rodaba en Alcalá de Henares escenas de la película Redondela. El filme se basa en el conocido caso de la volatilización de 4.000 toneladas de aceite y la extraña muerte de seis personas relacionadas con el hecho. El director de la película, Pedro Costa Musté, declaró ayer que el actor que protagoniza Redondela se ha esfumado sin dejar señas de su destino y sin comunicárselo ni a sus representantes profesionales ni a su familia”.»Llevamos cinco semanas de rodaje y sólo nos faltaban tres días para terminar con su parte”. La noche anterior, durante el rodaje en la cárcel de Alcalá de Henares, Patrick Newell se había mostrado muy contento porque le acababan de ofrecer un papel en Estados Unidos en una película producida por Spielberg. “Durante todo el rodaje habíamos mantenido una excelente relación y no hubo ni discusiones ni roce alguno», afirma Pedro Costa.

En la mañana del martes, a las 9.15, el coche de producción se acercó a los apartamentos Villanueva, en Madrid, para recoger a Patrick NeweIl y llevarle al lugar del rodaje. Los empleados del establecimiento hotelero señalaron que Newell había salido tres cuartos de hora antes con sus dos maletas diciendo que se iba a Sevilla. Al entrar en la habitación que había dejado, hallaron solamente el traje que estaba utilizando para el rodaje. Al enterarse, el director de la película acudió a la policía y fue al aeropuerto, donde pudo comprobar que Newell no figuraba en ninguna de las listas de viajeros que habían salido del país. Tanto su representante en Londres como su representante en Madrid se mostraron desconcertados al saber la noticia de la desaparición. Su familia ignora también su paradero. La noche anterior había hablado con su hija de 14 años, que vive en Mallorca, para invitarla a Madrid durante su última semana de rodaje. «El caso Redondela causó mucho revuelo en su momento por la gente implicada y por las misteriosas muertes de los que sabían demasiado. Si Newell hubiese sido amenazado me lo habría comentado. Además, la versión que hago del caso Redondela es muy libre», afirmó Costa.

Publicado en el País el 28 de octubre del 86. Reaparece el actor: durante una semana, el actor permaneció ilocalizado, hasta ayer, que dijo estar en Francfort, aunque posteriormente afirmó estar en Múnich, según la versión facilitada por Chuck Julian, su agente. El actor se había marchado a Francfort, por ser ése el destino del primer avión que encontró en Barajas. “Patrick Newell se marchó de pronto del rodaje a causa de una fuerte presión psicológica”.

Pero, como nunca falta alguien que a todo le saque punta, hubo quien relacionó años después la benignidad del Tribunal, con la meteórica carrera de los cuatro hijos de Mariano Rajoy Sobredo, sin duda, todos ellos de excepcional valía intelectual y académica, y al parecer, superdotados para la preparación de tan difíciles caminos profesionales como los por ellos elegidos. Pero, a pesar de tan insólitas capacidades compartidas por los cuatro hermanos, ¿tendría algo que ver la obtención de aquellos importantes éxitos para ocupar plaza en dos de los más prestigiosos escalafones de la Administración del Estado, con la devolución del favor que algún representante de ésta le hizo al presidente por la indulgencia con que sentenció el caso de la desaparición del aceite de Redondela y del sumario?

En junio del 2011, con la demolición de los depósitos de aceite de Guixar desaparece lo poco que quedaba de un escándalo económico en los últimos años del franquismo, se va una parte de la historia truculenta de Vigo; supone la desaparición del último eslabón que mantenía viva en la memoria local, el llamado caso Redondela.