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Las «Matildas» en España

Aparte de Marie Curie o Hipatia de Alejandría, no son muchas las mujeres populares en la historia de la Ciencia. Sin embargo, sí abundan los casos en que han sido flagrantemente ninguneadas, han tenido que luchar contra el sexismo o trabajar en condiciones miserables para que al final, después de tanto esfuerzo, sus descubrimientos fueran atribuidos a sus colegas masculinos ¡e incluso a sus maridos! El efecto Matilda, derivado del efecto Mateo definido por el sociólogo Robert Merton,  En el evangelio según san Mateo la parábola de los talentos se cierra con una lección inquietante: “A todo el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”. señaló el modo en el que funciona en la ciencia: concentrando cada vez más recursos en forma de mejores puestos de trabajo, financiación, publicaciones o premios en manos de aquellos investigadores que ya han alcanzado reconocimiento, y dificultando que los investigadores que empiezan accedan al sistema de recompensas. La historiadora de la ciencia Margaret Rossiter, bautizó con este término, en honor a Matilda J. Gage, activista norteamericana, luchadora del sufragio femenino, abolicionista, libre pensadora y autora prolífica, que denunció este fenómeno. Según el efecto Matilda, a una científica, el sistema de recompensas de la ciencia la beneficiará menos o nada en comparación con sus compañeros varones por el mero hecho de ser mujer, recibiendo menos reconocimientos y pudiendo llegar incluso a negárseles la autoría científica de sus propios trabajos de investigación. El número de investigadoras premiadas con un Nobel desde que los galardones comenzaran a entregarse en 1901, no llega a la veintena y la razón no solo se encuentra en que menos mujeres accedan a carreras científicas, sino también a los criterios muy discutibles de la Academia Sueca a lo largo de los años. Estas mujeres hicieron grandiosos descubrimientos, pero quedaron en la sombra, el prejuicio por simplemente el hecho de ser mujer, la tendencia a menospreciar sus logros científicos, incluso sus logros fueron atribuidos a sus colegas masculinos o se les negó directamente. Entre esas Matildas españolas olvidadas por nuestra historia se encuentran grandes mujeres como:

Blamca Catalán de Ocón

Blanca Catalán de Ocón, primera mujer publicista de la Historia de la Botánica Española. Aunque nació en Calatayud en 1860, a todos los efectos se la consideró siempre originaria de Monreal del Campo, donde había nacido su padre. Tanto Blanca como su hermana germana Clotilde, recibieron una cuidada educación. Ambas niñas tuvieron un especial amor por la naturaleza, interesándose Blanca especialmente por la flora y Clotilde por los lepidópteros.  En su juventud, Blanca formó un pequeño herbario representando la flora del valle de Teruel. Entre las plantas recolectadas algunas resultaron ser nuevas especies, algunas plantas llevan incuso su nombre Bajo el epígrafe de “Botánica Turolense”, se citan los nombres científicos de 83 especies, con la firma de las iniciales del autor, “B.Z.”,  Bernardo Zapater. Es evidente que la recolección de estas plantas corresponden a la joven y es posible también que el trabajo fundamental de las preparaciones debió ser suyo, si bien no sería de extrañar que pudiera haber contado asimismo con la colaboración de Zapater. Sus conocimientos vinieron por parte de su madre, ya que se educó en un convento de monjas en Suiza y allí adquirió conocimientos de botánica y aprendió a herborizar en aquellas montañas, enseñándole después a su hija a recolectarlas y a conocer su importancia.

Jimena Fernández de la Vega

Jimena María Francisca Emilia Fernández de la Vega y Lombán, 1895, Asturias – 1984, Santiago de Compostela. Fue una genetista, y profesora española. Junto a su hermana gemela Elisa, las primeras mujeres en estudiar en una universidad gallega. Juntas terminaron la carrera, y ambas obtuvieron la Gran Cruz de Alfonso XII, debido a sus excelentes expedientes universitarios. Para ellas la universidad no fue un camino de rosas, no solo por parte de los compañeros, hubo casos de profesores que, no tuvieron reparos en soltar improperios de mal gusto hacia las alumnas, por el simple hecho de ser mujeres. En al menos una ocasión, las hermanas decidieron levantarse y abandonar el aula en plena clase. Jimena se convirtió en una de las más destacadas científicas de su época y llegó a dirigir a partir de 1933 la Sección de Genética y Constitución de la Facultad de Medicina de Madrid. Múltiples y valiosas fueron sus publicaciones científicas y las conferencias que impartió a lo largo de su vida. A pesar del enorme mérito de las hermanas, su reconocimiento llegó tarde. Y no se ha debido por entero a sus incuestionables méritos, sino por su vinculación familiar con su sobrina, María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta primera del gobierno con José Luis Rodríguez Zapatero.

María de los Ángeles Alvariño

María de los Ángeles Alvariño González, La Coruña, 1916, California 2005, fue una zoóloga y profesora, precursora en la investigación oceanográfica mundial. Fue la figura elegida en 2015 para celebrar el 1 de junio el “Día de la Ciencia en Galicia”, en el que por primera vez se homenajeó a una investigadora mujer. En 1952 logró por oposición una plaza de bióloga en el Instituto Español de Oceanografía. Viajó a Inglaterra con una beca  para investigar el zooplancton. En 1953-54 fue la primera mujer en calidad de científica, en un buque de investigación oceanográfico británico, el Sarsia. Participó en varias expediciones por el Atlántico y Pacífico. En 1955 regresó a su laboratorio en Vigo. Un año más tarde consiguió una beca para investigar en la Institución Oceanográfica de Massachusetts. En este centro conoció a Mary Sears, presidenta del primer congreso oceanográfico de los Estados Unidos y experta en zooplancton que, impresionada con su obra, la apoyó para trabajar en el Instituto de Oceanografía en California, donde investigó sobre plancton, corrientes y dinámica oceánica. En 1967 se doctoró en Biología por la Universidad de Madrid. En 1970 obtuvo el cargo de Bióloga Investigadora en el recién creado Servicio Nacional de Pesca Marítima de Estados Unidos, donde trabajó hasta su jubilación. A lo largo de su carrera descubrió veintidós nuevas especies marinas y está reconocida como una autoridad mundial en determinados tipos de zooplancton, el conjunto de diminutos organismos animales que sirve de alimento a especies más grandes en el océano.

Piedad de la Cierva

Tal vez uno de los ejemplos más claros del efecto Matilda en la historia de España, fue el menosprecio por parte de la comunidad científica que sufrieron las químicas María Teresa Salazar y Piedad de la Cierva. Ambas después de una exitosa carrera científica en el extranjero, se presentaron en reiteradas ocasiones a oposiciones para plazas de catedrático de Universidad, y teniendo un curriculum superior al de sus oponentes varones, Ninguna de las dos lograron ganar la cátedra. Los informes de los diversos tribunales de oposición llevaron a Teresa Salazar a recurrir el resultado y a recusar a algunos miembros de los tribunales, sin que las autoridades le dieran la razón.  La tercera cátedra quedó desierta. Interpuso un recurso de súplica solicitando la revisión del expediente de las oposiciones. El recurso fue desestimado. Tras el cuarto ejercicio el tribunal decidió por unanimidad la eliminación de María Teresa Salazar, que presentó un escrito denunciando que se la había excluido por el simple hecho de ser mujer, lo que fundamentaba en la conversación que había mantenido con el Presidente del Tribunal, que le aseguró que la eliminaban no por razones científicas, sino “por causas o razones que no se podían decir”, y llegando incluso, en una ocasión, a dejar desierta la plaza para no dársela a una mujer. Además alegó que, según le dijeron varios compañeros y condiscípulos, el Sr. Presidente del Tribunal era enemigo de que ella fuese Catedrático de Universidad por su criterio rigurosamente antifeminista, hasta el punto de considerarlo como un problema de orden moral. El escrito fue rechazado.

Maria Teresa Salazar, Sevilla–Madrid 1982. En 1957 obtuvo el título de profesora adjunta de la universidad. Solicitó una beca para estudiar la estructura del núcleo atómico en el Instituto del Radio que dirigía Madame Curie, quien se había interesado por su trabajo cuando visitó los laboratorios Foster, el primero en España dedicado exclusivamente a la formación de mujeres en el campo de la Química. Posteriormente cambió el lugar de su investigación, al Laboratorio de la Universidad de París.

Piedad de la Cierva Viudes, Murcia, 1913 – Madrid, 2007, obtuvo la licenciatura de Ciencias por la Universidad de Valencia  Ese mismo año se trasladó a Madrid para realizar su tesis doctoral en el prestigioso Instituto Rockefeller. Tras su decepción como opositora a cátedra, sólo dos de los varones consiguieron una plaza, le hizo replantearse su dedicación a la universidad. Dos años más tarde le fue concedida una beca de ampliación de estudios en Copenhague para profundizar en materias relacionadas con la radioactividad, en la desintegración artificial del átomo y varias investigaciones, en concreto una sobre la transmutación del Aluminio y otra sobre la separación de los isótopos del Bromo. Fue pionera en la industrialización del vidrio óptico, la fabricación de ladrillos refractarios, y en los estudios de radiación artificial en España.

Los esfuerzos de estas mujeres no han sido en vano y, gracias a ellas y a su tenacidad, hoy las mujeres gozan de una posición más privilegiada, aunque no exenta de trabas. Las aristas del efecto Matilda contemporáneo son muchas: techos de cristal, conciliación familiar, desigualdad de oportunidades, conciencia social, roles esteriotipados, negación de capacidades. La clave está en cambiar la imagen que la sociedad tiene de las mujeres, pasa inevitablemente por impulsar iniciativas que favorezcan la educación en la igualdad, así como una mayor visibilidad del papel de la mujer en todos los campos, y el establecimiento de medidas que ayuden a garantizar la igualdad de oportunidades, que corresponda por meritos propios y no por género.

Clara Campoamor decía: «o estudiar, o dedal»

La mujer que consiguió la igualdad en la educación universitaria, en el trabajo, en la formación política y en la participación del voto femenino.

Solteras, casadas, viudas y monjas: logró que España se convirtiera, en 1931, en el cuarto país de Europa en reconocer el derecho de las mujeres a votar.

Clara Campoamor

Trabajar y estudiarClara Campoamor Rodríguez nació en Madrid 1880. Hija de un contable de un periódico, Manuel Campoamor, y una costurera, María Pilar Rodríguez. El matrimonio tuvo otros dos hijos, de los que sobrevivió Ignacio, que llegó a ocupar puestos de responsabilidad política durante la II República. Clara no pudo estudiar de jovencita como habría querido. Con diez años de edad, la muerte de su padre llevó a Clara a dejar sus  estudios para colaborar en la economía familiar. Trabajó como: modista, dependienta de comercio y telefonista, y como opositora consiguió plaza como auxiliar femenino de Telégrafos  en el Ministerio de la Gobernación. Más tarde consiguió el primer puesto por oposición en el Ministerio de Instrucción Pública, como profesora especial de taquigrafía y mecanografía en las Escuelas de Adultas.

Durante los años siguientes alternó este trabajo con los de traductora de francés, auxiliar mecanógrafa en el Servicio de Construcciones Civiles del propio Ministerio, y secretaria de Salvador Cánovas Cervantes, director del periódico conservador, maurista, La Tribuna, trabajo que le llevó a interesarse por la política.

Victoria Kent

Conseguir ser abogada: Compaginando estos trabajos con los de secretaria en distintos periódicos, pudo ahorrar el dinero suficiente como para iniciar sus estudios de bachillerato. Tenía entonces 33 años. Tres años después se había licenciado en derecho. Mientras tanto, había ido participando en algunas asociaciones e impartiendo varias conferencias. Con 36 años, se convirtió en una de las pocas abogadas españolas de la época, y pasó a ejercer su profesión, cosa que otras mujeres abogadas no lo hacían. En 1925 se convirtió en la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, un mes después que Victoria Kent.

Diputada por las Cortes: Perteneció, a la Agrupación Liberal Socialista, grupo republicano y enemigo del régimen de Primo de Rivera, que desapareció poco tiempo después. Nunca logró su ideal estratégico: la unión de todos los republicanos en un gran partido de centro. Pero su gran oportunidad llegó de la mano de la II República Española. En 1931 se modificaba la ley electoral y permitía a las mujeres mayores de 23 años poder ser elegidas en el Parlamento. Clara Campoamor, junto a Victoria Kent y Margarita Nelken, fueron las tres únicas mujeres que consiguen su escaño.

Margarita Nelken

Tras proclamarse la Segunda República, Clara Campoamor fue elegida diputada por la circunscripción de la ciudad de Madrid. Durante el periodo de las Cortes Constituyentes formó parte del equipo que elaboró el proyecto de la Constitución de la nueva República. En dicho organismo luchó por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, a menudo llamado “voto femenino”. Consiguió todo, excepto lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en las Cortes de España. La izquierda, con la excepción de un grupo de socialistas y algunos republicanos, no querían que la mujer votase porque se suponía que las mujeres, influidas por la Iglesia, votarían a favor de la derecha.

No estaban muy equivocados. Por ello, el Partido Radical Socialista enfrentó a Clara con otra reconocida diputada, Victoria Kent, contraria al voto de las mujeres.

El voto femenino: Uno de los temas que se debatió con gran intensidad en aquel parlamento republicano, fue el derecho al voto de la mujer. Lo curioso fue que el enfrentamiento más vehemente lo protagonizaron dos diputadas. Mientras Clara defendía que la mujer, como el hombre, debía de tener pleno derecho a votar, fuera cual fuera su tendencia política, Victoria aseguraba que el sufragio femenino supondría una amplia derrota de la izquierda, pues estaba convencida de que las mujeres defenderían mayoritariamente las ideas de derechas. Ni ella ni Victoria Kent  consiguieron renovar sus escaños en las siguientes elecciones.

Un largo exilio: Cuando en 1936 estallaba la Guerra Civil Española, el exilio fue el camino de muchos, entre ellos, el de Clara. Ella permanece en el Madrid miliciano. Observa el terror, las checas, los fusilamientos. Lo escribirá todo meses más tarde. Deja Madrid, rumbo a Alicante. Consigue embarcarse en un barco de bandera alemana rumbo a Italia, con la intención de pasar a Suiza. Varios falangistas planean asesinarla durante el viaje. La denuncian a las autoridades fascistas y Clara es retenida unas horas en Génova. Luego puede proseguir su viaje. Se acomoda en Lausanne, allí empieza a escribir su trabajo más interesante: “La revolución española vista por una republicana” donde recoge su impresión de los sucesos acaecidos en Madrid entre julio y agosto de 1936.

Después marcha a Buenos Aires, (donde vivirá una década),  se gana la vida traduciendo, dando conferencias y escribiendo biografías, frecuenta a otros ilustres exiliados, como Niceto Alcalá-Zamora. Consigue trabajar de tapadillo como abogada (en un bufete). Buscó en varias ocasiones la manera de volver a su patria, pero desistió al conocer la noticia de que estaba procesada por su pertenencia a una logia masónica.

Pilar Lois

Clara Campoamor terminó sus días en Lausanne, donde trabajó en un despacho de abogados hasta que perdió la vista. Allí murió de cáncer en 1972. Tenía 84 años. Sus restos mortales fueron trasladados años después de su muerte al cementerio de Polloe en San Sebastián (Guipúzcoa), y se conservan en el panteón de la familia Monsó Riu por ser Clara madrina de la familia. Ambas familias, Lois y Campoamor, mantenían una excelente relación. Vivieron los primeros años de su vida en el barrio de Malasaña en Madrid, donde nació Pilar Lois, de familia acomodada. Cuando nació, Clara se convertiría en su madrina y esta amistad se mantendría en el tiempo. Siempre la decía: “O estudiar, o dedal”. Pilar Lois fue la primera mujer doctora colegiada de Guipúzcoa.

Su vida y su legado ha sido desde entonces recordado como el de una mujer valiente y luchadora que no dudó en dedicar todos sus esfuerzos en defender la causa en la que ella creía fervientemente.