Las Fallas: equinoccio de Primavera

En valenciano medieval, la palabra falla  servía para nombrar las antorchas que se colocaban en lo alto de las torres de vigilancia. Su origen, más antiguo puede ser el del culto al fuego,  un ritual de tradición pagana. Estas manifestaciones en algunos casos han sido heredadas de pueblos tan antiguos como los celtas, y han llegado a nuestros días.

Se hace referencia a este término para referirse a las hogueras y luminarias que se encendían en vísperas de fiestas extraordinarias y patronales. La  Iglesia, ante la imposibilidad de suprimir estas populares tradiciones en muchos lugares de España, decidió absorberlas y dedicarlas a los santos. De esta manera, las hogueras del solsticio de verano se relacionan con San Juan y las del equinoccio de primavera con San José, como ocurre con otras festividades como San Antón, las hogueras de San Miguel o la Navidad. En diversos puntos de la geografía española, también se queman hogueras en víspera de estas fiestas.

De Parot a Ninot

Es una costumbre muy antigua de Valencia, seguida por los árabes o quizá por pobladores de la ciudad anteriores a ellos. Las tropas del rey Jaime llevaban fallas (antorchas) para iluminarse, tanto para alumbrar el camino, como para las tiendas de campaña. También se utilizaban las antorchas para alumbrar las fiestas. Según esta teoría, las Fallas son una evolución de este arcaico ritual que anuncia la entrada de la primavera, cuando los días comienzan a ser más largos.

Ya en la Edad Media los carpinteros, para alumbrarse en las últimas horas de la jornada,  sin sol, utilizaban unos candiles que sostenían en un palo a modo de candelabro llamado estai, astai, pagés o parot, que lo situaban en el centro del taller.

Era tradición que para celebrar el patrón del Gremio y el final de las oscuras veladas de invierno trabajando, con la entrada de la primavera, se sacara el parot a la puerta del taller y se quemaran las virutas, retales,  muebles y trastos  viejos, que llevarían a las plazas de los barrios y así  limpiaban de paso sus talleres. Durante varios días se encargaban de apilarlos y en honor de su festividad los quemaban en enormes piras que ardían hasta la madrugada convirtiéndose en una gran fiesta popular, recibiendo esta práctica ritual el nombre de «cremà».

Origen Fallas

Con el tiempo, se añadieron más trastos a la hoguera, e incluso se vistió con ropas al parot para que se pareciera a una persona a la que se quisiera criticar, en la línea de la sátira valenciana que ha existido siempre. Con el tiempo, a esta primitiva figura se le añadieron más elementos que conformaron una pequeña escena. De esta manera, y siempre según esta hipótesis, apareció el primer ninot. Con el paso de los años estas fiestas vecinales fueron tomando forma y en el siglo XVIII comenzaron a decorar los montones de madera con muñecos de cartón y cera ataviados con ropajes antiguos.

La documentación más antigua sobre las Fallas data de 1740. Se sabe que era muy típico en la Valencia del siglo XIX colgar monigotes grotescos en ventanas y balcones, siendo Carnavales o en jueves de Cuaresma (es decir, cerca de San José), y es fácil suponer que con el tiempo se pasó a poner más figuras, en construir un monigote representando a un personaje no grato, colgarlo con cuerdas o en un poste, y posteriormente quemarlo entre el tercer día de Cuaresma y el Sábado de Gloria. El muñeco podría tomar diversos nombres: Judas, Mahoma, Carnaval, Pablo, etc. Puede ser que las Fallas deriven de este pelele satírico que se tira a una hoguera. El origen de este festejo es anterior al Cristianismo, y esta costumbre pagana se mantendrá todavía en algunos pueblos de España.

 

Primeras Fallas

Los vecinos no dejaron escapar esta oportunidad para utilizar los muñecos como objetos de burla y crítica hacia la sociedad del momento, tradición que aún se conserva. Poco a poco dejaba de ser un montón de trastos viejos para pasar a convertirse en algo más elaborado: una tarima de madera que tenía encima diversas figuras o ninots, vestidos con ropa real y máscaras de cartón, los cuales simulaban una escena teatral de contenido generalmente satírico. Sin embargo, al tratarse de una forma crítica, las autoridades municipales decidieron  que los bocetos de los monumentos deberían pasar una censura previa, la cual sólo dejó de existir entre 1868 a 1870. En esta segunda mitad del siglo XIX se hizo muy habitual la llamada “falla erótica”, que hacía sátira sobre el matrimonio, los cortejos entre hombres y mujeres o las relaciones sexuales; sin embargo, también podían encontrarse monumentos con crítica política, apologéticos y humorísticos.

Llibret de Baldoví

Por otro lado, también empezaron a publicarse los llibrets, panfletos que explicaban las fallas y que vendían los niños por las calles, siendo el primero el que explicaba la falla de “la plaza del Almudín” escrito por Josep Bernat i Baldoví.

Aunque las fiestas de los mayores eran las más espectaculares, los niños también quisieron hacerse partícipes de estas chanzas y comenzaron a construir sus propias piras de madera, lógicamente mucho más pequeñas y con motivos infantiles.

Motivó a los falleros a crear cada vez, fallas mejores estéticamente y por tanto a buscar buenos artistas que las realizasen. De rebote se creó el embrión de la nueva profesión de artista fallero, ya que algunos de esos profesionales (en su mayoría escultores, pintores y carpinteros) acabarían dedicándose exclusivamente a realizar fallas.

De esta manera, se había iniciado el camino para convertir las Fallas en un atractivo turístico. En 1927 llega el primer tren fallero a Valencia, se elige a la primera fallera mayor,  después se organizarán los primeros actos oficiales de una semana fallera, más tarde se votará al primer ninot indultat, para crear un museo de folklore que al final es hoy el Museo Fallero.

La Guerra Civil Española  supuso un paréntesis obligado a la fiesta, aunque se plantaron algunas fallas de contenido propagandístico por parte de ambos bandos.

Recién finalizada la contienda, el Ayuntamiento de Valencia crea la Junta Central Fallera, con el primer Reglamento Fallero, también la sección especial, máxima categoría de concurso para los monumentos, y posteriormente se oficializó la Ofrenda de Flores a la Virgen de los Desamparados. Poco a poco se va configurando la fiesta tal y como la conocemos hoy en día.

Uno de los principales elementos de las fiestas son los espectáculos pirotécnicos, ya que desde que la pólvora y pirotecnia llegaran con los musulmanes, siempre han estado ligadas a las festividades del pueblo valenciano, «la mascletá». La música, otro factor indispensable, en las que  no sólo se escuchan bandas sino que también hay grupos de música tradicional valenciana, formados por dulzainas y tamboriles. El traje de fallera actual es el traje de fiesta que usaban las valencianas siglos atrás. Sin embargo, la vestimenta tradicional masculina es el traje de saragüell, que aparece bajo la denominación sarawilen en textos musulmanes andalusíes ya en el siglo X. Oficialmente empiezan el último domingo de febrero con el acto de la Crida «el pregón».

Las Fallas están catalogadas como fiesta de Interés Turístico Internacional. En noviembre de 2016 la Unesco las inscribió en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.