La Reina de la Nueva Extremadura

Marina Ortíz de Gaete,  era hija del hidalgo de origen vizcaíno, Francisco Ortiz y de Leonor González (ó Gutiérrez) de Gaete, de familia noble de Córdoba, que contrajo matrimonio con Pedro de Valdivia. Pedro de Valdivia,  militar y conquistador español de origen extremeño participó en diversas campañas militares en Europa y viajó a América, formando parte de las huestes de Francisco Pizarro, lideró la Conquista de Chile. Fue el fundador de las ciudades más antiguas del país. Recibió el título de Gobernador y Capitán General del Reino de Chile, siendo el primero en ostentar dichos cargos. Murió en la batalla de Tucapel en la llamada Guerra de Arauco contra el pueblo mapuche.

Marina Ortíz de Gaete

Marina se enamoró adolescente del capitán, un hidalgo más bien pobre, pero con cierto porte de señor, «amigo de andar bien vestido y lustroso», cuenta uno que le conoció. Casaron  y vivieron de la pensión de soldado de Pedro que sirvió en los ejércitos de Carlos V en Flandes y en Italia y de las labores agrícolas y de pastoreo de sus padres en las llanuras de la comarca de La Serena. No tuvieron hijos.

A Pedro vino a verle su entrañable amigo y camarada de las guerras italianas, el capitán Jerónimo de Alderete. Reclutaba hombres con experiencia militar para la  conquista de la provincia de Paria en Venezuela, «un paraíso terrenal de innumerables poblaciones y riquezas», decía el pregón de la época. Podemos suponer que harto ya de la vida campesina no dudó en partir al Nuevo Mundo resuelto a cambiar, a punta de espada y astucia, su destino de labrador por el de conquistador y señor de provincias exóticas, «para dejar memoria y fama de mí, ganándolas por la guerra, como un soldado».

Pedro de Valdivia

Se fue Valdivia a América no sólo con sus sueños, sino también con la plata que había aportado Marina en dote para el matrimonio. Pasó largo tiempo desde la partida del «susodicho», pero de lo prometido cuando se fue, nada. De vez en cuando en todo caso, llegaba a La Serena una carta y algún dinero enviado por Pedro. Si bien con  el mensajero seguramente venía también a la comarca el rumor de que Valdivia vivía amancebado con una fulana, una cacereña de apellido Suárez, Inés de Suárez, en aquella tierra donde terminan las Indias y el mundo.

Veinte años después, llegaron desde Chile enviados por Valdivia, su hermano Diego Nieto de Gaete junto a Jerónimo de Alderete, con el encargo de persuadirla de partir al lado de su marido. Llevaban la apreciable suma de siete mil pesos de oro para financiar el viaje de Marina y de los parientes que quisieran acompañarla. Marina decidió partir junto a Valdivia, que la llamaba para honrarla como gobernadora de un país. De una vida pobre y monótona en una villa de campesinos, se encaminaba a ser la dama principal de una inmensa provincia del Imperio. Había confiado en Dios, que ahora compensaba veinte años de soledad nada menos que con un reino.

Con el dinero compró en una subasta de Sevilla, y ya camino a Chile, variedad de artículos de lujo para el alhajamiento de su nuevo hogar.  Un documento de aquel tiempo nos deja ver, inconfundible, su entusiasmo femenino. Nuevamente de novia,  compró en  una subasta variedad de  artículos para la residencia del matrimonio gobernante. Muebles de lujo, los primeros que  habría en el tosco reino de Chile: “Un sillón de plata, una cama de terciopelo de damasco azul y la  madera dorada, seis sillas ricas de terciopelo azul y negro, plata labrada y una alfombra grande  turquesca”. Llevaba también «tres mil pesos en joyas de oro», y compraría lo necesario para verse atractiva, pues presumimos esa era una de sus preocupaciones, si ya tenía más de cuarenta años.

El matrimonio regente de la Nueva Extremadura se establecería en la ciudad de la Concepción, donde Valdivia ya había dispuesto construir una opulenta residencia. Marina obtuvo del príncipe Felipe la licencia para viajar al Nuevo  Mundo.

Irían con ella su hermano Diego Nieto, su hermana viuda Catalina Ortiz de Gaete con sus cuatro hijos y dos hijas, y su entrañable sobrina Catalina de Miranda. De todas las comarcas extremeñas y cordobesas llegaba la parentela pidiendo ser incluidos en el viaje. De pronto la esposa engañada pasó de foco del chisme provinciano a ser la envidia de las mujeres y centro de adulaciones. Estaban deslumbrados por las noticias de la Nueva Extremadura, por la grandeza y prosperidad de su marido, y sobre todo con el oro que Alderete llevó a la Corte, el que enseguida se envió a Londres para aumentar la dote que el príncipe Don Felipe hizo para desposar a la reina Maria I de Inglaterra.

La familia vio una señal, que creyeron premonitoria del brillante futuro que les esperaba: estando con sus parientes oyendo misa, la joven sobrina Catalina de Miranda observó perpleja que cuando el futuro santo se volvía hacia los feligreses, su rostro parecía rodeado por un resplandor de luz dorada. Se embarcaron en el puerto de Cádiz impacientes hacia el reino de Chile, en el bergantín del maestre Juan de Mondragón.

Al desembarcar en las Indias en el puerto Nombre de Dios en Panamá, para seguir al sur, la comitiva se encontró con el capitán Gaspar de Orense que venía apurado de Chile y esperaba embarcarse a España en la misma nave. Iba comisionado con información urgente: Pedro de Valdivia había muerto desastrosamente en la Guerra de Arauco,  y mencionaba que Valdivia dejaba una cuantiosa deuda. «Se lo comieron vivo, a bocados, durante tres días hasta que expiró”, decía el documento que el delegado llevaba a la Corte.

Según algunos historiadores, en un acto de justicia por las mutilaciones y masacre a los indígenas, Valdivia fue llevado al campo mapuche donde le dieron muerte después de tres días de torturas. El martirio continuó con la amputación de sus músculos en vida, usando conchas afiladas de almeja, y comiéndolos ligeramente asados delante de sus ojos, un guerrero mapuche le cortó el pecho y le sacó el corazón, todavía caliente. El toqui, título del líder de los mapuches, succionó la sangre que había dentro del corazón y después el resto de guerreros hicieron lo mismo, mientras bebían chicha (bebida) en su cráneo, que fue conservado como trofeo.  El cacique Pelantarú,  devolvió su cráneo 55 años después, como signo de paz, junto al del gobernador Martín Óñez de Loyola, en unas paces firmadas con la corona española.

Resulta curioso sin embargo, que el devenir del país que marcó el triste destino de Marina, esté estrechamente ligado a las circunstancias de su vida, en particular al viaje que se animó a hacer en el navío Mondragón. En efecto, aunque no tuvo hijos, un gran número de líderes de Chile de hoy y de ayer descienden de sus hermanos y de la familia que le acompañó en ese viaje.

Por ejemplo, son descendientes directos de su hermano Cristóbal Ortiz de Gaete:

Gabriela Mistral

Bernardo O’Higgins Riquelme, líder chileno de la independencia que, junto con José de San Martín, liberó a Chile del dominio español en la Guerra de la Independencia de Chile.

 

Gabriela Mistral, poetisa, diplomática, feminista y pedagoga chilena. La primera iberoamericana premiada con el Nobel de Literatura en 1945.

 

Joaquín José Lavín Infante, un economista, académico y político chileno, militante de la Unión Democrática Independiente,  (UDI). Actualmente ejerce como alcalde de las Condes.

Pablo Neruda

Pablo Neruda,  poeta chileno, considerado entre los más destacados e influyentes artistas de su siglo; «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma», según Gabriel García Márquez. Entre sus múltiples reconocimientos, destacan el Premio Nobel de Literatura y un doctorado honoris causa por la Universidad de Oxford.

Ricardo Froilán Lagos Escobar, un abogado, economista, académico, investigador y político chileno. Fue presidente de la República de Chile. Enviado especial de la ONU para tratar el cambio climático.

Augusto Pinochet

Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, militar que encabezó la dictadura militar de Chile que se desarrolló entre 1973 y 1990, periodo conocido en ese país como Régimen Militar.

La descendencia de parte de su hermana Catalina Ortiz de Gaete:

Benjamín Vicuña Mackenna, fue un destacado político e historiador chileno.

Marcelo Andrés Ríos Mayorga, un extenista chileno de las décadas de 1990/2000.

Alejandro Tomás Foxley Rioseco, economista, ingeniero, académico, investigador y político chileno, ministro de Hacienda, senador de la República y ministro de Relaciones Exteriores.

José Miguel Insulza Salinas,  abogado, académico, investigador y político chileno, miembro del Partido Socialista. Destacó como ministro de Estado de su país en tres carteras y dos gobiernos durante diez años.

Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique, político,  economista, empresario   e inversor chileno, fue presidente de la República de Chile. También fue el primer presidente  de CELAC.

Descienden de su otro hermano Diego Nieto Ortiz de Gaete:

Patricio Aylwin Azócar, político democratacristiano y abogado chileno. Fue presidente del Senado  y  el primer presidente democráticamente elegido tras el Golpe de Estado en Chile de 1973, en el que fue derrocado Salvador Allende y se instauró el Régimen Militar encabezado por Augusto Pinochet.

Monseñor Raúl Silva Henríquez, un destacado sacerdote salesiano y abogado chileno, obispo de Valparaíso, arzobispo de Santiago y acérrimo defensor de los derechos humanos durante el régimen militar de Augusto Pinochet.

Eduardo Frei, fue presidente de la República  y presidente del Senado en 1973. Hijo de padre suizo y miembro destacado de la familia Frei.

Jaime Jorge Guzmán Errázuriz, un político, abogado constitucionalista y profesor universitario chileno. Ejerció como senador de la República y como colaborador en asuntos jurídicos y políticos del general Augusto Pinochet durante el Régimen Militar.  Guzmán murió como consecuencia de un atentado perpetrado por dirigentes del movimiento Frente Patriótico.

Isabel Allende

Isabel Allende Llona, escritora chilena, miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su país.

La lista es tan sorprendente como interminable. Más aún, los descendientes de la familia de Marina que fueron o son parte de la élite de Chile constituyen la excepción. De acuerdo con algunos historiadores, varios cientos de miles de chilenos comunes y corrientes de hoy en día, descienden por vía legítima o natural de los parientes de la mujer del fundador Valdivia quien, paradójicamente, no dejó descendencia. Marina Ortiz de Gaete testó en Santiago  en 1592. Sus restos yacen en el subsuelo de la Iglesia de San Francisco de la Alameda, probablemente bajo lo que fue la Capilla de La Soledad.

Pedro vio a Marina en el único sitio donde podía encontrarla en público: a la salida de misa. Marina tenía trece años y todavía la vestían con las crinolinas almidonadas de la infancia. Iba acompañada por su dueña y una esclava, que sostenía un parasol sobre su cabeza, aunque el día estaba nublado; jamás un rayo de luz directa había tocado la piel translúcida de aquella muchacha pálida. Tenía el rostro de un ángel, el cabello rubio y luminoso, el andar vacilante de quien carga con demasiadas enaguas. Isabel Allende